Por menos de 3 puntos, el candidato de Cambiemos, Mauricio Macri, venció al oficialista Daniel Scioli y será el próximo presidente de Argentina. Es un hombre que proviene del mundo empresarial, fue presidente de Boca, es el actual jefe de gobierno porteño y representa a la nueva derecha argentina. Su asunción, el próximo 10 de diciembre, significa un cambio de signo político, de programa económico y de política exterior.
El resultado fue más cerrado de lo que anunciaban las encuestas, que fallaron tanto como en las elecciones del 25 de octubre. La diferencia entre el 51.4 por ciento de Macri y el 48.6 del Frente para la Victoria (FPV) es de algo más de 700 mil votos. La distribución territorial de los votos indica que el frente Cambiemos ganó en 9 distritos y que Scioli lo hizo en 15. El dato clave es que Macri ganó en la franja central del país, que es a su vez el nudo económico y el área más poblada. Venció en Mendoza y Santa Fe, y arrasó en Córdoba y en la Ciudad de Buenos Aires.
Sin embargo, en la estratégica provincia de Buenos Aires, que representa el 38 por ciento del padrón total del país, ganó Scioli. En las generales de octubre, además del nuevo congreso, se había elegido a varios gobernadores y, entre ellos, el de la provincia. Ganó la opositora María Eugenia Vidal, venciendo al actual jefe de gabinete Aníbal Fernández.
El batacazo fue tal que varios analistas consideran que resultó clave para el triunfo de Macri. De hecho, puede haber operado cierto “voto instrumental”: para los actores territoriales, que ganara Scioli no les resultaba una solución. Sin embargo, en la segunda vuelta, el actual gobernador ganó con el 51.1 por ciento en la provincia a pesar de que Macri venció en 104 de los 135 municipios.
La gran pregunta, entre aquel domingo y este, era cómo se distribuiría el 21 por ciento del peronista disidente Sergio Massa. El hombre, ex jefe de gabinete de Cristina Fernández y ahora líder de la oposición partidaria, dio “libertad” a sus votantes pero hizo una conferencia de prensa en la que repitió, sin parar, la palabra ‘cambio’, el eslogan de campaña del futuro presidente. A su lado estaba el tres veces gobernador de Córdoba y peronista opositor, José Manuel De La Sota.
La pregunta era si el peronismo elegiría inmolarse apoyando a un hombre que no es del partido o si se encolumnaría detrás del candidato justicialista. Para el oficialismo, el costo de Córdoba fue muy importante, porque se trata de 2 millones y medio de votantes y se obtuvo sólo un 30 por ciento. Y con los cambios de lealtades, las dudas siguen picando: ¿qué será del peronismo?
Por otro lado, mientras un partido de derecha está a punto de acceder en la presidencia, la estrategia de la izquierda argentina, que había salido cuarta con el 3.2 por ciento, fue una suerte de suicidio político. Durante la segunda vuelta, militó el voto en blanco pero sólo consiguió que lo acompañaran en la iniciativa un 1.1 por ciento de los votantes.
Será la primera vez que asume un candidato que no proviene del peronismo ni del radicalismo: ¿El auge del PRO—un partido de derecha empresarial que nació post 2001 y que se nutrió de think tanks y fundaciones—redefine el sistema político argentino?
El partido del presidente electo, desde sus inicios, propone un Estado más chico, menos impuestos y libre mercado. Más allá de que durante el discurso electoral suavizó las críticas al kirchnerismo y propuso continuar con algunas de sus medidas—mantener la asignación universal por hijo y mantener las empresas estatales que se recuperaron—, por ahora nada indica que vaya a modificar su base programática. Según las declaraciones de Macri de los últimos días, llevarán adelante una gran devaluación, liberará la compra de dólares y quitará retenciones al campo. Su equipo de ministros, también presentado en los últimos días, confirma este enfoque: son hombres y mujeres que provienen del mundo privado. Su ministro de economía, por citar un ejemplo, es un ex ejecutivo de JP Morgan. De todos modos, lo más novedoso es que no será ninguna rama del peronismo la que gobierne ni la Ciudad de Buenos Aires ni la estratégica provincia de Buenos Aires ni el país.
Giro en la política exterior
Durante los festejos en el bunker del PRO de Costa Salguero, saltó y bailó en el escenario la esposa del opositor venezolano Leopoldo López, Lilian Tentori. Macri, después de ganar, repitió que pedirá, en la próxima cumbre de Mercosur del 21 diciembre en Asunción, la aplicación de la ‘cláusula democrática’ contra el país de Nicolás Maduro.
«Vamos a invocar la cláusula democrática contra Venezuela; le corresponde por los abusos y por la persecución a los opositores», dijo el presidente electo. Ya lo había dicho durante el debate previo al balotaje. El presidente de Ecuador Rafael Correa respondió: «Demuéstrelo si hay perseguidos políticos en Venezuela. Les guste o no les guste, en Venezuela claramente se vive una democracia».
En lo que a política regional refiere, el lunes siguiente al triunfo, Macri planteó su vocación de que el Mercosur y la Alianza del Pacífico “converjan”. Se trata de dos bloques económicos, pero con lógicas disímiles y para avanzar en dicha unión se deberían reformar cuestiones estructurales para las que sería necesario un consenso difícil de alcanzar.
Otro de los puntos que señaló el presidente electo fue su vocación de que el Mercosur avance a paso firme en un Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea. Se trata de una negociación larga que durante muchos años enfrentó diferentes obstáculos.
Ahora, con el deseo del presidente electo de destrabar ese punto seguramente se agilice el trámite. Como gesto, la canciller alemana Ángela Merkel saludó al presidente electo y lo invitó a Berlín. Algo similar hizo el presidente norteamericano Barack Obama. El que hasta ahora procuró silencio fue el papa Francisco.
Tanto en el tema de la “convergencia” del Mercosur con la Alianza del Pacífico como en la suspensión venezolana, seguramente a Macri le cueste alcanzar los consensos necesarios. Sin embargo, en términos políticos la derecha argentina tendrá el capital simbólico como para correr el eje de la agenda y, al instalarla, forzará a los demás gobiernos a posicionarse a favor o en contra.
Diego González (gonzalezdiegofernando@gmail.com) es periodista en Buenos Aires. Su blog es www.diegofgonzalez.blogspot.com. TW: @ diegon2001. Es analista del Programa de las Américas. Julia Muriel Dominzain es periodista con sede en Buenos Aires.
1 Comment
Ernesto Gonet
Efectivamente, la derecha ha llegado una vez más a ocupar el gobierno de mi país. La novedad, es que lo hizo a partir de una elección limpia. Pero ha habido otras novedades. El gobierno saliente lo hizo luego de una masiva demostración pública de adhesión y gratitud. Debería recurrirse a la ciencia ficción, o a los más calenturientos delirios, para encontrar el registro de un fenómeno político equiparable. Un día, una Plaza de Mayo colmada para despedir afectuosamente, con amor conmovedor a una ex presidenta. Y en el siguiente, la asunción de un nuevo presidente, rodeada, como es de suponer, por una apreciable multitud, también. Lo que nos preguntamos, es: ¿Cuál es la volatilidad del apoyo que hoy acompaña a Macri? El gobierno de Cristina ha demostrado ser capaz de contener lealtades a lo largo de ocho años, acrecentándolas, si es posible, en medio de las mayores adversidades y de los peores ataques mediáticos. No es algo que habremos de olvidar con facilidad.
En lo personal, no abrigo ilusiones en cuanto a la circunstancia de que el gobierno del establishment, que contiene una alta cuota de revanchismo y un manifiesto espíritu vengativo, reserve algo de consideración hacia los sectores populares. Basta, para eso, recordar que la señora esposa del nuevo presidente ha estado vinculada a denuncias de esclavismo en talleres textiles que confeccionan atuendos asociados a su marca, y que fue sobreseída por un juez que luego ocupó el ministerio de seguridad de la alcaldía de Macri… Cinismo y mentira, sumados al blindaje mediático: la fórmula mágica que parece haber abolido, espero que en forma circunstancial, la discusión política en mi país.
Porque la realidad no podrá ser ocultada indefinidamente por los medios de prensa adictos. Impactará con crudeza en la economía cotidiana de quienes fueron fascinados por los mensajes neutros de «amor y armonía» que propuso el asesor del nuevo presidente. Y ahí veremos cuánto dura la solidez de la alianza que sostiene a Macri.
Un cometario aparte merece el contraste entre los atributos intelectuales de las personas que protagonizaron las últimas horas de mi país: Mientras el nuevo presidente, ante una Asamblea Legislativa expectante leía, a veces con dolorosas vacilaciones, un texto anodino y de circunstancias (¡Y no fuimos pocos los que lamentamos que el señor padre del nuevo presidente haya sido timado en forma tan escandalosa por los colegios privados que debió pagar para que su hijo acabara con éxito sus estudios!), Cristina produjo en su despedida hermosos momentos de oratoria política espontánea, emocionantes, y en los que dejó bien en claro que nadie puede darla aún por muerta. Siempre supimos que la derecha del establishment era capaz de ponerle la banda presidencial hasta a un lavarropas, mientras éste se mostrara capaz de defender sus intereses de sector, pero nunca se evidenció de manera tan radical como en las pasadas horas.
Como dijo muy bien el Nano, «Bienaventurados los adictos a emociones fuertes,porque corren buenos tiempos para la gente marchosa»…
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