Derriben la Presa, Restituyan Nuestras Aguas Comunes

“Los ojos del mundo están puestos en Temaca”.

Tal reza un estandarte en contra de la presa que envuelve un balcón en el diminuto pueblo mexicano de Temacapulín. Junto a él, otros estandartes se refieren al Río Mekong y al Valle de Naradama. Probablemente la solidaridad sea la única esperanza de éxito para los 500 habitantes de este pueblo que está a punto de quedar sumergido.

Es un enfrentamiento entre David y Goliat. El sacerdote local, el Padre Gabriel, edita las últimas palabras del Padre Nuestro y pide con urgencia: “No nos dejes caer en la tentación y líbranos de las presas, Amén.”

El III Encuentro Ríos para la Vida, movimiento internacional de críticos de las presas y defensores de los ríos, se celebró este año en Temacapulín. Representantes de comunidades afectadas por presas volaron para participar desde todos los lugares del mundo, entre ellos la frontera entre Tailandia y Burma, Kenia y China: 62 países en total.

Administrar nuestros acuíferos en una era de crecientes exigencias energéticas y cambio climático constituye un desafío considerable, sobre todo cuando el Banco Mundial se desentiende de su propia opinión de que debe eliminarse la dependencia de las grandes presas. Su estudio, realizado por la Comisión Mundial sobre Presas, concluye que las mismas no respetan los estándares de derechos ambientales y humanos. Un movimiento global que incluye a activistas de “Our Water Commons” (“Nuestros Acuíferos” o “Nuestras Aguas Comunes”) continúa presionando para detener a la industria de las presas, invertir en soluciones auténticamente ecológicas y aplicar principios de sentido común a nuestra administración del agua.

Y así, en el cuarto día…

Cientos de personas, entre habitantes de Temaca y activistas nacionales e internacionales, bajaron marchando por vías zigzagueantes, rebasando las niveladoras (bulldozers), bajando cada vez más hasta el punto en donde una presa llamada El Zapotillo está lista para bloquear la corriente del Río Verde con una colosal cortina de cemento.

A pesar de los estimulantes coros –“¡El pueblo unido jamás será vencido!” y la agitación vigorosa de las banderas y estandartes de algunos de las 62 naciones representadas en el foro–, me imagino que otros compartieron mi espanto al ver los macizos conductos que canalizarán el agua a las turbinas hidroeléctricas. Parte de las casas modelo -aún vacías- donde se pretende reubicar al pueblo, ya están construidas. ¿Podrá prevalecer la defensa de las aguas comunes ante esta inversión gigantesca?

Todos acordaron con el Padre Gabriel que la marcha a la presa debía ser pacífica; aun así, algunos no resisten patear rápidamente algún cono de la construcción. El día anterior dirigentes frustrados, cada vez más desesperados, casi lograron que los participantes se olvidaran del programa y ocuparan el lugar.

“Sólo quisiera que en vez de ignorarnos, los políticos y la comisión del agua vinieran y nos dijeran a la cara, ‘¿Saben por qué podemos hacerles esto? Porque son campesinos apestosos y no valen una m…..’” expresó un habitante de Temacapulín.

“Dejen sus hamacas”, exhortaron los líderes del pueblo a sus vecinos menos activos; “Ya es hora”. “Shhh”, susurró una mujer de tez clara y peinado alto, que (sólo puedo adivinar) no era activista sino hasta que la presa le pareció una amenaza; “Sabemos que aquí hay espías’.” “Que nos oigan”, contestaron otros; “Que vean que no pararemos hasta que dejen de construir la presa.” Un abogado de Amnistía Internacional recogía testimonios para estructurar un caso internacional de derechos humanos.

Dijo el Padre Gabriel: “Seremos un pueblo chico, pero nuestra dignidad es muy grande.”

La comunidad hizo a un lado una marcha espontánea en favor de acciones más deliberadas, y se sentó durante un día entero para asegurar que cualquier acción formara parte de una estrategia más amplia. El acto simbólico del día quiso significar una caricia curativa a los muros cortados del cañón y al río estrangulado, así como la ascensión de la energía y el compromiso de los habitantes del pueblo, que tendrán que sostener el esfuerzo una vez que los activistas solidarios vuelvan a su casa.

Temacapulín Lucha por Sobrevivir

Las calles empedradas de Temacapulín están flanqueadas por casas de adobe blanqueado, una iglesia magnífica de piedra rosada, del siglo 18, y vecinos que conversan desde sus verandas o umbrales. No puede evitarse aspirar profundamente y soltar el tiempo y las preocupaciones… aunque esa serenidad se ve astillada por el sonido de las máquinas excavadoras. En un barranco está bosquejada la imagen de Cristo (por desgracia no fui capaz de verla, lo que aparentemente es un mal signo) y más de 20 fuentes de aguas termales brotan de la tierra, creando una atracción local para el turismo.

Entre las familias, casi todas campesinas, las obstinadas políticas comerciales y agrícolas, nacionales e internacionales, han fomentado una ola de migración desde el área de Temacapulín a los Estados Unidos y Guadalajara. Muchos en la reunión describen esto como políticas intencionales de expulsión: sin seres humanos que protesten, al gobierno y las trasnacionales se les facilita saquear y adueñarse de la abundancia natural. Un poblador pregunta retóricamente: “¿Por qué no nos dan las herramientas, los créditos y agrónomos que necesitamos para trabajar nuestra tierra y vivir bien en lugar de inundarla para sacarnos?”

Hoy la demografía de Temacapulín la dominan por los ancianos, muchos de los cuales no pudieron participar en la marcha al sitio de la presa. No obstante, la juventud ha resurgido en una diáspora fogosa, una red de “hijos e hijas ausentes”. Se les ha convocado a volver a casa y luchar, y a establecer lazos naturales con el movimiento internacional.

En todo el mundo, más de 47,000 presas han desplazado a aproximadamente 40 millones de personas, con una inversión del Banco Mundial de más de $60 mil millones de dólares de los E.U.A. en 600 presas. El movimiento ecológico ha detenido la construcción de grandes presas en E.U., y ha logrado incluso desmantelar algunas. Pero no ha podido disminuir la sed de energía de Estados Unidos. El objeto principal de muchas presas hidroeléctricas mexicanas es exportar energía al norte a través de rejillas interconectadas, hasta ciudades que gozan de aire acondicionado como Phoenix y Las Vegas. De acuerdo con el TLCAN, la electricidad mexicana es bienvenida en el momento mismo en que E.U. militariza un muro fronterizo.

Tuve el placer de explorar los rincones de Temacapulín con uno de los personajes del pueblo. A los 77 años de edad, Don Poncho todavía recorría el cerro como una cabra, con una manada de nosotros jadeando detrás. En la cima está la tumba de su bisabuela en un cementerio de 1860, la época de Juárez. De vuelta en su maizal, aclaró la maleza con su machete para descubrir un peñasco grabado con espirales prehispánicas. A la sombra de los barrancos, entre helechos y cactus gigantes y junto a una caída de agua, contamos más de 40 especies de mariposas. Reflexionando sobre la visita a la presa en una sesión por la noche, la voz de Don Poncho dijo temblando: “Defenderé este valle, mi maizal, a mis antepasados. Lo único que puedo perder es la vida. Nada más.”

¿Cómo Parar la Presa?

El encuentro internacional despertó un debate acalorado sobre cómo lograr la renuncia definitiva a este megaproyecto; muchos propusieron perseverar a través de medidas legales. El problema es que el sistema legal mexicano es notablemente corrupto y deficiente. La orden de un juez de suspender la construcción de la presa ha sido ignorada.

El profesor universitario mexicano Octavio Rosas Landis, afiliado al Centro de Análisis Social, Información y Formación Popular (CASIFOP), lamentó el éxito que ha tenido en México la maquinaria de las relaciones públicas. A nivel internacional permanece sólida la imagen de una floreciente democracia mexicana a pesar de las decenas de miles de asesinatos y detenciones achacados a la guerra contra las drogas.

La ofensiva contra los narcos es caracterizada como una defensa de la democracia mexicana. El gobierno de Estados Unidos ha vertido más de mil millones de dólares en este modelo de militarización y exalta rutinariamente de las virtudes del libre comercio con su vecino mientras ignora las violaciones de derechos humanos y las desigualdades que el TLCAN ha provocado. El gobierno estadounidense tiene un enorme interés propio en retratar a México como una historia de triunfos. Nos enteramos menos de cómo la guerra antidrogas sirve de cortina de humo para que los maleantes pagados por el gobierno se deshagan de dirigentes de la oposición. Se suponía que expulsar al PRI en el año 2000, después de 70 años de poder presidencial, cambiaría las circunstancias; pero en 2006, el partido derechista PAN cometió fraude electoral para ganar la presidencia. Con el aumento de la pobreza, los abusos de derechos humanos y el pillaje de los bienes comunes, existe una oposición política considerable y una represión igualmente fiera.

Los activistas subidos sobre grúas y excavadoras en el sitio de la presa se alegraron de escuchar a un diputado federal prometer persuadir a sus colegas para que se cumpliera la orden judicial se suspender la construcción. Una multitud airada se apretujó en torno a un supervisor, presionándolo para que soltara los nombres de sus jefes. Ante el interrogatorio, admitió que estaría haciendo lo mismo que los habitantes si su pueblo estuviera a punto de ser anegado, pero así y todo, no podía recordar los nombres de sus superiores. El hombre sudaba bajo su casco cuando algunos le reclamaron, “Estás ch….ando a la nación”. En la tensión del momento, la atención de la multitud se volvió hacia peñascos que caían del borde del cañón, al parecer desde un campamento de operarios allá arriba. Los aludes, intencionales o no, constituyen una tremenda amenaza. En una enorme presa en China, los peñascos que caían sobre un muro de rocas desnudas produjeron una onda gigantesca que obligó a evacuar a 70,000 personas corriente abajo. El Padre Gabriel instó a la calma y reiteró su compromiso con la no violencia.

Más adelante, los habitantes de Temacapulín esperan instalar un campamento de vigilancia de la construcción. Los grupos ciudadanos en León y Guanajuato presionarán a sus funcionarios a no comprar agua procedente de la presa. Los defensores internacionales ayudarán exigiendo que los bancos de desarrollo le retiren el financiamiento.

Pese a los obstáculos, la reunión mostró gran entusiasmo, creatividad y compromiso; el único pero fue la niebla mañanera que se disolvió hacia las diez. En dos noches, la plaza del pueblo resonó con música del mundo. Los africanos tenían a todo el pueblo girando y saltando, los tajiks y chinos entonaron cantos que sonaban lamentosos pero al parecer eran alegres, y los sudasiáticos danzaron moviendo los cuellos como las cobras. Cuando el maestro de ceremonias trató de cerrar el acontecimiento, un coro de adolescentes locales cantó “no estamos cansadas, no estamos cansadas”. Muchos nos separamos de la fiesta para tomar un baño nocturno de última hora en las aguas termales.

El pueblo se transformó durante una semana mientras los 500 delegados durmieron en las casas de la gente, muchas de ellas adornadas con letreros de “No se vende, no nos vamos”. Nació un sentimiento de genuina solidaridad, basada en los inicios de una amistad. En una cocina al aire libre levantada en el patio de la iglesia, burbujeaban cacerolas colosales de frijoles y hervían montañas del maíz local. Lavamos nuestros platos en cubos de agua junto a una mezcladora activada por una bicicleta enfrente de una pila de abono del tamaño de una tumba.

Las sesiones de trabajo se albergaron en tiendas levantadas en la plaza de la iglesia, en el campo de futbol, la escuela, un callejón y otros lugares públicos. En los talleres se describieron los estragos ambientales de las presas, su escasa eficiencia y cómo contribuyen al cambio climático; en otros se exploró la organización de tácticas tales como referendos locales y nacionales, la conexión de a las comunidades corriente arriba con las que están corriente abajo en “juntas de derechos de aguas” y la promoción de fuentes alternas de energía. Un grupo australiano que se formó para salvar el río Mary explicó cómo obtuvo el mandato legal de supervisión ciudadana de nuevas prácticas sustentables de administración de aguas, que incluyó bloquear un proyecto de presa. Un economista de Mozambique describió la investigación hecha por su organización que probó que Mozambique no necesitaba una presa propuesta y que la demanda podía satisfacerse resolviendo las deficiencias del sistema eléctrico y entre los grandes consumidores.

Gobiernos y prestamistas promueven megaproyectos hidroeléctricos con gran inversión de capital, como símbolos de modernidad y porque producen enormes contratos para las empresas privadas, pero el estudio de Mozambique, entre otros, demostró que la biomasa descentralizada, presas más pequeñas, y las presas de energía solar pueden, de manera más eficiente y sustentable, satisfacer las necesidades de agua y energía. Cuando el grupo de Mozambique publicó su descubrimiento, su sitio web se bloqueó y el activista tuvo que comenzar a cuidarse. Activistas burmeses, colombianos, etíopes, chinos y mexicanos han sido asesinados por su trabajo ambiental y por los derechos humanos. Aun así, estas amenazas no han logrado detener una ola de activismo en pro de administrar las aguas como bienes comunes, salvaguardando su salud para las generaciones futuras.

Nos reunimos en la plaza de la iglesia para una última fotografía, una foto aérea tomada desde el techo de la iglesia. Visitantes y habitantes se congregaron alrededor de un mural hecho de aserrín de colores, del tamaño de una cancha de basquetbol, donde se leía: “Ríos para la Vida, no para la Muerte”.

Después de la foto, Marcos, organizador mexicano del Movimiento Mexicano de Afectados por las Presas, tomó el megáfono y nos dirigió en una bendición de los cuatro puntos cardinales, el cielo y después la tierra, pidiéndonos que tratáramos de desentendernos del sonido de las niveladoras y escuchar el sonido del río que ellas buscaban ahogar.

Sonará cursi o sentimental, pero cuando dejé mi escepticismo y cerré los ojos, juro que pude sentir una corriente avanzando contra mis tobillos, ríos desde los montes Catskill hasta El Salvador pasando por las Sierras, toda esa agua que me ha ido llevando con ella; y además me tragué unas lágrimas.

Un activista de la India lo expresó mejor que nadie. Haciendo a un lado todo el sesudo análisis económico y político, dijo simplemente: “A menos que todos nosotros -tan conectados ya con el agua- podamos relacionarnos otra vez con esa agua, nunca lograremos administrarla con sensatez.”

Puedo brindar por eso.

Daniel Moss es consultor del Programa para México del American Jewish World Service (Servicio del Mundo Judío en Estados Unidos). También es coordinador de la organización Our Water Commons (Nuestras Aguas Comunes), www.onthecommons.org. Colabora con el Programa de las Americas.

Traductor: María Soledad Cervantes Ramírez

Redación: Laura Carlsen

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