Brasil a las urnas, viejos-nuevos debates

519054_dilma_rouseff_elecciones_brasilLa noche del domingo, Oct. 5, la avenida paulista, el epicentro del mundo financiero brasileño acá en San Pablo, se quedó quieta, muda, contemplativa. La evaluación era que su hombre, Aêcio Neves, había ganado. Aunque los números fríos, ese 33.5 por ciento que obtuvo, indicaban una derrota clara ante el 41.6 de la presidenta Dilma Rousseff, que va por su reelección. Derrotada, Marina Silva (21.3%) dijo esa noche que los brasileños habían votado por el cambio. Los medios, el principal adversario orgánico del Partido de los Trabajadores, interpretaron el mensaje como un guiño a favor de su hombre, Aêcio .

Y ya desde el lunes empezaron las negociaciones. Es que entre Dilma, Aêcio y Marina suman más del 96 por ciento. La pregunta compleja que se despliega de cara a la segunda vuelta del 26 de octubre es cómo se van a repartir esos 22 millones de votos que acompañaron a la ex petista Silva. Una pregunta difícil, porque difícil también resulta describir sociológicamente tanto al espacio que la acompañó en la elección como a la grosera construcción mediática en torno a su candidatura.

Su candidatura fue producto de una tragedia. El avión que llevaba al ex gobernador de Pernambuco, Eduardo Campos, se estrelló en Santos y falleció así su candidato a presidente. El hombre pertenecía al Partido Socialista Brasileño (PSB), estructura que hasta hace un año era aliada al gobernante PT. Tanto Campos como Silva fueron ministros en la gestión de Lula. Sin embargo, luego de las movilizaciones del año pasado, el PSB resolvió separarse y presentarse por fuera de la coalición de gobierno.

Silva, que en 2010 fue la sorpresa con el 19 por ciento de los votos, no logró juntar los avales suficientes para que REDE, su movimiento, se constituyera en partido. Por eso no tuvo más remedio que acompañar a Campos y al PSB, esta vez como candidata a vicepresidente. La tragedia cambio el escenario y le permitió encabezar ese espacio.

Y es acá cuando entran los debates en torno a las encuestadoras. Hasta ese momento, el escenario era el mismo de los últimos 20 años. Polarización entre el Partido de la Social Democracia brasileña (PSDB) de Fernando Enrique Cardoso y Aêcio Neves y el PT de Lula y Dilma. Nada nuevo bajo el sol. Sin embargo, la irrupción de Marina Silva removió todos los consensos. Mordía, decían las encuestadoras, acá y allá. Era, por un lado, la candidata del establishment pero al mismo tiempo renovaba la política y generaba expectativas no solo en esa parte del electorado furiosamente anti-PT, sino que incluso lograba conmover a los petistas desencantados. Ese 8 por ciento intención de votos que tenía Campos se disparaba hasta 34 en primera vuelta y en ballotage lograba destronar al PT.

Ese era el debate, hasta el 5 de octubre, el día que la democracia más grande de Latinoamérica tenía que ir a las urnas. La tapa de todos los diarios advertía un quiebre. Neves, que en septiembre tuvo que dar una conferencia de prensa anunciando que no bajaba su candidatura, tenía ahora chances de vencer a Silva en primera vuelta.

Por eso, la derrota del PSDB en primera vuelta puede ser leída como una victoria. Más aún cuando a una semana de las elecciones tanto el movimiento de Silva, como la propia ex candidata hayan dicho públicamente que apoyan al candidato Neves para la segunda vuelta. A esa declaración se sumó el PSB, que no sin controversias internas, decidió sumarse al tren opositor de cara al 26 de octubre.

La pregunta ahora es qué parte del voto que fue a Silva, al margen de las órdenes de sus dirigentes, migra directa y orgánicamente a Neves. Un dato que tal vez conviene recordar es ese 8 por ciento que el espacio PSB – REDES tenía, según las encuestas, antes del accidente. Desde ese piso hasta el 21.3 final sucedieron muchas cosas.

Otro dato es que en el cuarto lugar con 1.5 quedó Luciana Genro del Partido Socialismo y Libertad (PSOL), lo cual demuestra otra de las rupturas culturales ya que 3 de los 4 primeros puestos fueron mujeres. También un desprendimiento por izquierda del PT, el PSOL llamó a no votar por Aêcio , dejando la puerta abierta para el voto blanco o nulo.

Lo cierto es que Neves necesita el 70 por ciento de los 22 millones de votos que fueron a Silva para alzarse con la victoria. Esto no niega que Rousseff logró la peor votación en primera vuelta desde que el PT triunfara en las presidenciales del 2002. Ese año, Lula obtuvo 45.4 por ciento y en 2006 alcanzó el 46.8. En 2010, Dilma recogió el 46.8.

Del otro lado, los 34,8 millones de votos que obtuvo Neves representan un millón más de lo que sacó José Serra (PSDB) en 2010. Ahora, Neves necesita conquistar al votante de Silva, tarea compleja entre otras razones, como señala el politólogo Ricardo Romero, porque cerca de 12,4 millones de los 22 que obtuvo Silva están en estados que prefieren a Dilma antes que al PSDB, como los estados del Nordeste, Minas Gerais, Río de Janeiro, Río Grande Do Sul, Amapá, Amazonas y Pará[1].

Si se mira la distribución territorial del voto uno encuentra que el PT venció en 15 estados, mientras que en 2010 lo había hecho en 18. Es que además de presidente y vice, el 5 de octubre se reeligió parte del congreso y todas las gobernaciones. Los candidatos del PT vencieron en 5 estados, y en tres de ellos con más del 50 por ciento[2] : Piauí, Bahía y la simbólica Minais Gerais, estado gobernado los últimos 12 años por el PSDB, de donde viene justamente Neves. A su vez, su cuestionado aliado estratégico, el PMDB, se quedó con 4 gobernaciones y en segunda vuelta puede quedarse con otras 8[3]. Neves obtuvo una muy buena elección en la zona central y en el sur del país y particularmente en el estratégico estado de San Pablo.

La alianza de gobierno sigue manteniendo una mayoría en el congreso, a pesar de que los resultaron no ayudaron. En diputados, el PT pasó de 88 a 70 y el PMDB cayó de 71 a 66. A esas cifras hay que añadirles las bancadas de los movimientos aliados. En el senado tanto el PT como el PMDB perdieron una banca. De 13 a 12 el PT y de 19 a 18 el PMDB, aunque, como en diputados, la coalición oficialista mantiene aún la mayoría.

De cara al 26 de octubre, un escenario previsible es que el PSDB profundice sus críticas, centrándose en la economía y la corrupción. Este último punto afecta la imagen del PT en los grandes conglomerados urbanos y en esa clase media que se expandió de un modo notable durante las tres últimas administraciones. En lo económico, el debate que plantea Neves gira en torno a los datos de los últimos dos trimestres, período en el que no se registró crecimiento. A su vez, la inflación aumentó a un promedio de 6,2% en lo que va de 2014[4]

El PT, mientras tanto, procura en primer lugar retener el voto que masivamente lo acompañó en el nordeste para recién después expandirse hacia el sur. La estrategia es subrayar las conquistas de estos 12 años del PT, sin negar la necesidad de “mais mudanças”, como planteaba el slogan de campaña. Los datos duros indican que en estos años el desempleo bajó del 6,8 al 5,2 % y que la pobreza pasó del 36,4 al 18,6 % según la CEPAL. La desigualdad – el gran drama latinoamericano – también cayó, pero más lentamente: el índice de Gini pasó de 0,58 en 2003 a 0,54 en la actualidad. Según el World Fact Book, con estos números Brasil se ubica en el lugar 128 entre 137 países ordenados de acuerdo con sus niveles de inequidad[5].

El ballotage será un debate entre dos economistas de diferente signo. A Neves, sus dos períodos como gobernador de Minas Geráis, sus cuatro mandatos como diputado federal y su actual cargo como senador le sirvieron para curtirse en la arena mediática. Un área donde Rousseff tiene el enorme desafío de la comparación inevitable con Lula, que luego de su enfermedad está hoy activo en la política doméstica.

La sensación general es que los fantasmas de las movilizaciones del año pasado persisten. Como en 2011, las manifestaciones estudiantiles en Chile modificaron el mapa completo e hicieron de este gobierno de Bachelet algo distinto de lo que fue aquel gobierno de 2006, las marchas del 2012 harán que un nuevo gobierno del PT deba ser distinto. Atilio Borón señala que “el PT perdió la calle y la pasión de un pueblo porque desde su llegada al gobierno cayó en la vieja trampa de la ideología burguesa y el arte de la política se transfiguró en gestión tecnocrática, mientras que aquella era denostada como politiquería. Fatal error, porque a Dilma sólo la podrá salvar la política y no sus presuntas aptitudes gerenciales. La mayoría electoral que Lula supo construir no logró transformarse en hegemonía política: esto es, en una dirección intelectual y moral que garantizase la irreversibilidad de los importantes avances registrados en algunas áreas de la vida social pero que, a juicio de la ciudadanía, fueron insuficientes”.

En la misma línea, André Singer, politólogo y portavoz de la Presidencia durante el primer mandato de Lula, autor Os sentidos do lulismo, plantea que “el lulismo valoró el mantenimiento del orden, lo cual tuvo resonancia en los sectores más pobres de la población. (…) Así, lo que hizo el lulismo fue juntar esa valoración del orden con la idea de que un cambio es necesario. ¿Qué tipo de cambio? La reducción de la pobreza por medio de la incorporación del subproletariado; lo que denomino “ciudadanía laboral”. De ese modo el lulismo propone transformaciones por medio de una acción del Estado, pero que encuentra resistencia del otro lado. Basta con prestar atención a los noticieros para ver cómo la lucha política está puesta todo el tiempo en las decisiones económicas. El lulismo propone cambios, pero sin radicalización, sin una confrontación extrema con el capital y, por lo tanto, preservando el orden. En ese sentido, es un fenómeno híbrido, que también incorpora a ese conservadurismo”[6]

Se trata de las elecciones más reñidas y con más exabruptos desde el retorno de la democracia en la década del 80. Mientras tanto, desde los medios, las encuestadoras siguen actuando y pronostican un empate técnico con un margen chico a favor de Neves. Los resultados se sabrán sólo el 26 de octubre, el mismo día que los uruguayos vayan también a las urnas para decidir su próximo gobierno.

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NOTAS:

[1] http://sur.infonews.com/america-latina

[2] Hace falta obtener el 50 por ciento más un voto para ganar en primera vuelta las gobernaciones.

[3]El PMDB perdió Maranhão a manos del también aliado Partido Comunista Do Brasil (PCdB).

 

[4] En 2010 fue del 5,9%

[5]Argentina está en el puesto 85, Venezuela en el 83 y Paraguay en el 123

 

[6] http://www.eldiplo.org/notas-web/el-lulismo-cambio-sin-revolucion?token&nID=1

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