Elecciones en Argentina: Giro a la derecha y golpe al kirchnerismo

El 28 de Junio se realizaron en Argentina elecciones legislativas, pero de lo único que se habla es de los comicios presidenciales de 2011. Con unos resultados que arrojan al Frente para la Victoria (FPV/PJ), el partido gobernante, un apoyo del 31,2% a nivel nacional y una pérdida de 24 diputados y cuatro senadores (entre propios y aliados), el gobierno de la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner pierde el control en ambas cámaras y queda muy debilitado.

La gestión Kirchner parece ser uno de los principales responsables de un
giro a la derecha en la coyuntura nacional. Foto: www.culsans.com.ar.

El ex presidente Néstor Kirchner adelantó las elecciones, condujo la campaña, encabezó la lista a diputados por el FPV en la Provincia de Buenos Aires y llevó al gobernador de ese distrito, Daniel Scioli, y a algunos intendentes del conurbano bonaerense, a presentarse en las tan criticadas candidaturas testimoniales—candidaturas de políticos que ya ostentaban cargos públicos y que no tenían intención de dejarlos para asumir como diputados. Tiró, como se dice en el país gaucho, toda la carne al asador. La elección quedó planteada entonces como un plebiscito nacional.

Ahora, la sorpresa de esta derrota—la primera para el Partido Justicialista (PJ) desde 2003—debilita enormemente la gobernabilidad de Cristina Fernández para los dos años que le quedan a cargo de la presidencia. Además de que prácticamente anula la posibilidad de que Kirchner sea reelecto, y deja incluso con pocas chances al Gobernador Scioli, que por su estilo moderado resultaba un candidato viable del kirchnerismo en 2011.

El oficialismo perdió bancas en distritos importantes como Santa Fe, Córdoba, Mendoza, Santa Cruz y la capital federal. Pero sin duda, la derrota más difícil de digerir fue la de la Provincia de Buenos Aires, distrito donde Kirchner siempre midió su poder. Allí, el empresario colombiano Francisco De Narváez, portador de una identidad peronista confusa y aliado del conservador jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, en la coalición Union-PRO, consiguió un triunfo ajustado, quedando dos puntos por encima de Néstor Kirchner.

La Union-PRO ganó en la capital federal con la candidata a diputada Gabriela Michetti que renunció a su cargo de Vicejefa de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires para encabezar la lista porteña. Así quedó consolidada una nueva derecha de pocas tradiciones políticas que emerge del mundo empresarial: Macri llegó al poder por su gestión como presidente de Boca Juniors y De Narváez tuvo a su cargo Casa Tía, empresa que le dejó una fortuna que rondaría los 500 millones de dólares. Ambos son en parte productos del marketing publicitario y sus programas cuentan, más allá del combate a la inseguridad, con propuestas poco claras: durante la campaña, los tres principales referentes del partido llegaron a disentir sobre si había que estatizar o privatizar las empresas públicas.

Con este resultado, Mauricio Macri sueña con llegar al sillón de la Casa Rosada en 2011. Sabe, sin embargo, que aunque Union-PRO cuente con el apoyo de los sectores medios y también de algunas zonas humildes del padrón bonaerense, la falta de una estructura nacional, lo llevará a buscar, más temprano que tarde, aliados en el PJ.

Otro de los ganadores de esta contienda electoral fue el ex gobernador de Santa Fe Carlos Reutemann. El peronista opositor a los Kirchner acaba de conseguir su reelección como senador nacional, por apenas un punto de diferencia con respecto a Rubén Giustiniani, el candidato del actual gobernador de Santa Fe, el socialista Hermes Binner. Ahora se perfila como el posible conductor del PJ frente al debilitamiento de los Kirchner. Reutemann consiguió el triunfo gracias a su militancia a favor de la causa del campo durante el conflicto por las retenciones y al endurecer sus críticas al gobierno. Gracias a su sobrio perfil hoy es el más codiciado dentro del establishment local.

La oposición no peronista del Acuerdo Cívico y Social—un interbloque de centro derecha conformado por la Unión Cívica Radical (UCR), la Coalición Cívica (CC), el cobismo y algunos bloques del Partido Socialista (PS)—también salió bien parada en estas elecciones. Si bien no obtuvo tan buenos resultados en la capital, quedando en el tercer puesto, sumó a nivel nacional 13 bancas en Diputados y tres en el Senado. El Vicepresidente Julio Cobos, cuyo candidato a senador, Ernesto Sanz, ganó en Mendoza, consiguió situarse como el principal referente de la oposición no peronista y el posible candidato a la presidencia. Así quedó planteado el invento argentino: el radical que se fue de su partido para unirse a los Kirchner (K) y formar parte del Ejecutivo, después de su enfrentamiento con la presidenta por su voto en contra de las retenciones, vuelve a sus orígenes partidarios. Cobos asegura, como si no hubiera contradicciones, que su campaña en contra de los K será desde el despacho vicepresidencial.

La otra corriente de oposición no peronista es la que hoy lidera el cineasta y ahora diputado electo Pino Solanas. El Proyecto Sur, que articuló su campaña con un discurso nacionalista de izquierda, en defensa del patrimonio nacional y los recursos naturales, consiguió sorpresivamente el segundo lugar, detrás de Gabriela Michetti, en la capital federal. Solanas representó en esta campaña de millones de pesos, un voto por la ética y contra la corporación política: contaban con escasos fondos y sus candidatos eran reconocidos por sus comprometidas trayectorias.

Así, con este panorama tan centrado en las candidaturas presidenciales, se confirman algunas viejas tendencias del país: el derrumbe de los partidos políticos por el personalismo, la territorialización y el hiper presidencialismo. También se ve el cierre de una configuración simbólica de centroizquierda, que ya se venía expresando hace unos años y que coincide cada vez más con una tendencia regional, y la "derechización", que tiene tanto que ver con las nuevas tendencias ideológicas en el país, como con los errores del gobierno nacional, sobre todo en el mandato de Cristina Fernández.

Las lecturas de la derrota

El mismo lunes 29 de Junio, el gobierno intentó reparar los daños. Además de la conferencia de prensa donde la Presidenta reconoció la derrota—aunque con tono socarrón—Néstor Kirchner decidió desligarse de la conducción del PJ y puso en su cargo al Gobernador Scioli. El fin de la era K dejó entonces al peronismo sin líder; y ya todos están con los ojos puestos en la interna y en los posibles sucesores.

Scioli ha intentado en estas semanas conversar con los gobernadores del PJ cuyos candidatos ganaron cómodamente—el sanjuanino José Luis Gioja, el chubutense Mario Das Neves, el tucumano José Alperovich, el chaqueño Jorge Capitanich y el salteño Juan Urtubey, y sus aliados—para que se garantice la gobernabilidad de la presidenta en los años que vienen. Saben que un adelantamiento de las elecciones o una ruptura aún mayor del oficialismo perjudicaría al PJ en su conjunto y dejaría el terreno allanado para los opositores radicales y del peronismo disidente.

Aún así, los gobernadores aprovecharon el debilitamiento de los K para poner en agenda temas antes relegados: coparticipación de los impuestos a las provincias, retenciones a las producciones agrícolas y un modelo económico más ortodoxo. El empoderamiento de estos líderes provinciales y municipales, tal como señala el sociólogo Marcos Novaro, deja el peligro abierto de pasar de una concentración del poder a una desconcentración caótica y desordenada.

Días más tarde de esta reorganización en el frente interno, vinieron los cambios en el gabinete. A la renuncia de la Ministra de Salud, Graciela Ocaña—que no estaba ligada a las elecciones sino a la emergencia sanitaria en el país por la Gripe A—le siguió el Secretario de Transporte Ricardo Jaime, un personaje especialmente controversial y con varias denuncias de corrupción.

El miércoles 8 de Julio finalmente la presidenta anunció el nuevo gabinete: el ex titular de la Administración Nacional de la Seguridad Social, artífice del fin de las Administradoras de fondos de jubilaciones y pensiones (AFJP) y el traspaso de fondos jubilatorios al Estado, Amado Boudou, reemplazó a Carlos Fernández en el Ministerio de Economía; la Jefatura de Gabinete quedó a cargo del actual Ministro de Justicia y Seguridad, Aníbal Fernández, funcionario heredado del gobierno de Eduardo Duhalde pero fiel a los Kirchner; Julio Alak, hasta ahora a cargo de Aerolíneas Argentinas, asumió en lugar de Fernández; Jorge Coscia fue a la Secretaría de Cultura y Diego Bossio, director por el Estado en el Banco Hipotecario, quedó a cargo de la Anses.

Con esta movida, que es una rotación de figuras y que acentúa el perfil del gobierno, algunas preguntas que antes ocupaban la atención empezaron a resolverse. En primer lugar, termina con la posibilidad de un regreso a la transversalidad, el proyecto mediante el cual se pretendía unir a distintos sectores progresistas no alineados al PJ.

Pero además mostró que se mantiene la distancia de los Kirchner con aquellos sectores de la esfera política y de la sociedad que los recelan, lo cual se manifiesta sobre todo en la obstinación por dejar como Secretario de Comercio a Guillermo Moreno, el funcionario más cuestionado de los K.

Sin embargo, este 9 de julio, en el festejo de la Independencia, Cristina Fernández sorpresivamente convocó a todos los sectores productivos a una mesa de diálogo, "para entrar en una nueva etapa" y se comprometió con una reforma política. Habrá que ver en dónde desemboca este llamado a tender puentes.

Los orígenes del kirchnerismo son indisociables de la Argentina de 2001. Es un proceso surgido de esa crisis y de la necesidad de reconstruir de manera vertiginosa la autoridad presidencial, las bases de un nuevo modelo económico y un nuevo orden político. Por eso, los Kirchner adoptaron desde el vamos un estilo decisionista y vertical, poco proclive a compartir el poder y tejer alianzas con otros sectores; marcado además por la emergencia y la lógica del todo o nada.

Este estilo hizo que fracasaran tanto la transversalidad como la "Concertación Plural", una alianza con algunos sectores del radicalismo. Pero además hizo que paulatinamente aliados de izquierda y organizaciones sociales—Libres del Sur es un ejemplo—buscaran otros destinos. Porque, como señalaba Maristella Svampa, la hegemonía de los K no consistió en crear y fortalecer bases sociales, sino en acentuar contradicciones. Mientras ostentaban sus logros sociales, fortalecían un modelo asistencialista y clientelar, y una redistribución de los ingresos desigual. Mientras tomaban las banderas de los movimientos sociales, estigmatizaban, invisibilizaban y criminalizaban a las organizaciones sociales que no se sentaban a negociar.

Las fallas de este esquema no se redujeron solamente a un problema de formas, sino también de contenidos, y es la razón de la pérdida de apoyo en sectores aliados. Después de una buena gestión macroeconómica en los años que van de 2003 a 2006, con un tipo de cambio alto y relativamente estable que impulsó la actividad productiva interna, el empleo y que produjo buenos frutos en términos de crecimiento, ocupación e indicadores sociales, los K no pudieron afrontar tiempos más difíciles.

Frente la suba de las tasas de inflación, se prefirió, en vez de buscar un programa coherente para combatirla, ocultar el problema. El resultado fue la manipulación e intervención del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) y por eso, hoy no se conoce con exactitud qué pasa con la producción, la ocupación, la inflación o la pobreza en el país. Paradójicamente lo que esto logra es una desconfianza y una idea de que la situación económica es más grave de lo que en verdad parece ser.

En la discusión por la resolución 125 y las retenciones móviles a la soja, se puso en evidencia esa falta de credibilidad otra vez: los Kirchner no pudieron con esa legítima transferencia de ingresos porque no contaban con un modelo de desarrollo que lo justificara ni con la confianza política necesaria para hacerlo.

Por estas desprolijidades, se perdieron no sólo a unas clases medias que exigían un tiempo más institucional y un tipo de políticas, por lo pronto, menos improvisadas; sino también a los sectores sociales menos pudientes que fueron dando marcha atrás por el alza de precios, sobre todo de alimentos. Y finalmente a partir del enfrentamiento con el campo, el gobierno perdió al voto rural, que había sido clave en la elección de Cristina Fernández en 2007.

Con las defensas bajas

La decisión de cambiar al encargado de Hacienda es tal vez lo más significativo del nuevo gabinete. El gobierno necesita frente a los impactos negativos de la crisis financiera internacional, recuperar la confianza con una figura de peso propio y con capacidad de transmitir políticas y leer las expectativas sociales de la población. Amado Boudou no tendrá un panorama fácil. Sobre todo ahora que el establishment amante del ajuste avanza con su pliego de condiciones: postergación de las negociaciones salariales por la crisis, rebaja de impuestos y retenciones, coto a la intervención del Estado en la economía y reapertura de las negociaciones con el Club de París y los inversionistas en bonos nacionales que rechazaron el canje de 2005 y tienen juicios pendientes contra el gobierno.

La apuesta de Boudou es esperar a que se tranquilicen los mercados para llegar a un arreglo con los bonistas y con el Club de París, mientras se sigue trabajando con Brasil en un cambio de las condiciones para créditos del FMI. Los dos países buscan conseguir préstamos del organismo internacional sin que ello implique la imposición de una agenda de ajustes.

Según el nuevo ministro, el proyecto económico para la incipiente recesión es un Estado que cumpla un rol contracíclico en la actual coyuntura internacional, poniendo todos los fondos posibles en impulsar el consumo y la inversión. En el horizonte próximo aparecen como una de las posibles medidas la convocatoria al Consejo Económico y Social, el ente tripartito de trabajo conjunto entre las cámaras empresarias y las centrales sindicales para el diseño de una política económica.

Todavía no se sabe si responderá a la demanda de la Unión Industrial Argentina (UIA), aliada a la Mesa de Enlace de las cuatro entidades rurales, que buscan implementar un tipo de cambio devaluado. Por lo pronto la propuesta fue rechazada por el jefe de la Confederación General del Trabajo (CGT), Hugo Moyano, uno de los principales aliados del Gobierno. El sindicalista se postuló en contra de un salto cambiario y aseguró que no se debe perder capacidad de compra de los salarios.

La oposición política que asumirá sus cargos a diputados y senadores este 10 de diciembre, también espera marcar terreno en las próximas sesiones legislativas. Mayor coparticipación en el impuesto al cheque; fin a la asignación de superpoderes al Ejecutivo y a la actual composición del Consejo de la Magistratura, el ente estatal que designa a los jueces, son algunos de los temas que estarán en agenda. El oficialismo debe prepararse para la sutileza.

También se tiene que resolver el destino de la nueva Ley de Radiodifusión, diseñada por un grupo de especialistas y organizaciones sociales, que toca los intereses del Grupo Clarín, monopolio enfrentado abiertamente al gobierno nacional. Esta ley es un factor central en la democratización de los medios de comunicación. La norma actual es de la última dictadura militar y no cuenta con regulaciones para las nuevas tecnologías.

La gestión Kirchner parece ser uno de los principales responsables de este giro a la derecha en la coyuntura nacional. Lo fundamental ahora es recuperar la confianza, sobre todo en lo que hace a la manipulación estadística. La crisis financiera internacional no es particularmente grave en el país si se la compara con otras economías del mundo. Pero es hoy más necesario que nunca reconocer la recesión, el aumento de la pobreza, de la inflación y la pérdida de fuentes de trabajo para diseñar políticas coherentes con ese panorama.

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