Sin estridencias y con la apatía que caracterizó a la campaña, ocurrió lo
    que todos esperaban. La primera dama, senadora y candidata a presidenta por el oficialista Frente
    para la Victoria (FPV), Cristina Fernández de Kirchner, se alzó con un cómodo
    triunfo en primera vuelta. Así, con el 44,92% de los sufragios, se convertirá este
    10 de diciembre en la primera mujer de la historia argentina en acceder a la presidencia por medio
    del voto popular. 
Su primer discurso como presidenta electa fue breve y puso de manifiesto el cambio hacia un tono conciliador
  y de búsqueda de consensos: "Quiero convocar a todos los argentinos, sin rencores, sin
  odios; el odio hace mal, el odio sólo destruye", dijo. Junto a ella estaba su marido y
  actual mandatario, Néstor Kirchner, cuyo futuro es una gran intriga nacional. En la tarima se
  podía ver también al próximo vicepresidente, el gobernador de la provincia de
  Mendoza Julio Cobos, quien perteneciera a la ahora fracturada Unión Cívica Radical (UCR)
  y que se sumó al kirchnerismo a través de la nueva coalición oficialista: La Concertación
  Plural. 
Gran parte del triunfo de Fernández de Kirchner se debió a la ampulosa victoria en la
  vital Provincia de Buenos Aires que, con sus más de 10 millones de votantes, representa el 37%
  del total de los electores del país. Allí, el actual vicepresidente Daniel Scioli se
  consagró gobernador con más del 48% de los votos, cifra superior a la obtenida por la
  primera dama no sólo a nivel nacional, sino en la misma provincia. Este dato demostró el
  poder propio con que el ex corredor de lanchas cuenta para negociar con el Ejecutivo Nacional y abrió varios
  interrogantes sobre sus potencialidades futuras. Porque si bien hoy se erige como estrella K, existe
  la especulación de que a largo (mediano) plazo se convierta en el líder del peronismo
  más ortodoxo y tradicional. Lo cierto es que, a pesar de que su origen político se encuentra
  en la neoliberal década del 90 de la mano del por entonces presidente Carlos Menem (1989-1999),
  hoy Daniel Scioli supo construir con habilidad una imagen de político sencillo y humilde, lo
  que se encargó de ratificar con su llamado a la oposición para que lo "ayuden a
  gobernar". 
Salvo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (más conocida como Capital Federal), Córdoba
  y San Luis, el FPV ganó en todas las provincias. La senadora obtuvo resultados particularmente
  gratos en el Conurbano Bonaerense, en el Noroeste, en el Noreste, en Mendoza y en la Patagonia. Pero
  no sólo eso, cada una de las ocho elecciones a gobernadores provinciales fueron ganadas por
  postulantes devotos de los distintos tipos de armados políticos kirchneristas. Esta nueva hegemonía,
  que incluye a radicales K, algunos ex menemistas y K puros, se demostró además, a contramano
  de lo que se creía en Gualeguaychú, Colón y Concordia, donde se concentra el pleito
  con las pasteras de Uruguay, y en la Provincia de Santa Cruz , marcada recientemente por fuertes protestas
  contra el gobierno federal de sectores principalmente docentes. 
El Ejecutivo ostentará además el control del Congreso ya que en estas elecciones puso
  en juego 49 bancas y juntó 75 nuevas. No sólo contará con quórum propio
  en la cámara de Diputados (hacen falta 129 y el futuro gobierno contará con 137), sino
  que en alianza con pequeños bloques afines, podría llegar a totalizar el 60% del cuerpo.
  En el Senado, el oficialismo cuenta con casi dos tercios de la cámara. Así, el FPV dejó a
  la oposición atomizada y sin poder de negociación. 
Sin embargo, el arrollador triunfo estuvo acompañado por pérdidas en los grandes centros
  urbanos que dejó de manifiesto la enorme diferenciación sociocultural en el voto de los
  argentinos. Fernández de Kirchner, salvo en San Miguel de Tucumán y Mendoza, no ganó en
  ninguna ciudad importante del país como son Rosario, Córdoba, Mar del Plata, La Plata,
  Bahía Blanca y la ya mencionada Capital Federal. Este fenómeno que algunos llamaron territorialización
  de la política se explica por la brecha que separa a la clase media de las grandes urbanizaciones,
  cuyas demandas se centran en lo político, sobre todo en mayor transparencia, seguridad e institucionalidad;
  de las localidades pequeñas y los sectores más humildes, cuya atención está puesta
  en el crecimiento económico y la generación de empleo. 
Los otros
En el mapa nacional, para ratificar el auge femenino, se ubicó segunda la representante de
  la recientemente creada Coalición Cívica (CC), Elisa Carrió. Acompañada
  por el socialista (PS) Rubén Giustiniani, la fórmula realizó una buena performance
  en los grandes conglomerados urbanos como Rosario y la Capital Federal, donde el oficialismo nunca
  pudo pisar fuerte. En la carrera por la gobernación de la provincia de Buenos Aires, donde se
  esperaba un segundo puesto del empresario derechista Francisco de Narváez gracias a su inversión
  millonaria, una retórica con el acento en la inseguridad y el apoyo del Jefe de Gobierno electo
  de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Mauricio Macri, la CC hizo también una buena elección.
  Margarita Stolbizer, quien como Carrió nació en el radicalismo, sacó el 16,58%
  de los votos superando al 14,9 del empresario. 
De aquí en más, el objetivo de Carrió será traducir ese 25% de los sufragios
  que obtuvo en argumentos para consolidarse como la lidereza de la oposición: "Ya somos
  la segunda fuerza política indiscutida", deslizó mientras reconocía el triunfo
  del oficialismo. Por lo pronto, al desplazar al radicalismo la CC se transformó en la primera
  minoría en el Congreso ya que, si conformara un interbloque con el PS, alcanzaría 35
  diputados. Cifra que si bien muestra la enorme distancia del FPV, también señala el significativo
  crecimiento de esta fuerza. 
Tercero, con el 16,88% de los votos, quedó el candidato Roberto Lavagna, que no pudo cumplir
  las expectativas de su debut electoral. También peronista, pero con el apoyo oficial de la UCR,
  el ex ministro de Economía de Eduardo Duhalde (2002-2003) y del propio Kirchner reconoció su
  derrota y aceptó con resignación desde su bunker que "no hay peor batalla que la
  que no se da". Tras repasar lo que era su propuesta de gobierno terminó con un lamento: "Los
  argentinos nos merecemos más". Su consuelo inesperado fue un triunfo con el 35,22% de los
  sufragios en Córdoba, una de las principales provincias del país. 
Por su parte, Alberto Rodríguez Saá, el gobernador de San Luis y candidato por el peronismo
  más rancio se ubicó cuarto con el 7,71%. En su discurso ortodoxo, Rodríguez Saá buscó recoger
  los restos desperdigados del justicialismo herido con la llegada de los Kirchner y la Concertación
  Plural. Quinto quedó, con el 1,6%, el cineasta de izquierda, Fernando "Pino Solanas",
  que se mostró satisfecho por "haber plantado bandera" de cara al 2009 y el 2011 y
  seguramente por haber desplazado de ese lugar al derechista gobernador de Neuquén, Jorge Sobisch. 
En términos generales, la jornada transcurrió con normalidad. Sin embargo, la falta
  de boletas y la ausencia de autoridades de mesa (el 85,9 había rechazado las notificaciones)
  generaron fastidio, discusiones, demoras considerables y alguna que otra poco fundada denuncia de fraude. 
Perspectivas
La pregunta sobre la transición trae varias dudas, no sólo por su extraño carácter,
  sino por un clima general que apuesta al continuismo. Lo cierto igual es que sin el estado de excepción
  del "infierno" y sin el clásico período de gracia y altos márgenes de
  popularidad con que todo primer mandatario cuenta al inicio de su gestión, Fernández
  de Kirchner se halla ante el desafió de responder a una demanda de cambio que ella tomó como
  slogan de campaña. La definición del giro está sin duda pendiente. 
En lo social, el desafío estaría puesto en la traducción del crecimiento sostenido
  de la economía a un 8%, en políticas distributivas. Pero si bien la presidenta señaló que
  el combate a la pobreza y la desocupación será su prioridad, todavía no queda
  claro cuánto del modelo económico, al fin y al cabo principal bastión del actual
  gobierno, puede ponerse en juego para cumplir con este objetivo. 
El proyecto de la mandataria para resolver la puja distributiva y el problema de la inflación
  (el problema central sobre el que hoy se debate en el país), estaría centrado en un pacto
  salarial entre Estado, empresarios y sindicatos, que permita una suba de salarios única para
  todo el año y el aumento de precios paulatinamente, combinado con la receta heterodoxa de no
  enfriar la demanda y, con inversión, generar oferta. 
Esto estaría acompañado de una posible expansión de los préstamos al sector
  privado, un aumento de las retenciones al agro—que por la cotización a nivel internacional de
  la soja, el maíz y el trigo el sector ha disminuido las quejas—y, se rumorea, un tipo de cambio
  a una banda entre 3.30-3.35 pesos para mejorar la competitividad y la recaudación. 
Por lo demás, no hay señales de que se termine la reticencia a recuperar empresas privatizadas
  durante los noventa o a frenar la transnacionalización en sectores claves como petróleo
  y gas, medios de comunicación, alimentos, servicios financieros, minería y siderurgia. 
Tampoco queda claro todavía cómo se resolverá la crisis energética (que
  según el gobierno tuvo como principal culpable al frío del invierno), el problema del
  monocultivo y la trágica paradoja de que un país que produce alimentos para 300 millones
  de habitantes no pueda satisfacer las demandas de su población que roza los 40. 
El misterio de la futura construcción
En lo partidario, todavía no se avizora cuál será el perfil del sistema político
  en emergencia tan marcado por la "crisis de representatividad" del 2001. Así como
  tampoco el carácter de la reorganización en el Frente para la Victoria y del peronismo
  en general, tarea que parece haber sido asignada al actual presidente. 
Todas las declaraciones en este sentido indican una pretensión del gobierno de que la clásica
  fractura peronistas-antiperonistas vire hacia un sistema de partidos con orientaciones de centroizquierda
  y centroderecha, aunque manteniendo rasgos de las viejas identidades partidarias. Para estas elecciones,
  sin embargo, el hecho de que Macri no se haya presentado permitió que los sufragios estuvieran
  marcados, más allá de la fragmentación y la dispersión de los partidos
  tradicionales, por la primera dicotomía. Factor que benefició a Carrió y a la
  concertación que, como ella misma sostiene, no está centrado en categorías derecha
  e izquierda. 
En el caso de que esa reconfiguración vaya tomando cuerpo las preguntas rondarían en
  torno a las formas y contenidos del reagrupamiento que propone el oficialismo y que hasta ahora sólo
  tiene como indicio la "Concertación Plural". Habrá que ver, además,
  cuál de los dos principales referentes de la oposición, Macri o Carrió, logra
  posicionarse mejor. Macri viene fortalecido por el gran golpe de haber ganado la jefatura de gobierno
  en la Capital. Pero estas elecciones nacionales mostraron la gran mezquindad política con la
  que jugó y los costos de esa opción, que se expresaron en la merma de legisladores propios.
  Carrió cuenta con el encierro de Macri en el distrito porteño, pero tiene la limitación
  de estar sostenida en un liderazgo mediático y en un armado político ad hoc cuya perdurabilidad
  es un interrogante. 
De cara al mundo
Una última cuestión a mencionar refiere al plano internacional. La mejor disposición
  de la mandataria para la política exterior y el sueño expreso de que "Argentina
  sea una marca en el mundo", situaría a este plano como otro de los ejes centrales del nuevo
  gobierno. Al parecer Fernández de Kirchner tendría intenciones explícitas de buscar
  inversiones externas, lo que podría tener como primer paso una reconciliación con el
  Fondo Monetario Internacional y el Club de París. Para ello y más allá de las
  comparaciones, las expectativas de la mandataria argentina estarían puestas en un cambio en
  la Casa Blanca por la demócrata Hillary Clinton, y así renovar el frió vínculo
  que tuvieron Néstor Kirchner y George Bush. 
Fernández de Kirchner afirmó además que mantendrá la política de
  resituarse en América Latina y apuntó a la necesidad de ampliar el Mercosur y tener mayor
  complementariedad. Habrá que ver en este contexto cuáles son las posibilidades de reconciliación
  con el vecino uruguayo tras el conflicto de la pastera Botnia en el margen del río que une a
  ambos países. 
 
								

