El escenario estaba puesto para una confrontación de fuerzas. Cuando el gabinete de Bush anunció sus intenciones de revivir la moribunda Área de Libre Comercio de las Américas en la Cuarta Cumbre de las Américas en Mar del Plata, los países de Mercosur cerraron filas para evitarlo. Lo que siguió fue un jaloneo diplomático que refleja no tanto divisiones en América Latina, sino más bien una creciente resistencia al modelo actual de libre comercio por todo el mundo en desarrollo.

La cumbre de noviembre se anunció oficialmente como un foro para discutir temas relacionados con el empleo, y el asunto de la creación del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) ni siquiera estaba en el programa. No obstante, mucho antes de aterrizar en esa ciudad argentina a la orilla del mar, el gobierno de Bush dejó claro que sus intenciones eran partir con un compromiso específico de recomenzar las negociaciones.

El gobierno estadunidense tenía la determinación de salir de la reunión con un ALCA revitalizado porque la administración temía que si se dejaba que las negociaciones languidecieran, se perdería el impulso de la iniciativa en un momento crucial. Quien primero lanzó el ALCA fue el padre de George W. Bush, pero después de diez años de pláticas poco concluyentes y diferencias significativas entre los países, el objetivo de un tratado de libre comercio que englobara a todo el hemisferio siguió siendo algo elusivo.

Desde la reunión del ALCA en noviembre de 2003, cuando las dos cabezas de la reunión, Estados Unidos y Brasil, no pudieron acordar un modelo básico, se suspendieron las pláticas sustantivas por completo. Por el telón de fondo de la próxima reunión de la Organización Mundial de Comercio que habrá de celebrarse en Hong Kong en diciembre, donde serán prominentes desacuerdos semejantes a los que han frenado el ALCA, Estados Unidos deseaba una declaración formal de propósitos comunes surgida de su propio hemisferio.

La administración presentó también su estrategia de comercio impulsora de los negocios como un pilar esencial para la democratización y libertad en los países en desarrollo. Recientemente América Latina se ha estado moviendo hacia el centro izquierda y las elecciones venideras apuntan a un viraje mayor hacia la izquierda. Hugo Chávez de Venezuela se ha convertido en un pararrayos en la región por sus críticas al gobierno de Bush, que estallaron tras la invasión de Irak. En este contexto, Washington quería una postura clara de lealtad entre las naciones del continente americano.

Estos anhelos se quebraron en Mar del Plata. Pese a los esfuerzos del presidente de México, Vicente Fox, en el sentido de impulsar un compromiso hacia las pláticas relativas al ALCA, las 34 naciones representadas en la Organización de Estados Americanos (OEA), no pudieron llegar a un consenso que renovara las negociaciones debido a la firme resistencia de las cuatro naciones del Mercosur y Venezuela.

A causa del impasse, una última jugada diplomática evasiva trabajada después de que varios presidentes, incluido Bush, se habían retirado de la Cumbre, el párrafo 19 de la declaración final se dividió en dos posturas.

Veintinueve países se apostaron en la resolución de que permanecerían comprometidos con el logro de un Acuerdo para el ALCA balanceado y abarcativo que busque expandir los flujos de un comercio en expansión. Estas naciones resolvieron dar instrucciones a los funcionarios responsables de las negociaciones de comercio de que reanudaran las reuniones durante 2006, con el fin de examinar las dificultades del proceso del ALCA, de modo de remontarlas y avanzar las negociaciones dentro del marco de trabajo adoptado en Miami en noviembre de 2003.

La segunda posición, impulsada por las cuatro naciones del Mercosur

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