Migración y Mecanización en los campos de caña para biocombustibles de Brasil

En la rica región de caña de azúcar de Sao Paulo se encuentra el apacible pueblo de Guariba. Afuera de la iglesia católica de la plaza principal de Guariba, el equivalente a un automovilista estaciona su caballo y carreta entre un Chevy y un Fiat. Un vendedor ambulante empuja un tallo de caña de azúcar a través de una prensa que extrae su dulce jugo para un cliente sediento, al mismo tiempo que jóvenes brasileños toman un receso entre juegos de video y sesiones de chat frente a un café Internet. Ubicada en el centro del auge del etanol que está transformando la centenaria industria de la caña de azúcar de Brasil en productora global y de alta tecnología de los biocombustibles, Guariba es el choque de lo antiguo con lo nuevo .

La industria de caña en São Paulo ahora es un epicentro de la
producción de biosombustibles. Foto: Gretchen Gordon.

Casi 10% de la población de Guariba labora como cortador de caña. La mayoría han emigrado desde el noreste de Brasil en donde la tierra y el empleo son escasos. Aún cuando los brasileños continúan arribando a la región en busca de una mejor forma de vida, la industria globalizada puede hacer esos sueños todavía más inciertos.

Desde los 1970s, Brasil ha desarrollado una vibrante industria del etanol que ha desplazado la mitad del mercado doméstico de la gasolina derivada del petróleo. En los últimos cinco años, Brasil ha emergido como el mayor exportador global de etanol. La nación no sólo ha expandido la producción y las exportaciones, también creó un lucrativo nicho del suministro de tecnología del etanol y de la inversión dirigida a naciones centroamericanas y del Caribe, con la esperanza de capitalizar el creciente mercado de los biocombustibles.

Un día de trabajo difícil

En una tarde de domingo, João Dias Peixoto de treinta años, está descansando en una banca de una de las plazas de Guariba. Originario de Minas Gerais, Dias Peixoto emigró a Guariba para cortar caña en una plantación cercana. Él considera al auge del etanol un desarrollo positivo para la nación. "Si hay mercado en el extranjero, es bueno," dice.

Cuando se le pregunta como es el trabajo, sin embargo, Dias Peixoto es menos entusiasta. Él hace pausa por un momento. "Es complicado," dice finalmente y admite que no le alcanza para cubrir sus gastos y que la industria es "un tipo de esclavismo."

La alusión al esclavismo no es una mera hipérbola. Inspecciones en el sector agrícola llevadas a cabo por el Ministerio del Trabajo brasileño durante el año pasado, revelaron que más de 4,500 trabajadores eran mantenidos en condiciones de peonaje y más de la mitad de ellos laboraban en plantaciones de caña. Aún en donde los cortadores de caña de azúcar ganan el salario mínimo, su pago total está basado en el volumen cortado de caña. Debido a que es casi imposible que los trabajadores estimen el volumen que han cortado, es común la expoliación de su salario. Además, la labor físicamente extenuante de cortar caña, con frecuencia lleva a lesiones debilitantes de la espina dorsal; mientras que la práctica de quemar los cañaverales para facilitar el corte manual puede causar enfermedades respiratorias severas. Al tiempo que la competencia en la industria se incrementa, los trabajadores compiten por cortar a mayor velocidad con el fin de asegurar un lugar en la próxima cosecha, llevando a algunos a trabajar hasta el colapso e incluso hasta la muerte.

La extenuante naturaleza del corte manual de caña es uno de los pocos asuntos en los que la mayoría de los brasileños pueden estar de acuerdo. Y éste es un asunto que está recibiendo creciente escrutinio de importadores de etanol, especialmente en Europa. Qué hacer acerca de ello es, sin embargo, menos claro.

Con la creciente inversión y competencia en la industria del etanol y el cada vez mayor escrutinio internacional de las condiciones laborales, así como de los impactos ambientales provocados por las quemas de cañaverales, la industria brasileña del etanol se está mecanizando rápidamente. La mayoría de los trabajadores de la caña perciben a la mecanización como una amenaza, incluso mayor a los riesgos de su propio trabajo.

De acuerdo con el Sindicato de Trabajadores Rurales de Guariba, cada cosechadora mecánica reemplaza a más de 100 trabajadores. La Asociación de Industriales de la Caña de Azúcar de Brasil, predice que el 80 por ciento de los 500,000 puestos de trabajo del sector desaparecerán en los próximos tres años debido a la mecanización. En ausencia de otras fuentes de trabajo que absorban esta fuerza laboral primordialmente migrante, el resultado podría ser la descomposición y la agitación social.

Una población invisible

La hermana Ines Facioli coordina Pastoral do Migrante, una organización católica que atiende a los cortadores de caña migrantes de la región. De acuerdo con la hermana Ines, aproximadamente el 70 por ciento de los 350,000 cortadores de caña del estado de Sao Paulo son trabajadores migrantes. Sin embargo, ni los ingenios azucareros ni el gobierno saben quiénes son estos trabajadores migrantes, en dónde viven o cómo están subsistiendo. Ante la transformación que ha experimentado la industria, de ingenios azucareros familiares a ingenios cuya tenencia está en manos de grupos de inversión o compañías multinacionales, los cortadores de caña—que solían hospedarse en barracas propiedad de los ingenios—son ahora dejados a su suerte para encontrar alojamiento en pueblos y ciudades cercanos. Muchos migrantes viven con otros cortadores de caña en chozas informales en los pueblos o en las crecientes favelas de las periferias urbanas.

La razón principal por la cual los migrantes dejan sus comunidades es la falta de oportunidades económicas, especialmente en el noreste empobrecido. "Ellos no tienen tierra, y trabajar la tierra en sí mismo no provee lo suficiente para vivir." explica la hermana Ines. "Ellos vienen aquí con el objetivo de comprar un poco de tierra, construir una casa."

En la estación de camiones en Timbiras, en la región de Maranhão, cada día parten 13 camiones a Sao Paulo. En 2007 aproximadamente 70,000 residentes emigraron. Pero para muchos el sueño que motiva a los jóvenes Maranhenses para dejar sus pueblos nunca se realiza.

"La gente va a emigrar a donde hay trabajo … en busca de algo mejor," dice la hermana Ines. "Pero aquí es peor. La vivienda de los Maranhenses aquí es peor de lo que tenían allá. Más importante aún, allá ellos tenían una estructura social."

Una promesa ilusoria

En la esquina de la plaza de Guariba, los autos avanzan hacia la estación de gasolina verde y blanco de Nivaldo Mazz, para llenar sus tanques con etanol a 1.25 reales brasileños por litro. "El precio del etanol se ha incrementado," dice Dias Peixoto al tiempo que observa. "Pero no es un precio alto para alguien que trabaja en la caña—el trabajador no ve nada de éste."

El costo del etanol brasileño no se mide sólo en reales. "Alguien que corta caña por diez años está acabado," dice la hermana Ines. "Los ves con los brazos hinchados, deformados, con problemas de la espina dorsal."

Mientras que la creciente mecanización del sector cañero de Brasil puede ayudar a mejorar la imagen de la industria al remover seres humanos de un proceso fatigante y explotador, como lo percibe la hermana Ines, la mecanización no está exenta de sus propios costos significativos. "Ésta va a generar más pobreza," dice ella, especialmente para los migrantes. "Si ellos no tienen empleo allá, ellos vienen aquí. Y si ellos no tienen empleo aquí ¿adonde irán?"

Soluciones difíciles

Mitigar problemas añejos de pobreza y migración requiere invertir en las regiones más empobrecidas y, aún más importante, en programas de gran envergadura de reforma agraria, de tal manera que los brasileños rurales puedan encontrar oportunidades sin tener que migrar. Pero asegurar un mayor acceso a la tierra no es parte del plan gubernamental de desarrollo de biocombustibles, ni tampoco es el objetivo de otras naciones que están emulando el ejemplo brasileño.

Mientras el auge de los biocombustibles ha atraído un flujo de inversiones en dólares de todas las regiones del globo, mayores ganancias no han beneficiado a los brasileños que trabajan para producir esa energía. "Los ingenios azucareros no valoran nuestro trabajo," dice Dias Peixoto. "No importa si el producto final tiene valor."

Aunque la reciente crisis financiera global está mermando las nuevas inversiones en biocombustibles, los analistas predicen que el auge de los biocombustibles resurgirá cuando los precios del petróleo se recuperen. Al tiempo que la promesa de un desarrollo económico basado en biocombustibles continúa capturando la imaginación de los migrantes a lo largo de Brasil, así como de naciones a lo largo de la región, con la globalización esa promesa puede estar transitando a la deriva lejos de la realidad.

"Yo vine aquí con la esperanza de encontrar algo mejor—es la razón por la que todos migran," dice Dias Peixoto. "Pero es sólo una ilusión."

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