Voces de los cafetaleros de Chiapas

Voces del Campo
La crisis del café en Chiapas
Laura Carlsen y Edith Cervantes | 19
de abril de 2004

Americas Program,
Interhemispheric Resource Center (IRC)

www.americaspolicy.org

 

El Programa de las Américas presenta una nueva serie llamada "Voces del Campo", que busca abrir un espacio para las voces de los y las campesinos en los países de América Latina. En sus propias palabras, a través de testimonios y entrevistas, ellos cuentan los impactos que las políticas de integración económica impuestas desde arriba tienen en sus vidas cotidianas. Sus historias muestran las luchas y el sufrimiento y sacrificio que están detrás de los temas de comercio y desarrollo que analizamos en otros artículos.
Esta primera entrega nos trae las voces de los pequeños cafetaleros de Chiapas, México. Nos interesan sus opiniones y reflexiones; envíanos sus comentarios a < americas@irc-online.org >
 
El café mexicano no es originario de México. Arribó a las costas mexicanas en 1796 y, desde entonces, se ha convertido en un aspecto central de su vida social, económica y cultural. Hoy 320 mil productores cultivan café en 12 estados de la república. Del arbusto a la taza, la industria da empleo a más de tres millones de personas. Cerca del 6 por ciento de la población económicamente activa de México depende del cultivo para ganarse la vida, y en el campo representa la cuarta parte de la población.
La actual crisis en los precios internacionales del café golpea al México rural en las regiones donde la gente es más pobre y las condiciones de vida son más precarias. De los poblados cafetaleros mexicanos, el 84 por ciento registra altos o extremos niveles de pobreza. Sesenta y seis por ciento del café nacional es cultivado por productores en huertas de menos de 10 hectáreas, y el 65 por ciento de los cafetaleros mexicanos son indígenas.
Los precios pagados a los productores mexicanos se desplomaron en los últimos años. Los cafetaleros mexicanos no “salen a mano” en las actuales condiciones de mercado, pero la falta de opciones los tiene atrapados en una espiral descendente. El fracaso para resolver la crisis actual no sólo destruiría las posibilidades de miles de cafetaleros: conduciría a la migración masiva, a la disrrupción cultural y a serias amenazas ambientales en algunas de las regiones más valiosas y vulnerables de la nación.
La mayor parte del café mexicano vendido en los mercados mundiales es arabica de mediana a alta calidad, y pese a su categoría los miembros de las cooperativas de productores reciben precios que fluctúan entre 28 centavos de dólar por libra a 41 centavos de dólar por libra. Los costos de producción varían, pero en promedio están cerca del dólar por libra.
Al mismo tiempo, la crisis en los precios pagados al productor ha creado un mercado de compradores que ofrece espectaculares ganancias para los grandes intermediarios, en particular a los tostadores y a los promotores de marcas. Las corporaciones transnacionales aumentan su presencia en el mercado mexicano, como compradores, procesadores y minoristas. Dado que México exporta el 85 por ciento de su café, el sector es muy dependiente de la volatilidad del mercado internacional y de los intereses de los actores transnacionales.
La inequidad del mercado internacional tiene un devastador impacto en México. Varios factores convergen en distorsionar dicho mercado: la sobreoferta, la falta de diferenciación de los productos al nivel del comercio global, la cantidad de café defectuoso y de mala calidad y la concentración global de las compañías tostadoras y promotoras de marcas.
La crisis en los precios internacionales afecta también al cultivo en México y sus perspectivas a futuro. En las últimas temporadas, muchos pequeños productores no pudieron cosechar su grano. La Coordinadora Nacional de Organizaciones Cafetaleras (cnoc) reporta que un 20 por ciento de la última cosecha se pudrió en los campos en 2002 y la producción se disminuye.
Los productores tienen pocas defensas en el contexto global actual. Desde 1989, cuando el gobierno desmanteló el Instituto Mexicano del Café, que apoyaba la cadena de producción-procesado-comercialización del aromático, han tenido que luchar llenando los huecos que quedaron en el sector. Enfrentados a enormes carencias en todas las áreas de una infraestructura básica —transporte, instalaciones de beneficiado, financiamiento e información de mercados— la mayoría de los productores deben aún vender su café sin procesar —a un costo menor— a cualquier intermediario que cuente con vehículo y pague con dinero en efectivo.
Pero algunos han logrado construir pujantes organizaciones de base que pueden negociar en colectivo precios más altos, desarrollar nuevos mercados y exportar directamente su cosecha. El ciclo de crisis iniciado en 1989 empujó a los pequeños productores a buscar alternativas y a abrirse a la creación de cooperativas campesinas independientes, muchas de las cuales se han consolidado con los años habiéndose echado a cuestas la elefantiásica tarea de procesar y comercializar directamente su café, en colectivo. Sus esfuerzos logran que se le pague al productor hasta en un 20 por ciento por arriba del precio de mercado.
Estas organizaciones han logrado insertarse de manera fuerte en los mercados solidarios y de comercio justo, estableciendo vínculos directos entre los consumidores y los productores. Han aumentado la calidad de su café y penetrado los mercados de cafés especializado y gourmet. México está a la vanguardia en la producción de café orgánico. Las organizaciones independientes son pioneras de dicha producción en el país y continúan la conversión de su cultivo a orgánico, ahorrando el dinero que invertían en insumos químicos, haciéndose acreedores a las bonificaciones pagadas por este tipo de café. A corto y largo plazo disminuirán los daños ambientales ocasionados hasta ahora .
Al combinar el cultivo del café con la producción de autoconsumo y con la protección de las áreas de biodiversidad más valiosas de la tierra, las organizaciones campesinas marcan un camino hacia una producción cafetalera sustentable social y ambientalmente. Su experiencia ofrece elementos que pueden modificar el modelo global, basados en relaciones de comercio equitativo, y en la conservación de la diversidad biológica y cultural.
Escritor: Laura Carlsen
 
El café orgánico:
Para los socios de la cooperativa Majomut, la producción de café orgánico no sólo les ofrece un mejor precio, sino se ha vuelto un credo ecológico en muchas comunidades indígenas:

“Cuando yo me muera mis hijos van a seguir en el camino de la agricultura orgánica. Haciendo la composta —que es como su alimento de la tierra— la barrera viva, para que no se pierda la tierra, haciendo los trabajos, cultivando su café orgánico. Cuidando la tierra, sin ponerle veneno [fertilizante]. Esta es la parcela que heredé de mis abuelos, de mi papá. Es la que recibirán de herencia mis hijos.”
Pablo Vázquez, Naranjatik, Chenalhó, Chiapas
 
Juan Luna, un productor de Polhó, Chenalhó en los Altos de Chiapas, apunta que el saber actual y el antiguo se combinan para crear una cultura cafetalera entre los productores organizados:

“Cuando se empezó el programa de orgánico hubo un intercambio de plantas entre las comunidades para diversificar el cafetal. Ahora se consiguen plantas con los vecinos, con los parientes. Hay muchos tipos de plantas diferentes al café porque están bien acomodadas, tienen buen arreglo. Primero están los árboles que sirven para dar sombra, luego está la parte donde está el café acompañado de otras plantas, y luego están las hierbas: ahí están las barreras vivas que sirven para que no haya erosión del suelo. De los árboles, de los arbustos y las hierbas también se obtienen alimentos, sirven como medicinas, para tener de vez en cuando madera. Así lo usaban los abuelos, así lo seguimos haciendo nosotros. Todo lo que está en el cafetal sirve para conservar el cafetal o para cubrir nuestras necesidades.“
Juan Luna Pérez. 40 años. Polhó, Chenalhó. Altos de Chiapas
 

“El respeto a la naturaleza se perdió, en lugar de alimentar y cuidar a la tierra, lo que hacíamos era envenenarla. De haber seguido ese camino ahorita seríamos más pobres, con una tierra improductiva, con el engaño de que sólo echándole químicos íbamos a aumentar la productividad… sin futuro para nuestros hijos.“
Rosario Gutiérrez Villarreal, 48 años. Ejido Vicente Guerrero
 
La Organización :
Manuel Gómez Ruiz es socio de la cooperativa Majomut. Cuenta las ventajas de la organización y la manera en que los coyotes (intermediarios) bajan el precio al productor:

“Antes el café bajaba mucho. Pero siempre el precio que paga la cooperativa es mayor que el precio del coyote. Hemos luchado por vender el café en el comercio justo pero no hemos podido. Por lo menos en la Cooperativa conseguimos un mejor precio que si vendemos al coyote, por eso seguimos con la organización.”
“Hay un coyote que va casa por casa en la comunidad. Después este lo puede vender al coyote más grande que está en cabecera municipal. El de la cabecera lo vende en Bochil, es así como el coyote regional. Y el de Bochil pues lo vende a otro coyote que es una empresa de Tuxtla Gutiérrez. Ahí es donde el café recibe el beneficiado seco, ahí lo procesan. La empresa es una sucursal o una representante de una empresa mayor. La empresa es la que exporta el café. Al productor le queda muy poco por su trabajo.
“De café pergamino salieron 10 Quintales de mi parcela de café (1Ha). Recibí como 3,500 pesos ($6.00 kilo aprox.). Todo fue con puro trabajo de la familia, no se contrató nada para la cosecha. La hectárea se lleva como 90 jornales… El único consuelo es que por lo menos ya no se le queda nuestro dinero al coyote, pero el precio está cada vez más bajo y alcanza cada vez menos para las necesidades de la familia… El ciclo pasado estuvo por ahí de los 7 pesos el kilo, esta vez bajó. La única posibilidad que estamos viendo es hacer café orgánico, a ese no lo pueden castigar, al convencional si… Yo de por sí desde hace años no uso químicos…”
Manuel Gómez Ruiz. San Miguel, El Bosque. Zona Norte.
 

“Mi cargo (actividad pública) en mi comunidad, es ser promotor de café orgánico. Mi grupo de trabajo es como de 37 socios. La comunidad me eligió… Para conocer como son los trabajos del orgánico voy a los talleres, ahí se hace la capacitación con los promotores, los ingenieros y los técnicos de La Majomut, luego vengo con mi grupo a dar la capacitación y también visito sus trabajos en las parcelas.”
Manuel Gómez Arias, 45 años, Takiukum, Chenalhó. Altos de Chiapas.
 
Las familias de productores no-organizados son más vulnerables a las fluctuaciones en los precios y pueden ver seriamente afectados sus niveles de vida, como lo muestra el siguiente testimonio de Pedro Guzmán López, un pequeño productor de Majosik, Chiapas. No pertenece a cooperativa alguna:

“Este año el coyote pagó a siete pesos el kilo. Vendí cuatro bultos, sesenta kilos, lo que me dio 1 680 pesos por toda la cosecha de mi hectárea de café. El dinero del café fue escaso; sólo me alcanzó para un poquito de comida. Compré algo de maíz y frijol, ya no ajustó para comprar ropa. No sobró nada de dinero para guardar, para después gastarlo en lo que va comiendo la familia. No rindió casi nada el trabajo de mi familia en el cafetal.
“Tuve que pedir prestado porque el café no resultó. Pedí 2 mil pesos al 5 por ciento mensual. El dinero lo pedí en mayo porque el dinero que había ganado se acabó y ya no tenía comida: mi frijol, mi maíz. Voy a pagar el préstamo en la próxima cosecha. Si se cae el precio del café, no sé qué voy a hacer con esa deuda.
“Dos de mis hijos salieron a buscar trabajo a la ciudad de México. Tiene 15 y 16 años. Tal vez sí encontraron trabajo, pero no han mandado dinero. El año pasado no tuvieron que salir a trabajar fuera de Majosik; quedaron aquí a ayudar a hacer los trabajos del cafetal. Fue hasta este año que salieron, hasta que vieron que no había precio para el café y que no salía para la paga de la comida, entonces decidieron irse. Las hijas también salen a trabajar; se van a Jovel (San Cristóbal) y trabajan de sirvientas. Al menos regresan a visitar de vez en cuando a sus familias. Los muchachos —quién sabe si regresen.”
Lucía Girón Guzmán es la esposa de Pedro y también cuenta su historia:
 

“Trabajo en el cafetal junto a mi esposo y mis hijos, toda la familia trabajamos. Ahorita estoy regresando de la limpia del café. Tuvimos que hacerlo sólo mis dos hijos chicos, yo y mi esposo, porque los otros dos muchachos se fueron a buscar trabajo a la ciudad de México. Es más trabajo para nosotros, pero no queda de otra. Ojalá que suba de precio. Si baja dos o tres pesos, no sé qué vamos a hacer. Da pena, pues, todo el trabajo que no se paga si baja aún más el precio. Cuando es la tapisca nos levantamos a las dos de la mañana para salir a tapiscar a las 6 en el día, pues como está retirada la parcela salimos a las cinco para llegar a las seis a la tapisca.
“Ahorita no resulta nada del café, no me compro ni mi vestido, ni mi ropa, ni mis zapatos, ni mi maíz. Salgo a buscar mi trabajo: limpia de la milpa, limpia del café o cargar leña. Busco mi trabajo para tener dinero, para comprar un poco de comida para la familia. Me pagan el día igual que mi esposo, a 15 pesos el día (1.50 dólares).”
Edith Cervantes es agrónoma y asesora a la cooperativa Majomut en San Cristóbal de las Casas, Chiapas.
 

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Publicado por el Programa de las Américas del Interhemispheric Resource Center (IRC). ©2004. Todos los derechos reservados.

Cita recomendada:
Laura Carlsen y Edith Cervantes , "La crisis del café en Chiapas," Programa de las Américas (Silver City, NM: Interhemispheric
Resource Center, 19 de abril de 2004).
Ubicación
en Internet:
http://www.americaspolicy.org/citizen-action/voices/2004/sp_0404coffee.html
Información de producción:
Escritor: Laura Carlsen y Edith Cervantes
Producción y diseño: Tonya Cannariato, IRC

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