Igualdad sin géneros, ¿cuándo?

genderPROGRAMA DE LAS AMÉRICAS
REPORTE ESPECIAL

América Latina y el Caribe son regiones donde persisten altos niveles de desigualdad en las estructuras sociales y económicas. Por tanto, el mercado laboral presenta grandes diferencias en las remuneraciones y unas cotas elevadísimas de trabajo no registrado.

Así lo pone de manifiesto el Informe Global de la Brecha de Género 2014 realizado por el Foro Económico Mundial que cifra en un 19% la diferencia de salarios entre hombres y mujeres en esta región que, sin embargo, se encuentra por debajo de la media mundial, estimada en un 24%.

El estudio revela que entre las diez naciones del mundo con menor brecha salarial América Latina y el Caribe solo consigue incluir un país: Nicaragua, que ocupa la sexta posición con una brecha salarial de un 0,79% y se alza como el país líder en paridad de género en América Latina y el Caribe, “gracias a su sólido desempeño en las brechas de la salud, educación y política”. Del lado opuesto, Argentina es el país de la región que mayor desigualdad de salarios entre hombres y mujeres registra, con una brecha salarial de género del 27%; Brasil llega al 24%, Perú al 22% y México se sitúa en el 21%.

Existe una multitud de cifras que hablan de desigualdad de manera sistemática en América Latina y el Caribe pues, a pesar de que las mujeres comparten con los hombres el impacto negativo de la creciente tendencia a la informalidad y precarización del empleo en estos países, ellas obtienen ingresos aún menores tanto en el empleo formal como en el informal.

Trabajos informales, mal remunerados e invisibles

La brecha salarial entre mujeres y hombres en América Latina y el Caribe tiende a reflejar la tendencia mundial. Con carácter general, la participación de las mujeres en el mercado laboral se ha incrementado, particularmente en los últimos quince años. Este desarrollo tuvo como consecuencia importantes cambios sociales en la región y mejores condiciones económicas. Al hilo de estas cifras, el estudio del Banco Mundial, El efecto del poder económico de las mujeres en América Latina y el Caribe, aclara que sin este incremento de mujeres en puestos de trabajo, la pobreza extrema de la región en 2010 habría sido 30% más alta y los efectos de la crisis aún más severos, pues aquellos hogares que dependían únicamente del ingreso del hombre eran más vulnerables que aquellos donde tanto el hombre como la mujer contribuían con los emolumentos procedentes de trabajos remunerados.

En Latinoamérica el número de trabajadoras entre los 25 y los 65 años ha crecido un 4,5% entre 2003 y 2013. Esto muestra que las mujeres son el único grupo que incrementó su número, tanto en empleos de baja cualificación como en los que requieren altos niveles educativos, según este documento.

Sin embargo, el Banco Mundial señala que las empresas siguen aplicando criterios de discriminación y el empleo informal tiene una alta participación de la mujer, los dos elementos más contundentes para mantener la estructura que da más ganancia a los varones.

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En América Latina y el Caribe, 59% de los empleos de mujeres son informales; 17% en el trabajo doméstico remunerado

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En esta línea, El Progreso de las Mujeres en el Mundo 2015-2016: Transformar las economías para realizar los derechos, recientemente publicado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), subraya que el 59% de los empleos de las mujeres en América Latina y el Caribe son informales y que el trabajo doméstico remunerado, generalmente mal pagado, representa el 17% del empleo femenino.

El estudio señala que en todos los países las mujeres dedican entre el doble y hasta cinco veces más tiempo en las tareas del hogar, un “trabajo invisible” que, de acuerdo a los estudios de la ONU, representa 20% del Producto Interno Bruto (PIB) en México. Para dar dimensión a esta cifra basta compararla con el aporte que la industria manufacturera hace a la contabilidad nacional, que se establece en un 16%.

En América Latina y el Caribe una de cada tres mujeres no tiene ingresos propios y, asimismo, el tiempo que dedican las mujeres al trabajo no remunerado es al menos el doble que el que dedican los hombres a este tipo de tareas (En Brasil, Costa Rica y Ecuador la diferencia es incluso cuatro veces mayor).

Según un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) el 51,6 por ciento de las mujeres afirma que la falta de remuneración está vinculada a la necesidad de realizar las tareas del hogar.

En perspectiva, la OIT establece que la brecha salarial de género en América Latina y el Caribe está por debajo de las cifras globales, pues si en el mundo la diferencia de salarios en el trabajo formal entre hombres y mujeres se establece en un 24%, en esta región desciende al 19%, situándose solo por detrás de Oriente Medio y Norte de África (14%) y por delante del grupo de naciones que conforman las llamadas ‘Regiones Desarrolladas’, que mantienen una brecha salarial de género del 23%.

Sí cabe destacar el incremento de las mujeres en el mercado laboral, muy relacionado con el aumento de la escolaridad, principalmente básica, técnica superior o de posgrado. A pesar de que la tendencia al alza no se observa en los hombres, estos mantuvieron su presencia en el mercado laboral.

¿Por qué sigue la brecha salarial?

Los hombres perciben un salario mayor que las mujeres. Es difícil asumir que una afirmación tan rotunda siga teniendo un vigor casi despótico en la actualidad, si bien cada nuevo estudio que se publica sobre la media de ingresos que reciben hombres y mujeres refleja que una mujer recibe menores salarios y compensaciones que un hombre.

Incluso en idénticas situaciones de formación y experiencia y a pesar de que no hay ninguna razón objetiva para que dos personas desempeñando el mismo empleo y con idéntica preparación y experiencia tengan un sueldo diferente.

La discriminación por género en el mercado laboral es un problema global que lleva siglos instalado en la sociedad y décadas siendo objeto de estudio por parte de toda suerte de organismos internacionales. El problema perdura sin que los intentos por corregirla -ni mucho menos erradicarla- hayan dado grandes resultados a la vista de los últimos estudios publicados.

Y es que la brecha salarial de género sigue siendo un hecho avalado por muchos estudios: existen diferencias salariales que se registran de manera generalizada y que, según OIT, durarían hasta el año 2086.

 Midiendo la brecha

La brecha salarial entre hombres y mujeres se calcula en la diferencia existente entre los salarios percibidos por los trabajadores de ambos sexos, hecha sobre la base de la diferencia media entre los ingresos brutos por hora de todos los trabajadores. Por el contrario, la igualdad en la remuneración se logra cuando el trabajo ejecutado se remunera igual (sea hombre o mujer) sobre la base de su valor.

Para comparar el salario femenino y el masculino es necesario considerar situaciones similares respecto a variables laborales (como el tipo de jornada, la ocupación, el tipo de contrato, etc.) que inciden de forma importante en el salario. Para analizar las retribuciones según tipo de jornada, especialmente en el caso de los trabajadores a tiempo parcial, es necesario considerar el salario por hora.

Existe un conjunto complejo y a menudo interrelacionado de factores que originan diferencias salariales de hombres y mujeres que dan lugar a este fenómeno. A la valoración de las competencias laborales hay que unir la segregación del mercado de trabajo con diferente representación de hombres y mujeres en los distintos sectores económicos, las características de la oferta de empleo femenino, la participación en el trabajo a tiempo parcial y los mecanismos establecidos de retribuciones salariales.

La profusión de estudios e informes que ponen de relieve la dimensión de este problema es tal que no resulta sencillo encontrar una voz más o menos sensata que procure argumentos que contradigan una realidad que pervive en la sociedad actual. Es más, la condena pública de la brecha salarial de género esté instalada en la mayoría de los discursos de dirigentes públicos y privados, junto con el reconocimiento de las grandes desigualdades entre los sexos.

Mediante alocuciones más o menos ampulosas, dirigentes políticos de todo el mundo abogan por la igualdad de salarios y oportunidades entre hombres y mujeres. La igualdad de género y la autonomía de la mujer están incluidas entre los objetivos de la Declaración del Milenio de la Organización de Naciones Unidas (ONU), donde se señala la necesidad de “promover la igualdad entre los sexos y la autonomía de la mujer como medios eficaces de combatir la pobreza, el hambre y las enfermedades y de estimular un desarrollo verdaderamente sostenible”.

La igualdad de género está firmemente implantada en la agenda del desarrollo, incluso la Santa Sede se ha pronunciado públicamente en contra de la brecha salarial de género. El papa Francisco, en un reciente acto en el que el pontífice se refería a la situación del matrimonio, no tuvo reparos en pronunciarse públicamente a favor de la igualdad de retribución entre hombres y mujeres; incluso calificó la actual brecha de género como un “escándalo puro” y agregó que se debe trabajar para cerrar la brecha salarial de género, para que así los hombres y las mujeres reciban el mismo salario por el mismo trabajo, a lo que añadió “¿Por qué se da por sentado que las mujeres deben ganar menos que los hombres? ¡No! Ellas tienen los mismos derechos pues la semilla cristiana de la igualdad radical entre cónyuges debe producir nuevos frutos en la actualidad”.

“La realidad es mucho menos esperanzadora”

Iniciativas legales, compromisos a futuro, acuerdos o incluso denuncias desde el lado espiritual… La lista para poner freno a esta situación es interminable. Es innegable el avance en lo que respecta a las políticas nacionales para la igualdad de género y las leyes que castigan la discriminación por motivo de sexo. Sin embargo, la igualdad está aún muy lejos, pues detrás cualquier cifra o estudio permanece muy vivo un factor cultural que representa el rol de la mujer en la sociedad mediante un conjunto de estereotipos, imperativos sociales y conceptos que subyacen desde tiempos inmemoriales.

Con motivo de la celebración del Día Internacional de la Mujer (8 de marzo), la OIT publicó el Informe mundial sobre salarios 2014/2015: Salarios y desigualdad de ingresos, en el que se refleja que la desigualdad entre hombres y mujeres sigue siendo el denominador común en la amplia mayoría de los 130 países y territorios analizados, agrupados en seis regiones separadas.

Una realidad que se pone de manifiesto según un trabajo divulgado en 2014 por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), que apunta a que el 47,7% de los empleos remunerados de las mujeres en América Latina y el Caribe son de baja productividad y con escasa protección social. Según el documento, la tasa de actividad económica femenina en América Latina asciende al 49,8%, y una de cada tres mujeres en la región no cuenta con ingresos propios. “La sobrecarga de trabajo no remunerado merma la participación de las mujeres en la toma de decisiones, el avance de sus carreras y sus posibilidades ocupacionales, lo que a su vez reduce sus ingresos y sus perspectivas de acceso a protección social”, señala el estudio.

Actualmente las mujeres son propietarias y dirigen más del 30% de las empresas del mundo, pero estas tienden a ser micro y pequeñas empresas. Ocupan puestos en los consejos de administración del 19 por ciento de las empresas a nivel mundial y el porcentaje de mujeres en puestos de direcciones ejecutivas no alcanza siquiera el 5 por ciento.

Según los estudios de la OIT, a nivel mundial, la tasa de actividad económica de las mujeres sigue siendo de aproximadamente el 50%, mientras que la de los hombres se sitúa en el 80%, reafirmando una realidad sólida que permanece casi inalterable durante los últimos veinte años.

En esta línea, las enormes diferencias salariales por género apenas se han reducido pues las mujeres siguen ganando en promedio un 23% menos que los hombres. Y, si bien la crisis mundial ha reducido esta brecha respecto a años anteriores, la OIT avisa de que este dato es engañoso, pues el crecimiento salarial mundial sufrió una desaceleración en 2013 en comparación con 2012 y aún tiene que recuperar los niveles anteriores a la crisis. Dicho de otro modo, la brecha es ahora menor porque los salarios de los hombres han caído más, no porque las mujeres ganen más en relación a los hombres.

La OIT reconoce que si la reducción de la brecha salarial entre hombres y mujeres sigue a este ritmo aún se tardarán 71 años en eliminarla y ver una sociedad donde hombres y mujeres cobren lo mismo por hacer idéntico trabajo.

El porcentaje de mujeres en altos puestos de dirección o en altos cargos políticos ha aumentado y, pese a ello, solo el 5% de las empresas de la lista Fortune 500 son lideradas por mujeres y uno de cada 12 gobiernos en el mundo tiene a una mujer como su figura más representativa. Otros datos importantes que recoge la OIT es que la tasa de participación es 30% inferior a la de los hombres. En el caso de estar buscando trabajo, deben enfrentar una tasa de desocupación 30% más alta que la de los hombres.

Igualmente, en empleos mal remunerados la presencia de mujeres es más frecuente, igual que el porcentaje de mujeres que trabajan en el sector informal. El informe “El Progreso de las Mujeres en el Mundo 2015-2016. Transformar las economías para realizar los derechos” de la ONU apunta que el 59% de los empleos de las mujeres en la región son informales y que el trabajo doméstico remunerado, generalmente mal pagado, representa el 17% del empleo femenino en la región.

“Las mujeres siguen concentradas en pocas ocupaciones mal pagadas y subvaloradas socialmente: la educación, la salud o los servicios sociales. Un ejemplo es el trabajo doméstico que se realiza en un 90% por mujeres”, declaró María Elena Valenzuela, experta en materia de género y empleo de la OIT durante la presentación de este estudio. Valenzuela sostiene, asimismo, que la raíz del problema es cultural. “Las sociedades latinoamericanas valoran menos las actividades llevadas a cabo por una mujer, a pesar de que ellas sostienen un tercio de los hogares”.

Actualmente, una de cada tres mujeres en América Latina y el Caribe no tiene ingresos propios. En el caso de los hombres es solo uno de cada diez y el 51,6% de las mujeres afirma que la falta de remuneración está vinculada a la necesidad de realizar las tareas del hogar. El tiempo que las mujeres invierten en este tipo de trabajo es el doble del que le dedican los hombres. En Brasil, Costa Rica y Ecuador la diferencia es incluso cuatro veces mayor.

Por otra parte, si bien las mujeres comparten cada vez más el papel de proveedoras, los hombres no asumen de manera equivalente una redistribución de las tareas domésticas, lo cual implica una sobrecarga importante y contribuye a generar tensiones entre la vida laboral y la familiar. Aunque la actual estructura económica ha impulsado la incorporación de la mujer al mercado laboral remunerado, es tan fuerte el arraigo de ciertos modelos sociales que la mayoría de las tareas domésticas o el cuidado de familiares siguen recayendo sobre los hombros de la mujer.

La OIT agrega en su informe que la brecha salarial se reduce si la madre trabajadora tiene niñas en lugar de niños: las niñas pueden ayudar más en las tareas del hogar y liberan a la madre para trabajar más horas. Pero hay que señalar que esta carga de trabajo doméstico a las niñas también es discriminación y puede perjudicar sus estudios. La brecha salarial por la maternidad se ensancha en función de la edad de los hijos –a mayor número de hijos, la madre recibe un peor sueldo y se alarga el tiempo que tarde la mujer en reincorporarse al mercado laboral.

Este panorama no es precisamente alentador, por eso todas las instituciones avisan de que el camino hacia la igualdad es largo. “La conclusión principal 20 años después de la Conferencia de Beijing es que, a pesar de los progresos marginales, tendrán que pasar años o décadas antes de que las mujeres disfruten de los mismos derechos que los hombres en el trabajo”, declaró Shauna Olney, jefa del servicio de Género, Igualdad y Diversidad de la OIT en la presentación de su trabajo de investigación más reciente.

Por su parte, Saadia Zahidi, jefa del Programa para la Paridad de Género del Foro Económico Mundial y autora principal de último informe de la OIT, explica que “gran parte del progreso en la equidad de género durante los últimos 10 años ha sido el resultado del ingreso de las mujeres a la política y la fuerza laboral. A pesar de que más mujeres y más hombres han ingresado a la fuerza laboral durante la última década, más mujeres que hombres han ingresado a la fuerza laboral en 49 países. Y, en el caso de la política, en la actualidad existen 26% más mujeres parlamentarias y 50% más ministras en todo el mundo que hace nueve años. Estos son cambios profundos, tanto para las economías como para las culturas nacionales. No obstante, está claro que todavía hay mucho por hacer, y que, en algunas áreas, el ritmo de cambio debe acelerarse”.

Y es que actualmente ningún país en el mundo ha cerrado por completo la brecha de género. Aunque las brechas educativas y de salud y supervivencias son estrechas y hasta en muchos países han llegado a equidad; las brechas económicas y políticas son todavía muy amplias. Y al ritmo actual de ‘mejoras’ se necesitará casi un siglo para afirmar que existe paridad salarial entre hombres y mujeres y acabar de una vez con este anacronismo atávico.

Bibliografía:

El Progreso de las Mujeres en el Mundo 2015-2016: Transformar las economías para realizar los derechos. Organización de Naciones Unidas.

El efecto del poder económico de las mujeres en América Latina y el Caribe. Banco Mundial.

Objetivos de desarrollo del milenio: una mirada desde América Latina y el Caribe. Organización de Naciones Unidas.

Panorama laboral 2014 en América Latina y el Caribe. Organización Internacional del Trabajo.

Informe Mundial de Salarios 2014-2015. Organización Internacional del Trabajo.

Informe Global de la Brecha de Género 2014. Foro Económico Mundial.

Informe regional sobre el examen y la evaluación de la Declaración y la Plataforma de Acción de Beijing y el documento final del vigesimotercer período extraordinario de sesiones de la Asamblea General (2000) en los países de América Latina y el Caribe. Organización Mundial de Naciones Unidas – Cepal.

José Luis Alcaide es colaborador del Programa de las Américas y periodista con especialización en comunicación ambiental y asesor internacional en materia medioambiental y social www.americas.org/es 

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