La verdad sobre la inmigración ilegal y la delincuencia

Las fuerzas anti inmigración han estado martilleando para meternos en la cabeza el peligroso
vínculo entre la inmigración ilegal y los crecientes índices del crimen con violencia.
Su único problema es que los hechos no apoyan sus argumentos contenciosos y alarmistas.

"Algunos de los criminales fugitivos más violentos de hoy son inmigrantes
ilegales", es la frase titular de un informe sobre políticas publicado por el Centro
para Estudios sobre la Inmigración
(CIS por sus siglas en inglés), instituto de Washington,
DC que provee armamento intelectual a las fuerzas anti inmigrantes.

Otro estudio del CIS parte de una afirmación igualmente impresionista sobre la
conexión entre crimen e inmigración: "En los últimos años, se ha vuelto
difícil no percibir que los inmigrantes, legales o no, agobian al país con una grave criminalidad."

El CIS no es el único que acude a las impresiones para crear opinión sobre
cuán ilegales son los inmigrantes. Con base en anécdotas que fomentan temor, y no en estudios
científicos, grupos como el Centro para Estudios sobre la Inmigración han logrado convencer
a los medios de comunicación y al público estadounidense de que los inmigrantes indocumentados
son criminales. Una encuesta del Centro Nacional de Investigación de Opinión halló en
el año 2000 que el 73% de los estadounidenses creía que los inmigrantes se encontraban
casualmente relacionados con un mayor nivel de delincuencia.

Sin embargo, como en otras dimensiones del debate sobre la inmigración, los hechos
no respaldan el alarmismo. Ha habido docenas de estudios a nivel nacional que examinan inmigración
y delincuencia, y todos ellos llegan a la misma conclusión: los inmigrantes son más observantes
de la ley que los ciudadanos. Un estudio que realizó en 2007 el Centro
sobre Políticas de Inmigración
(en inglés, IPC) concluyó que las probabilidades
de que los inmigrantes—ilegales o no—cometan delitos o sean encarcelados son considerablemente más
bajas que las de los ciudadanos estadounidenses.

Ruben G. Rumbaut, coautor de "El Mito de la Criminalidad Inmigrante", sostiene: "La
falsa percepción de que los inmigrantes, sobre todo los ilegales, son responsables de mayores índices
de delincuencia, está hondamente arraigada en la opinión pública de Estados Unidos
y se apoya en las anécdotas que transmiten los medios de comunicación y en la mitología
popular." En palabras de Rumbaut, profesor de sociología en la Universidad de California
en Irvine, "Esta percepción no está respaldada empíricamente. De hecho, la
percepción es negada por la preponderancia de evidencia científica."

El estudio del Centro sobre Políticas de Inmigración reveló lo siguiente:

En los mismos períodos en que la inmigración—sobre todo inmigración
indocumentada—ha alcanzado o rebasado límites históricos, los índices de criminalidad
han disminuido, notablemente en ciudades con grandes números de inmigrantes indocumentados, entre
ellas ciudades fronterizas como El Paso y San Diego.

La tasa de encarcelamientos de hombres nacidos en el país de entre 18 y 39 años
de edad, era cinco veces mayor que para los hombres nacidos en el extranjero en el mismo grupo de edad.

Los datos de censos y otras fuentes demuestran que para cada grupo étnico, las
tasas de prisión entre hombres jóvenes están al nivel más bajo en lo que
toca a los inmigrantes, aun para aquellos menos educados y menos asimilados a nuestra cultura.

Como el estudio hace notar, el hecho de que muchos inmigrantes ingresen ilegalmente al
país es presentado mañosamente por las fuerzas anti-inmigración como un asalto al "imperio
de la ley", reforzando así la falsa impresión de que la inmigración y la criminalidad
están ligadas.

Uno de los hallazgos más inquietantes del estudio del IPC fue que los hijos de
inmigrantes, y los inmigrantes con muchos años en el país tienen mayores probabilidades
de convertirse en delincuentes que los inmigrantes de primera generación o que aquellos con menos
de 15 años en el país. En otras palabras, los inmigrantes más asimilados a la cultura
caen más fácilmente en el crimen—aunque todavía a tasas menores que las de los no
inmigrantes.

Las indignadas voces anti inmigrantes dominan los debates en la internet con su desinformación
y virulencia, e incluso presentan datos falsos para respaldar sus dichos. Las fuerzas anti inmigrantes,
por ejemplo, se sirven del "Informe Estadístico sobre Inmigrantes Indocumentados del INS/FBI
(del Primer Trimestre) de 2006" con su serie de estadísticas alarmantes acerca de los inmigrantes
ilegales y la delincuencia para probar su tesis de que los inmigrantes indocumentados no solamente infringen
la ley ingresando al país; también violan las leyes con una proclividad a los crímenes
violentos, una vez que se establecen aquí. Las estadísticas de tal estudio circulan en
portales cibernéticos restriccionistas y aparecen rutinariamente en blogs y secciones de comentarios
a través de toda la red.

La realidad es que no existe tal informe. El INS (Servicio de Inmigración y Naturalización),
el organismo que supuestamente lo produjo, dejó de existir en 2003.

Pero los hechos no obstaculizan a quienes están resueltos a satanizar a los inmigrantes
indocumentados, o "ilegales", en el vocabulario de los restriccionistas. ¿Cómo
explican grupos como el CIS el vacío entre sus impresiones y las estadísticas reales sobre
crimen e inmigración? El CIS se pregunta eso mismo en un informe de 2001: ¿Por qué los
estudios no establecen la conexión inmigración-crimen cuando "tantas otras evidencias
indican que son responsables de una ola de delincuencia individual y organizada"?

Contradiciendo su argumento principal de que el crimen inmigrante aterroriza al público
estadounidense, el CIS alega que no se denuncia el crimen inmigrante porque éste permanece dentro
de la comunidad inmigrante como delitos de inmigrante contra inmigrante. Es más, los departamentos
de policía tienden a evitar aplicar las leyes cuando hay inmigrantes implicados, porque la policía
no es el organismo encargado de hacer valer la ley migratoria. Como argüía Heather McDonald
en un informe publicado por el CIS: "En las ciudades donde el crimen causado por estos infractores
de la ley [los "extranjeros ilegales"] predomina, la policía no puede usar el medio
más obvio para aprehenderlos: su condición de inmigrantes."

El CIS y otros centros de investigación restriccionistas arguyen que dada la supuesta
naturaleza criminal [de los inmigrantes], la mejor manera de resolver el problema del crimen en ciudades
como Los Ángeles es realizar redadas de inmigrantes ilegales. "Debiera otorgarse a la policía
la opción de reportar las violaciones migratorias y actuar en consecuencia, cuando el hacerlo
así contribuya a la seguridad pública", escribió MacDonald, investigadora del
conservador Instituto Manhattan.

Partiendo de los hallazgos de estudios, de que los hijos de inmigrantes tenderán
más a delinquir que sus padres, el CIS propone que nuestra sociedad debe arrancar ahora el problema
de raíz deportando a los padres de los posibles futuros criminales. "Ciertamente, en el tema
del crimen, el mayor impacto de la inmigración está por venir", advierte Steve Camarota,
director de investigaciones del CIS.

La gran distancia entre hecho y percepción, entre realidad y escenario supuesto,
se hizo intensamente evidente en Iowa y New Hampshire durante las primarias presidenciales, en donde
el temor a los inmigrantes ha tornado la inmigración en tema principal de campaña, sobre
todo entre los republicanos. Al oír los denuestos de candidatos y votantes contra la inmigración,
se habría creído que en ese instante los inmigrantes cruzaban cual marejada la frontera
entre México y Estados Unidos directamente hacia Iowa y New Hampshire. Atizada por grupos anti
inmigrantes como FAIR (Federación
para la Reforma Migratoria Estadounidense), que publica perfiles alarmistas, estado por estado, del pretendido
impacto negativo de los inmigrantes, la fiebre restriccionista se ha extendido por todo el país.
Tanto en Iowa como en New Hampshire la población es en su inmensa mayoría blanca con una
mínima porción inmigrante. Incluso de acuerdo con los altos índices que estima FAIR,
la población de inmigrantes indocumentados o "ilegales", no sobrepasa 55,000 en Iowa
y 15,000 en New Hampshire.

Es cierto, la inmigración es un tema que merece discusión pública
y debe formar parte del debate electoral. Pero los hechos, no el temor y el espanto irracionales, debieran
conformar el debate nacional sobre las políticas para la inmigración.

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