Roger Noriega: El hombre de Washington en América Latina

El firme ascenso de Roger Noriega en las filas de la diplomacia estadunidense se ha cimentado no en sus habilidades como estadista o diplomático, sino en una disposición a hacer lo que sea necesario para defender los intereses de la elite estadunidense en todo el mundo. En muchas casos, las acciones han incluido negociaciones turbias, de legalidad y moralidad cuestionables.

Al Secretario Adjunto de Bush para Asuntos del Hemisferio Occidental no le resulta extraña la política que practican los Estados Unidos al alinearse con líderes latinoamericanos desagradables para promover sus propios intereses. Desde principios de la década de 1980, Noriega ha desempeñado papeles decisivos tanto en el Congreso como en la Casa Blanca. En julio de 2003 reemplazó al controvertido Otto Reich en su puesto actual.

Desde hace mucho tiempo, Noriega ha sido operador de las políticas estadunidenses de intervención directa e indirecta en todo el mundo. A finales de los años ochenta trabajó en la Agencia Estadunidense para el Desarrollo Internacional (USAID), donde administró la ayuda no-letal en Centroamérica. Tanto el Pentágono como USAID establecieron oficinas de ayuda humanitaria en 1985 después de que el Congreso prohibiera la ayuda militar estadunidense a los Contras nicaragüenses. Las oficinas estaban en Honduras, Costa Rica y en zonas de la misma Nicaragua. Gran parte de la ayuda fue entregada a los Contras por grupos evangélicos y políticos de derecha que trabajaban de cerca con el brazo ejecutivo. Más tarde se vio que Noriega se hacía cargo directamente de canalizar esa ayuda a los Contras en ocasiones, lavando la ayuda por medio de un operativo del cartel de las drogas de Medellín, Colombia, que residía en Miami.

Noriega también desempeñó un papel clave para inducir la caída del presidente electo de Haití, Jean-Bertrand Aristide, en marzo de 2004. El Centro para la Investigación Cooperativa (Center for Cooperative Research) tiene evidencias de que Noriega, quien fuera un vocal crítico del gobierno de Aristide, puso en circulación demandas para remover a Aristide de la Organización de Estados Americanos (OEA) en febrero de 2004. Una vez que los Estados Unidos ayudaron a derrocar al presidente Aristide, Noriega aplaudió de inmediato el ascenso del primer ministro Gerard Latortue, quien asumió el cargo a pesar de que vivía en Florida en ese momento y de que era, por lo tanto, inelegible para la presidencia bajo la ley constitucional haitiana. En medio de la violencia rampante y del caos, Noriega celebró el derrocamiento del gobierno haitiano, señalando ante el Congreso: Ahora podemos fomentar un nuevo comienzo si ayudamos a Haití a construir una democracia que respete el imperio de la ley y proteja los derechos humanos de sus ciudadanos.

Antes de 2004, Noriega preparó gran parte del terreno para remover a Aristide de su cargo. Mientras trabajaba para el congresista por Nueva York Benjamin Gilman en el Comité de Relaciones Internacionales de la Cámara, Noriega actuó con diligencia para involucrar a los guardias de seguridad de Aristide en varios asesinatos políticos. Más tarde, siendo embajador de los EUA ante la OEA, Noriega colaboró regularmente con el Instituto Republicano Internacional (International Republican Institute) en sus esfuerzos por construir la oposición haitiana, incluso contra los deseos de la embajada de los EUA en dicho país que intentaba mediar entre todos los partidos involucrados. El jefe del IRI en Haití, Stanley Lucas, recibió el apoyo de Noriega, incluido el apoyo para eventos que llevaron al golpe de Estado de 2004. Noriega guardó silencio siempre que se le preguntó por el papel que había desempeñado el IRI en aquel país.

Siguiendo los mismos pasos que en Haití, la más reciente raison d etre de Noriega es la destitución de Fidel Castro. Como vocero principal de las nuevas medidas para intensificar el embargo contra la isla esbozado en el reporte de la Comisión para la asistencia a una Cuba libre de 2004 Noriega anunció los planes para acabar con el régimen del dictador cubano Fidel Castro y preparar la ayuda para una Cuba post-Castro. La nueva ronda de sanciones contra la isla por parte de la administración Bush les costará a los norteamericanos $59 millones de dólares y muy probablemente será contraproducente para cualquier anhelo legítimo de mejorar los derechos humanos y la transición democrática.

Noriega ha pasado años desarrollando políticas de derecha para castigar a Cuba. Fungió como miembro principal del equipo de trabajo de Jesse Helms en el Comité de Relaciones Exteriores que en su momento elaboró el borrador y aprobó la famosa Acta Helms-Burton de 1996. Defensores de derechos humanos, juristas internacionales y gobiernos foráneos han protestado contra el acta porque tiene como meta estrangular económicamente a la isla y forzar a otros países a imponer el embargo estadunidense.

La falta de diplomacia de Noriega en el continente ha ofendido a muchos líderes latinoamericanos. En respuesta a las críticas que hiciera Noriega contra Argentina por visitar Cuba e inclinarse hacia la izquierda en su política económica, el presidente Kirchner señaló muy molesto que su país no era más el tapete de los Estados Unidos.

Es muy probable que la sustitución en enero de 2005 del exsecretario de Estado Colin Powell por Condoleezza Rice, quien estuviera continuamente asociada a la facción neoconservadora y anti-multilateral del equipo de política exterior de la administración, fortalezca el papel de Noriega en la política continental. El nuevo equipo garantiza la continuidad de las políticas unilaterales de Washington en Latinoamérica, y Roger Noriega ha demostrado ser un soldado de infantería leal a dichas políticas. Powell y Noriega tuvieron un enfrentamiento público cuando Noriega aplaudió el breve golpe de Estado en Venezuela. Esto obligó al secretario de Estado Powell a distanciarse de las declaraciones de Noriega una vez que el presidente Hugo Chávez fue devuelto al poder.

Las perspectivas políticas que comparten Rice y Noriega podrían impedir confrontaciones entre ambos si es que Noriega mantiene su elevada posición en el Departamento de Estado. Pero el hecho de que Noriega continúe siendo el hombre clave del gobierno estadunidense para las relaciones con Latinoamérica y El Caribe no va a aliviar en nada las crecientes tensiones entre la región y los Estados Unidos.

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