El Desafío de Transformarse en un Ciudadano Activo Bajo el Nuevo Gobierno de Brasil

El Desafío de Transformarse en un Ciudadano Activo
Bajo el Nuevo Gobierno de Brasil
por Marcos Arruda |
7 de julio de 2003

 
Cuando la gente elige un gobierno identificado con sus propias aspiraciones de transformación socioeconómica, nuevos riesgos emergen. Uno es que el gobierno quizás diga: "La gente es ahora el gobierno y quien sea que critique el gobierno se está oponiendo a la gente." Esta proyección psicológica tiene serias consecuencias políticas–esto puede conducir hacia un absolutismo. El otro riesgo es que la gente quizás diga: "Tenemos un gobierno de la gente y esto va a promover un cambio socioeconómico a nuestro favor; ahora podemos ir a nuestras casas y cuidar de nosotros mismos." El peligro en este caso es que la sociedad civil se inmovilice por la ilusión de que detiene el poder del Estado.
La realidad es que un gobierno enfocado en la gente en el contexto capitalista,
es una confluencia de intereses de diferentes clases sociales. El nuevo gobierno
brasileño reúne no solo a los trabajadores, sino también
a: banqueros, industriales, latifundistas, gente de negocios del exterior,
es decir, los dueños del Capital material quienes controlan la mayor
parte de la riqueza e ingreso de la nación. Por otro lado, los trabajadores
también están divididos en distintos sectores y con intereses
específicos: jornaleros, pequeños productores agrícolas,
trabajadores industriales y del sector de servicios, intelectuales, profesionales.
Lo que estos segmentos del mundo del trabajo tienen en común es que
ellos viven de su trabajo, a diferencia de aquellos que viven de ganancias
a través del Capital.
La afirmación de que la modernidad y la globalización han
terminado con las clases sociales es una falacia. De hecho, la brecha entre
capital y trabajo en el capitalismo contemporáneo, es más grande
que nunca. Sus manifestaciones, de todos modos, son templadas por la capacidad
de la clase dominante para manipular gente a través del consumismo
promovido como algo deseable, las distracciones y la desinformación
creada por las corporaciones que dirigen los medios de información.
El gobierno enfocado en la gente que dirige Lula, en este contexto, está
sujeto permanentemente a presiones desde las clases dominantes, las cuales
se han beneficiado históricamente del orden existente. Los sectores
dominantes buscan sobre todo una continuidad de las políticas económicas
y compromisos, aún cuando para ello deban hacer concesiones en el área
de política social.
Brasil es un país con un área continua más grande
que los EUA y tiene una población de 177 millones de personas. Contiene
abundantes y diversos recursos naturales, incluyendo grandes extensiones de
tierra en las que se puede cultivar, minerales, recursos de energía
y biodiversidad. Mas allá de todo eso, su pasado como colonia, ha dejado
una herencia de gran inequidad en cuanto a educación, la cultura, el
ingreso y la riqueza, que décadas de independencia política
han sido incapaces de solucionar.
Las elites de Brasil son particularmente insaciables y persiguen sus propios
intereses por encima de todo. Ellas no se disponen a compartir sus privilegios
aún corriendo el riesgo de exacerbar la violencia social (de la cual
a menudo ellas mismas resultan víctimas) o de perder las elecciones.
Lula está bajo una enorme presión, más que cualquier
otro presidente del pasado, para continuar las políticas del gobierno
previo que dirigió Cardoso. En particular, él tiene que enfrentar
todos los compromisos asumidos con el Fondo Monetario Internacional (IMF)
en cambio de $30 mil millones otorgados en el nuevo préstamo.
En este momento, la principal preocupación de Lula no es tanto realizar
un cambio socioeconómico como lo es la gobernabilidad . Necesita
probar a todos los sectores sociales–particularmente a las elites económicas
y financieras en Brasil y en el exterior–que su gobierno es serio y va a
sostener todos los acuerdos heredados del pasado. Lula está convencido
de que un cambio es posible, pero éste debe ser gradual y basado en
la interacción entre las fuerzas sociales, que irá progresivamente
moviéndose a favor de las mayorías trabajadoras.
Su propio Partido de los Trabajadores (PT) está lleno de complejas
contradicciones. Este es el partido que lidera el actual gobierno de Brasil,
pero el mismo ganó el poder a través de la coalición
con otros partidos políticos. Además, el PT en sí mismo
está internamente dividido. Mientras que varios de los miembros del
partido forman parte del gobierno desde de que este asumió el poder,
un amplio sector no trabaja en el gobierno sino que continúa siendo
un componente activo de la sociedad civil. Otra fuente de fricción
es que una minoría significante aboga por cambios más rápidos
en las políticas socioeconómicas que los que el liderazgo del
partido está deseando promover. Estos grupos minoritarios argumentan,
por ejemplo, que dar prioridad al pago de las deudas contraídas con
instituciones financieras nacionales e internacionales es incompatible con
la política de comenzar a pagar la deuda social y medio ambiental,
que se le debe a la gente de Brasil. Lula, todavía, no ha mostrado
un claro reconocimiento de estas contradicciones así como tampoco ha
mostrado intención de respetar el carácter de partido de masas
(y no de cuadros) que posee el Partido de los Trabajadores. Esto debería
significar la aceptación de que el sector del partido que pertenece
a la sociedad civil debe permanecer hegemónico en el partido y que
su relativa autonomía debería ser respetada por los miembros
del partido que ocupan el gobierno (sociedad política).
Lo cierto es que las contradicciones son omnipresentes en el nuevo gobierno,
oponiendo en varias oportunidades la sociedad política y la sociedad
civil. Esta última, particularmente las organizaciones de trabajadores,
no pueden sentarse a esperar que óptimas políticas públicas
sean adoptadas e implementadas simplemente porque Lula–ex-trabajador y dirigente
sindical–es el Presidente de la República. La conciencia cívica
demanda un entendimiento de la naturaleza contradictoria del gobierno liderado
por Lula y del contexto nacional e internacional de inestabilidad financiera,
política y económica. Esta conciencia demanda también
un profundo cambio de la cultura de sumisión y alienación legada
a través de cuatrocientos años de colonialismo y esclavitud,
reforzado por los gobiernos republicanos elitistas y por el tipo subordinado
y neoliberal de inserción de Brasil en del capitalismo global que ellos
promovieron. La nación, ahora, necesita desarrollar una cultura de
confianza en sí misma, autoestima y autodeterminación, imbuidos
en un espíritu de cooperación y solidaridad entre diferentes
sectores y regiones del país, así como también hacia
otros pueblos de Latino América y del mundo. Pero esto toma tiempo
y exige un intenso proceso de educación acerca de aquello que los brasileños
llamamos ciudadanía activa .
La noción de derechos ciudadanos es algo fundamental para este nuevo
gobierno. La idea es que el gobierno tiene una misión-clave a realizar:
la de educar a la sociedad civil para el completo ejercicio de sus derechos
y sus deberes. La visión de democracia, ya no es más la tradicional-aquella
en la cual un grupo de políticos ‘iluminados’ que han sido elegidos
comandará el país con un cheque en blanco otorgado por los votantes.
La democracia, ahora, debe ser basada en el empoderamiento a través
de la participación, donde la sociedad es invitada a debatir y a compartir
el poder de determinar con el gobierno los principales lineamientos de un
proyecto de desarrollo propio de Brasil y los tipos de reformas necesarias
para generar o ajustar las instituciones y las relaciones sociales a la visión
de una sociedad que sea capaz de comandar su propio desarrollo y destino,
de garantizar el respeto integral por sus derechos sociales, económicos,
políticos, culturales y medioambientales, y de asumir la responsabilidad
individual y colectiva de realizar sus deberes como seres humanos y como ciudadanos
de Brasil y del Planeta Tierra.
Por el momento, la gente en Brasil está trabajando para hacer posible
este ideal: presionando activamente a aquellos que se encuentran en el poder
para que actúen en favor de las mayorías trabajadoras; participando
activamente en variados consejos y foros creados por el gobierno para aumentar
la participación de la gente en el debate sobre el presente y el futuro;
construyendo programas para democratizar la economía; y desarrollando
proyectos de educación popular para desarrollar el conocimiento y la
capacidad organizativa que va a permitir a los ciudadanos empoderarse a ellos
mismos para la creciente autonomía, autogestión y confianza
en sí mismos como pueblo en solidaridad con otros pueblos.
Marcos Arruda < marruda@pacs.org.br >
es Investigador para el Instituto de Políticas Alternativas para el
Polo Sur (PACS) en Río de Janeiro, Brasil, socio del Instituto Transnacional
y colaborador para el Programa de las Américas.
 

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Publicado por el Programa
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Cita recomendada:
Marcos Arruda, "El Desafío de Transformarse en un Ciudadano Activo
Bajo el Nuevo Gobierno de Brasil" Programa de las Américas (Silver
City, NM: Interhemispheric Resource Center, 7 de julio de 2003).
Ubicación
en Internet:
http://www.americaspolicy.org/commentary/2003/sp_0307brazil.html

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