México ¡cómo nos dueles!

México, sí ese México profundo, el México cobrizo, el México de abajo que no deja de trabajar y que es el que sostiene la riqueza de los de arriba, ese que nos sigue enseñando y compartiendo Guillermo Bonfil Batalla (1990), es precisamente, el México que ha estado más cerca de nosotros, más cerca de las familias y comunidades en su mayoría Maya-Chuj, Maya-Q’anjob’al, Maya-Akateko, Maya-Popti, Maya-Awakateco, Maya-Ixil, Maya-Tektiteco, Maya-Sipakapense, Maya-Mam, Maya-K’iche’, Maya-K’eqchi, Maya-Itza y también de comunidades mestizas pobres, la mayoría ubicadas en los departamentos de Huehuetenango, San Marcos, Quetzaltenango, Totonicapán, Retalhuleu y del norte del Quiché, Alta Verapaz y Petén, que lo que realmente ha estado la propia capital de nuestro país, Guatemala.

Varias son las razones que explican la cercanía entre comunidades mayas y mestizas de Guatemala con comunidades del sur y centro de México, aquí someramente mencionaré algunas. En principio, hay que subrayar que todos estos colectivos sociales están ubicados en lo que el etnógrafo Paul Kirchhoff (1943) definió como Mesoamérica. Son además, pueblos que comparten elementos históricos, espirituales, culturales, económicos, políticos, sociales, culinarios entre muchos otros. Esto significa que desde antes de la llegada de Hernán Cortes a las costas de Veracruz en 1519 y de la caída de la increíble Tenochtitlán en agosto de 1521, eran pueblos que compartían territorios con todo lo que eso implica: poseer circuitos comerciales, mantener intercambios de productos en amplios mercados a lo largo y ancho de la extensa región, especializaciones en tareas y trabajos acorde a los recursos naturales que poseían, practicas espirituales, fiestas o celebraciones que tenían elementos comunes, hasta promover alianzas matrimoniales entre diversos pueblos.

Posteriormente, los tres siglos de la colonia, con sus variables, sometió igual de cruel a los miles de colectivos que vivían en México y en las tierras altas de Guatemala. La Independencia de España, para ambos países, solo significó la creación de Estados-Nación en donde la jerarquía racial construida por las elites colocó a todos los pueblos indígenas en la ultima posición de la pirámide racial. Mientras la Revolución Mexicana de 1910 dio un pequeño alivio a las comunidades mexicanas, en el caso de las de Guatemala debió esperar hasta 1944 para que la Constitución de 1945 los reconociera por primera vez desde 1524 y la Reforma Agraria, impulsada a través del Decreto 900 de 1952 les permitió recuperar algunas extensiones de sus territorios ancestrales. Lamentablemente, esta fue una política que duró poco, al ser desmantelada por la contra-revolución de 1954 que ejecutó la burguesía agraria y la jerarquía de la iglesia católica con la intervención directa de los Estados Unidos.

Además, esta región se ha caracterizado por siempre haber buscado crear formas propias de trabajo, resistencia sutil y casi siempre silenciosa para liberarse de manera colectiva. Eso a pesar de tener que enfrentar sistemas opresivos, basados en el racismo institucional e histórico, en una continúa y permanente opresión de clase, y en una condición sin misericordia que oprime con vehemencia a las mujeres indígenas. Producto de esas largas formas creativas puede notarse que hasta el día de hoy, miles de pequeñas y medianas empresas familiares ubicadas en las tierras altas de Guatemala se deben a la permanente relación comercial que ha existido con México. Además, miles de jornaleros que viajan anualmente a trabajar al sur de México dependen del sustento que allí obtienen y aunque la mayoría de veces las condiciones laborales son criticas, resultan siendo mucho mejor que las que las fincas en Guatemala les brindan. Hay que agregar que en el plano histórico miles de refugiados que huyeron durante la represión que el Estado guatemalteco desató contra poblaciones desarmadas a finales de la década de 1970 hasta mediados de 1980 nunca olvidarán que fueron arropados por comunidades mexicanas, igual de pobres pero con quienes compartían raíces étnicas y culturales que se expresaron en el cobijo que dieron a los ancianos, mujeres y niños que huían del genocidio, y que fueron recibidos como seres humanos.

Así es, a través de estos breves pincelazos puede notarse cómo México es parte de nuestra memoria social. Las fotos de nuestros bisabuelos, abuelas y padres comerciando con el México diverso están en la historia larga que mantenemos y reproducimos. La participación de nuestros padres en celebraciones religiosas del centro de México se han trenzado con nuestras culturas produciendo una fusión de nuevas formas de vida espiritual. Reconocemos que miles de oportunidades, espacios e ideas que México y su gente nos han compartido, a la larga han impedido que nuestras comunidades mueran de hambre frente al permanente abandono en que nos ha sumido históricamente el racista y clasista Estado de Guatemala, centralizado y arrogante, que desoye nuestras realidades y urgencias, y que no ha hecho sino impedir que nuestros sueños individuales o colectivos puedan florecer en nuestros propios territorios.

El Estado de Guatemala nos ha mantenido en un permanente aplastamiento buscando la forma de arrinconarnos, al ofrecernos una educación sin calidad, servicios de salud para animales pero no para seres humanos, debilitando nuestros medios de producción y aislándonos con carreteras de tercera categoría. Este sistema de mala fe es parte del marco económico que nos quiere como indios ignorantes reducidos a mano de obra barata y dispuestos a soportar los extremos de la corrupción que alimenta la elite económica para seguirse enriqueciendo.

Por eso, miles o millones de indígenas guatemaltecos amamos al México profundo, a su gente solidaria, la que nunca ha dejado de abrirnos espacios económicos, comerciales, educativos, culturales entre muchos otros. Y por eso, hoy compartimos la tragedia que enfrentan y pedimos porque se levanten para que sigamos juntos tejiendo los hilos de la memoria mesoamericana que nos unen en hermandad a lo largo de la historia corta y larga que compartimos.

Irma A. Velásquez Nimatuj es periodista y Antropóloga, Maya-K’iche’ de Guatemala.

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