El avance de la derecha

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El avance de la derecha
por Octavio Rodríguez Araujo | 10 de junio de 2002

Con el triunfo de Álvaro Uribe en Colombia se ratifica que la transición a la democracia en América Latina ha servido para que la derecha avance y, junto con ésta, el poderío de Estados Unidos en la región. La izquierda, en todos sus matices (desde la guerrillera hasta la de tipo social demócrata y populista), es la gran perdedora de esta transición.
Ya no hay siquiera disimulo. Se trata de una derecha pro-estadunidense sin hipocresías, descarnada, directa, indigna y desnacionalizada desde el Río Bravo hasta la Patagonia. La excepción en el continente es el ex monaguillo Chávez, presidente populista al que ya se le dio un susto para que ablandara su discurso y moderara sus políticas antimperialistas. Fuera del continente, como una auténtica isla (en varios sentidos), queda Cuba, cuyo presidente todavía resiste a la avasalladora política hemisférica de Estados Unidos.
La era de las dictaduras y de los regímenes autoritarios como el mexicano ya terminó, dejó de ser útil a los intereses de Washington. Primero fueron sustituidos por regímenes de democracia restringida, de acuerdo con los proyectos de la Comisión Trilateral. Para esa fase fueron útiles los gobiernos de tipo socialdemócrata, pero resultaron tan ineptos y corruptos que la derecha tomó la estafeta, con el beneplácito de las clases medias latinoamericanas preocupadas por su capacidad de compra (en medio de enormes espirales inflacionarios) y por la persistencia de movimientos campesinos armados.
De la democracia restringida se pasó a la democracia electoral sin límites y, con ésta, a las garantías de libertad en todos los órdenes, comenzando por el económico. Junto con el modelo democrático se dio la liberalización económica, como dos condiciones atadas y, gracias a los endeudamientos externos necesarios para las políticas sociales demagógicas de los regímenes socialdemócratas y similares del anterior periodo, el Fondo Monetario Internacional se convirtió en el hado sin el cual los gobernantes latinoamericanos se sienten incapaces de gobernar (“o cumplimos con las exigencias del FMI o me voy”-dijo recientemente Duhalde, presidente de Argentina).
¿Por qué la derecha está avanzando electoralmente? En primer lugar, y aunque parezca perogrullada, porque la izquierda ha desaparecido o no se encuentra a sí misma ni parándose frente a un espejo. En segundo lugar, porque amplios sectores de la población, especialmente los jóvenes, perdieron confianza en la política y en los políticos y no se han percatado que, con su abstención, le abonan el terreno a las fuerzas más conservadoras. En tercer término, porque los partidos tradicionales, de derecha y de izquierda, han caído en el desprestigio por no haber logrado resolver problemas que los grupos conservadores (también dueños o víctimas de la televisión y la radio) han considerado inadmisibles; de aquí que no han sido partidos los que han triunfado en México, Venezuela, Perú, Colombia, Chile y otros muchos países, sino personas que han sabido capitalizar, con partidos al vapor o arrastrando a sus partidos (solos o en coalición), los deseos de cambio de quienes sí votan, crean o no en la política. Y, finalmente, porque los sectores conservadores que todavía acuden a las urnas son, por lo mismo (otra perogrullada), de derecha y, obviamente, no votarían por quien no les garantice orden y seguridad, algo de honestidad, estabilidad económica y, por qué no, una buena relación con Estados Unidos que, guste o no, es la potencia económica de la que dependen las economías del hemisferio y más ahora con la globalización económica que-se dice-es irreversible.
La trampa de la transición a la democracia ha sido que ésta sólo se ha entendido en términos electorales y como garantía de todas las libertades. Si se garantizan todas las libertades no pueden restringirse-se argumenta-las libertades económicas basadas en la libre empresa. Si la democracia es libertad de elección y que los votos legitiman al gobernante, no importa entonces el número de votos, sino el mayor porcentaje de los que votaron a favor de un candidato. Todo lo demás sale sobrando, y lo grave es que muchos (todavía) se lo creen.
¿Qué tipo de crisis, y de qué profundidad, será necesaria para que esa gente que vota por la derecha reaccione y se dé cuenta de que “otro mundo es posible” aunque todavía no esté definido? ¿Qué alternativa podría proponerse a la crisis de la política, de los partidos y de la llamada representación popular? Mientras encontramos respuestas, la derecha sigue avanzando.
Este articulo originalmente apareció en el sitio web ALAI-América Latina en Movimiento ( www.alainet.org ) el 29 de mayo de 2002. Lo republicamos acá con la permisión de ALAI.

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Cita recomendada:
Octavio Rodríguez Araujo, ” El avance de la derecha”, Comentario, Programa de las Américas (Silver City, NM: Interhemispheric Resource Center, June 10, 2002). Originalmente publicado por ALAI-América Latina en Movimiento ( www.alainet.org ).
Ubicación
en Internet:
http://www.americaspolicy.org/commentary/2002/sp_0206colombia.html

 

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