Diez a

Cuando un movimiento social cumple diez años de existencia, es tiempo suficiente como para evaluar su impacto en la sociedad y en el caso del movimiento piquetero en Argentina es posible asegurar que se ha convertido en un nuevo sujeto social.

“Ahora hay un clima diferente, hoy a los piqueteros se los insulta, pero hace sólo dos años nos aplaudían. Estábamos mejor preparados para la represión que para afrontar una política como la de Kirchner”, reflexiona Alberto Spagnolo, ex sacerdote y uno de los referentes del Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) de Solano, en un reciente encuentro de intercambio entre intelectuales y movimientos sociales celebrado en junio en Buenos Aires. La reflexión del referente de Solano (muchos grupos rehuyen el vocablo “dirigente” y en su lugar utilizan “referente”), hace hincapié en que el presidente Néstor Kirchner instaló un escenario que supone nuevos desafíos para un movimiento ahora dividido. “Entre nosotros hubo muy poca reflexión para enfrentar la nueva situación. Pero la gente comienza a ver las cosas de otro modo, sin tanto entusiasmo. Nos dicen que ahora en las casas tienen un poco más de polenta y arroz, pero que en realidad no cambió nada”.

La percepción mayoritaria es que el movimiento piquetero nació para quedarse, siendo uno de los más importantes sujetos sociales que la sociedad argentina deberá tener en cuenta. Hasta hace algún tiempo, sobre todo durante el primer año de la gestión de Kirchner (quien asumió la presidencia el 25 de mayo de 2003), algunos analistas creían que una reducción drástica de la desocupación podría suponer el fin del movimiento. Sin embargo, en los últimos seis años el movimiento piquetero desplazó al sindicalismo tanto por la cantidad de conflictos que protagoniza como por su capacidad como articulador de la protesta social.

De los primeros pasos a la masificación

A mediados de la década de 1990, cuando la burbuja especulativa y consumista provocada por las privatizaciones del gobierno de Carlos Menem comenzaba a desinflarse, y la desocupación crecía sin cesar hasta llegar al 18,5% en julio de 1995, existían gran cantidad de grupos de base dispersos que trabajaban en los más variados aspectos sociales. Estos grupos representaban un nuevo protagonismo social alejado de los partidos políticos, los sindicatos, las iglesias y el Estado, pero estrechamente vinculados a las necesidades cotidianas de la población en los barrios en los que se movían. Los sindicatos y los partidos organizaban a los trabajadores activos, pero nadie se hacía cargo de los desocupados, en particular de los jóvenes y las mujeres, por lo que debieron organizarse de forma autónoma, inventando hasta nuevas palabras para referirse a lo que estaban haciendo: autoorganización o “autoconvocados”. Había desde colectivos de radios comunitarias, grupos culturales (teatro, comunicación, carnaval), de apoyo a los niños, de derechos humanos, vivienda, mujeres, educación popular y muchos otros.

En esta enorme variedad de grupos, que reflejaban un nuevo activismo de base y una intensa efervescencia social, comenzaron a aparecer hacia mediados de 1995 algunos colectivos de desocupados. Los primeros pasos no fueron los cortes de rutas, sino ollas populares para asegurar lo más básico, la comida, cuando la desocupación en los barrios obreros se acercaba al 50%. La impresión de la gente es que en cierto momento se cortó en seco el acceso al trabajo, comenzaron a cerrar masivamente las fábricas, los hombres de 40-50 años quedaron en la calle, y sus hijos no pudieron acceder siquiera al empleo de ayudantes con el que siempre iniciaron su carrera laboral. Primero fueron las ollas, luego las manifestaciones, siempre por grupos pequeños de vecinos. Los cortes vendrán más tarde: en 1996 en el Interior, en 1997 en Buenos Aires.

Se dice que la sureña provincia de Neuquén fue la cuna del movimiento. La privatización de la petrolera estatal YPF1 a comienzos de los 90, el principal empleador en la provincia, fue el detonante. Ya a fines de 1994 se realizó un primer corte de ruta en el pueblo Senillosa, donde nacieron las primeras “comisiones de desocupados”. En general, eran varones que no se reconocían como desocupados y se definían como “ex obreros de…”, en este caso de la construcción. En agosto de 1995 el gobierno de la provincia aprobó la primera ley (la 2.128) que otorgaba un subsidio de 200 pesos mensuales (200 dólares en ese momento) a todo jefe de familia desocupado. Como los pagos no llegaban, se ocupó el municipio hasta que se liberaron los fondos (Oviedo, 2001). A partir de ahí se estabiliza la Coordinadora de Desocupados de Neuquén, que buscaba ampliar la cobertura de la ley y aumentar los montos del subsidio.

En Buenos Aires, de forma simultánea comenzaron a darse los primeros pasos. En Bahía Blanca se consiguen en setiembre de 1995 los primeros “planes de empleo” (como se denominaron los subsidios) gracias a una acampada de 800 desocupados que se instalaron durante una semana frente al municipio. En La Matanza, recuerda Toty Flores, los primeros pasos se dieron a mediados de ese año, cuando grupos de vecinos se reunieron para afrontar los elevados recibos de luz que les llegaban (la empresa estatal había sido privatizada). Tenían mucho miedo a la represión (la dictadura había desaparecido a 30 mil personas) y sobre todo un sentimiento de culpa por estar sin trabajo que los llevó a largas y duras discusiones. “Los partidos políticos de izquierda nos consideraban ‘lúmpenes’ y nos mandaban a trabajar a las fábricas. Por supuesto, las fábricas ya no existían.” 2

Recién el 1 de mayo de 1996 las primeras comisiones de desocupados realizan un acto en plaza de Mayo, convocado por los grupos de La Matanza, Solano, San Martín, Avellaneda y La Plata, al que asisten dos mil personas y se realiza una misa ecuménica. Ahí quedan configurados los primeros MTD, que reclamaban bolsas de comida y subsidios. “El MTD surgió espontáneamente como una forma de solidaridad entre vecinos que compartían un mismo problema”, recuerda Toty Flores. En algunos barrios, como La Matanza, fue la imposibilidad de pagar la luz; en otros fue alguna estafa de las empresas privatizadas, o algún abuso del municipio; en casi todos, el hambre los llevó a instalar ollas populares a las que asistían no menos de cien vecinos en promedio. En los inviernos de 1995 y 1996 hubo miles de ollas esparcidas en las principales ciudades argentinas.

Las primeras grandes acciones públicas del movimiento fueron las “puebladas”3 de 1996 y 1997, sobre todo en Cutrol Co (en Neuquén al sur) y en General Mosconi (en Salta al norte). Ambas poblaciones habían sufrido por la privatización de YPF que era su principal fuente de trabajo. En junio de 1996 miles de desocupados cortaron la ruta en Cutral Co durante una semana, rechazaron la represión de la Gendarmería y obligaron al gobernador provincial a “bajar” hasta las barricadas a negociar. Los desocupados consiguieron sus principales objetivos: la reconexión de luz y gas a los que se les había cortado por no poder pagar, y el pago de cientos de subsidios. El hecho tuvo un impacto nacional, fue de hecho la irrupción pública de los desocupados y contribuyó a elevar la autoestima de los millones de argentinos sin empleo.

Como el gobierno no cumplió los acuerdos, en marzo del año siguiente la movilización fue mucho mayor. Una huelga paralizó la provincia de Neuquén, se ocuparon los puentes y hasta el aeropuerto, y se cortaron los accesos a YPF. La Gendarmería demoró tres días en despejar las rutas, y lo hizo a un costo muy elevado: se enfrentó violentamente con unas 15 mil personas (Cutral Co tiene 33 mil habitantes) y provocó la muerte de la desocupada Teresa Rodríguez, que pronto se convirtió en un símbolo nacional. La represión se mostró ineficaz: provocó la reacción masiva de la población que terminó expulsando a los gendarmes y quedó como dueña de la ciudad.

Estos hechos se repitieron, con pequeñas diferencias, en Mosconi en mayo de ese año clave de 1997, y muy poco después en Cruz del Eje (Córdoba) y en Jujuy; y comenzaron los grandes piquetes en Buenos Aires, lo que representó un punto de inflexión de enorme trascendencia. Durante una semana, a comienzos de noviembre de 200l, miles de personas cortaron las rutas de la capital, consiguiendo miles de subsidios que comenzaron a administrarlos los propios grupos y ya no sólo los municipios. La marea del movimiento piquetero no se detuvo, se amplió y expandió sin cesar hasta que el 19 y 20 de diciembre de 2001 se convirtió en explosión nacional, desalojando al presidente Fernando de la Rúa. En el camino, quedaron decenas de muertos y unos cuatro mil procesados por los tribunales.

El movimiento piquetero pasó en pocos años de la marginalidad al centro de la escena social y política. Desplazó al movimiento sindical como el más importante movimiento argentino. Mientras las huelgas (principal forma de lucha de los sindicatos) declinan desde 1989, los piquetes irrumpieron en 1997 y alcanzaron su punto culminante en 2002. Aunque disminuyeron en cantidad, siguen ocupando un lugar destacado. En 1998 hubo 949 paros y conflictos laborales que fueron bajando hasta un mínimo de 125 en 1997; luego ascendieron levemente para descender a 122 paros en 2003, aunque en 2004 la cifra aumentó hasta los 226. En el mismo lapso, los piquetes pasaron de 140 en 1997 a 51 en 1998, crecieron hasta 252 en 1999, a 514 en 2000 y treparon a 1,383 en 2001, el año que cayó el presidente Fernando de la Rua. Al año siguiente llegaron a su máximo histórico con 2,336 cortes de ruta, para bajar drásticamente durante el primer año de Kirchner a 1.278 y a 1.181 en 20044 . Pese al descenso, el corte de ruta sigue siendo la principal forma de protesta social.

De la disrupción a la coordinación

Al igual que sucedió en todo el mundo con los grupos de mujeres, al principio los desocupados debían explicar, y explicarse a sí mismos, porqué se organizaban aparte de los demás trabajadores. Para la cultura política hegemónica en un país de larga tradición sindical como Argentina, la desocupación era una situación transitoria. La idea de una desocupación estructural y permanente, que abarcara además a la mitad de la población en edad de trabajar, era algo impensable en un país que había estado entre las naciones más industrializadas del mundo. Pero la realidad decía todo lo contrario: en América Latina la suma de desocupados y ocupados precarios (informales, subocupados, trabajadores por cuenta propia, etc.) supera desde hace ya dos décadas el 50% de la población activa, y en varios países se acerca al 80%. Los nuevos desocupados de los años 90 debieron aceptar que el empleo estable con plenos derechos sociales y salario negociado, se convirtió en la excepción reservada para un sector minoritario de los trabajadores.

Como le sucede a todos los grupos subalternos, debían superar el sentimiento de culpa. Juan Carlos Alderete, de la CCC5 , recuerda que en 1996 los desocupados vivían la situación “para adentro, con mucha vergüenza de tener que decir que habían quedado desocupados, con mucha vergüenza cuando venían y les cortaban la luz porque no podían pagar”.6 Por su parte, Toty Flores lo recuerda así:

Uno de los primeros problemas que tuvieron que abordar los desocupados que deseaban cambiar su condición de excluidos, fue la culpa. Culpable por haberse quedado sin trabajo, por viejo, por joven sin experiencia, por ser mujer, por ser extranjero, por no haber estudiado lo suficiente… Era la culpa la que impedía organizarse con otros para, entre todos, encontrarle solución a los problemas. Era la culpa la que dificultaba identificar a la desocupación como un problema social.7

Sólo el debate abierto de estos temas en las reuniones colectivas, poder poner en común el problema de la quiebra de la autoestima, sentó las bases para su superación. Pero esto comenzó pronto a dividir las aguas del movimiento.

El universo piquetero es complejo, contradictorio y, sobre todo, es un magma en permanente reconfiguración, pese a que en los últimos años se está sedimentando. Se pueden detectar varios cortes o tendencias dentro del movimiento. Por un lado, cuando un movimiento se instala en una sociedad aparecen diferentes franjas, desde las más institucionales a las más autónomas. En el caso piquetero, hay una fuerte corriente “sindical”, que considera al movimiento como un “brazo” del sindicalismo. La FTV es la federación de desocupados de la central sindical CTA, en tanto la CCC (organizada también de forma sindical) tiene una sección de desocupados o piqueteros. Son los grupos más masivos, que están coordinados a nivel nacional y provincial, y utilizan la figura del afiliado al igual que los sindicatos.

Luego aparecen los perfiles políticos. La FTV y Barrios de Pie son afines al gobierno de Kirchner y tienen cierto tinte peronista. La CCC, de línea maoista, fue cercana al oficialismo pero en los últimos años ha pasado a la oposición. Por otro lado, están una gran cantidad de grupos de mediano tamaño vinculados a partidos de izquierda, ya sea trotskistas (Polo Obrero, MST) o comunistas (MTL), así como muchos pequeños grupos, algunos de implantación local, enfrentados al actual gobierno. Hay casos de grupos que se iniciaron en la autonomía y luego pasaron a crear alianzas políticas, como el Frente Darío Santillán que agrupa a parte de lo que fue la Cooridnadora Aníbal Verón. Por último, aparecen los grupos autónomos (los MTD de Solano y La Matanza, el MTR) que pretenden romper la dependencia del Estado y procuran trabajar más allá de los subsidios al igual que el MTD Aníbal Verón.

Un tercer perfil diferenciador importante es la actitud hacia los planes o subsidios. El Estado otorga unos dos millones de subsidios mensuales de 150 pesos, además de apoyos a emprendimientos del más diverso tipo. Algo más del 10 por ciento de los subsidios son gestionados por cientos de grupos de desocupados, gracias a la presión que ejercen desde 1997 para sustraerlos al manejo del aparato clientelar municipal. Hay grupos que pretenden apenas utilizar los subsidios para la sobrevivencia mientras se supera la crisis y surgen nuevos empleos estables. En el extremo opuesto, los autónomos están creando formas de trabajo no dependiente en sus barrios, sin renunciar a los subsidios pero buscando alternativas productivas generadas por ellos mismos.

Por otro lado, el corte ruta como forma de lucha se ha legitimado en la sociedad y ahora es una forma de acción social habitual adoptada no sólo por los piqueteros sino por los sindicatos y por cualquier colectivo que lucha por demandas. Los últimos conflictos laborales demuestran cómo el sindicalismo ha adoptado formas de lucha nacidas en otros ámbitos, como los cortes de ruta y los escraches8 . En diciembre los sindicatos de las empresas telefónicas privatizadas (Telefónica y Telecom) mantuvieron un conflicto por salarios en el que tomaron edificios, hicieron piquetes y escraches festivos frente a las viviendas de los presidentes de las empresas9 . A comienzos de junio unos mil obreros metalúrgicos cortaron la autopista Panamericana por donde se ingresa a Buenos Aires durante tres horas, provocando un descomunal congestionamiento, en el marco una lucha salarial10 . A fines de junio los empleados municipales de Caleta Olivia, pueblo petrolero en el sur, cortaron las rutas durante horas para reclamar aumentos salariales. Otro tanto han hecho los estudiantes secundarios para exigir que los edificios sean acondicionados.

Son apenas un puñado de ejemplos que muestran que el piquete trascendió a los piqueteros. Pero los piquetes han cambiado de formato. Hasta el año 2002 eran cortes totales de las rutas y calles, no dejando ningún paso libre y preparándose para el inminente enfrentamiento con la policía. Iban encapuchados, con palos y en formación, y quemaban cubiertas; los cortes duraban varios días hasta que se conseguían las demandas por lo que se instalaban cocinas y tiendas. Ahora los cortes son más “livianos”: duran unas horas, dejan carriles abiertos al tránsito, a menudo no hay quemas, van con los rostros descubiertos y muchas veces sin palos. En ocasiones, esas son las exigencias de los jueces para no interrumpir sus marchas. La situación ha cambiado y ahora las clases medias rechazan los piquetes, por lo que muchos grupos que son concientes de su aislamiento sólo salen a la calle cuando no tienen otra alternativa: cuando se “caen” o no se renuevan los subsidios.

Cambio social: el nuevo lugar de las mujeres

Uno de los aspectos más interesantes del movimiento piquetero es que ha conseguido modificar el lugar social de una parte considerable de quienes lo integran. Se estima que entre seis y siete de cada diez integrantes del movimiento son mujeres. La inmensa mayoría nunca tuvieron experiencia laboral, ni sindical, ni política. Llegaron al movimiento por la necesidad, empujadas por el hambre de sus hijos. Se trata de mujeres muy pobres, que viven en la periferia de las ciudades, muchas apenas saben leer y escribir, son muy jóvenes y tienen entre cuatro y siete hijos en promedio. Hasta que se integraron al movimiento eran amas de casa sometidas a sus esposos. Los testimonios de estas mujeres revelan la dificultad del tránsito de amas de casa hacia un nuevo lugar social, el de sujetos protagonistas de sus propias vidas. Como mujeres y como madres.

En la extrema pobreza urbana latinoamericana se registra una profunda desestructuración de las familias, en la que la peor parte la llevan mujeres y niños, pero que los varones sufren refugiándose en el alcohol, el abandono de las responsabilidades familiares y la violencia. Las mujeres en tanto madres no renuncian a alimentar a sus hijos y salen a la calle a luchar. Politizan su situación, son las portadoras de una interpelación radical que rompe con la relación público-privado para hacer visible el hambre, como las Madres de Plaza de Mayo hace casi 30 años hicieron visible la desaparición forzada de sus hijos por la dictadura.

El primer paso de las mujeres en el movimiento es una extensión de su rol en el hogar, ocupándose del cuidado de los otros, mientras los varones se ocupan de la representación pública. Así, ellas hacen la comida, cuidan a los niños en los cortes y durante las asambleas, y ellos hablan ante los medios y coordinan con otros grupos de desocupados. Pero en todos los grupos hay cambios notables, quizá como consecuencia de ese “politizar la vida” que caracteriza a las luchadoras sociales argentinas, que año a año vienen realizando encuentros en los que participan más de 15 mil mujeres de todos los sectores sociales. Los cambios se pueden visualizar en tres aspectos: la actitud hacia la violencia doméstica, el papel de las mujeres en la representación y en la seguridad.

Aunque la violencia doméstica es muy alta, las piqueteras nunca acuden a la policía. Pero la violencia aumenta cuando las mujeres salen a cortar rutas, a reuniones del movimiento o simplemente a verse con otras compañeras. Ellas sienten el cambio una vez que están en el movimiento. La mayoría no conocían otra cosa que las cuatro paredes de sus precarias casas. “Salir es una revolución”, dice Viviana, de 33 años y madre de cinco chicos, del MTD Aníbal Verón. Cuando una compañera es agredida por su pareja, las demás reaccionan. En el Polo Obrero tienen “piquetes de convencimiento” para hablar con los agresores; en la Verón las mujeres desalojaron de su casa a un golpeador ante las cámaras de televisión. Un patrón de acción común a todos los grupos puede ser el que varias piqueteras sintetizaron este año a la revista Proyectos 19/20:

Una vez que la compañera se anima a plantear lo que está viviendo –lo cual es poco frecuente- lo primero es hablar con el hombre que está golpeando. En general, van varias mujeres juntas a hacerlo. Se le plantea el sufrimiento de su esposa, se le cuenta sobre los grupos para hombres violentos, se le insiste en que tiene que hacerse atender. El objetivo: hacerle saber que su golpe ya no es silencioso. Si continúa, la advertencia es bastante más enérgica. Y si esto no alcanza, un grupo lo expulsa de la casa. En general, se trata de varones ajenos a la organización.

Para llegar a la acción colectiva contra la violencia doméstica, debieron pasar años de talleres de género en los movimientos, de participación en los encuentros nacionales de mujeres y dar pasos concretos para combatir el machismo ajeno y el propio. Porque, como señala una joven del MTD Almirante Brown, “también está dentro nuestro el darle más valor a la palabra del varón que a nosotras mismas, por una cuestión cultural que desde el nacimiento siempre está la palabra del hombre antes que todo” .11 El crecimiento interior, el empoderamiento de las mujeres, pasa por miles de reuniones, asambleas y sobre todo por los talleres que realizan los movimientos en donde todas se animan a hablar, mucho menos visibles que los cortes de rutas, pero que sin embargo son los espacios donde se cuece a fuego lento el verdadero cambio social.

En segundo lugar, las piqueteras presionan desde la base, donde son la inmensa mayoría, para compartir los espacios de representación que suelen ser hegemonizados por los varones. “Siempre nuestra historia la cuentan ellos”, dice Carla del MTD Aníbal Verón, organización que publicó un libro de fotos, Tierra piquetera, en el que las protagonistas son las mujeres del movimiento. Varios movimientos han creado plenarios y grupos de mujeres como forma de abordar temas que no tienen espacio en las asambleas, sobre todo los relacionados con el aborto, que sigue siendo un tema difícil de hablar. Poco a poco, comienzan a ganar espacios, sobre todo las más jóvenes, que son a su vez las más formadas, y aparecen decenas de mujeres como voceras de sus movimientos.

En tercer lugar, la seguridad dejó de ser el monopolio de los varones. Las tareas del área de seguridad, que en las marchas y cortes acude con palos y las caras tapadas con pañuelos o pasamontañas, es vigilar que no haya infiltrados, que no se consuma alcohol y que no se abandonen las columnas. Una tarea delicada es evitar las provocaciones de la policía y, en ocasiones, de vecinos furiosos por el corte de la calle. Analía, del MTR, explica su tarea diciendo que “si de da una situación de represión, nosotras no tenemos que correr, tenemos que quedarnos para que las compañeras y compañeros puedan retirarse. Esa es la adrenalina”.12

Cambo social: de desocupados a trabajadores autónomos

Una de las características del movimiento piquetero, que lo emparenta con los movimientos feministas e indígenas, es que practican el cambio social “aquí y ahora”, sin esperar que un día el Estado resuelva sus problemas. Están tomando en sus manos la educación y la salud, que abordan desde criterios propios a tal punto que algunos grupos no reproducen los moldes del sistema. En la educación, aplican los métodos participativos de la educación popular; en la salud, buscan eludir la dependencia del saber médico y de las medicinas: caras, de difícil acceso y de resultados inciertos.

Un buen ejemplo del trabajo en salud es el MTD de Solano, donde pusieron en marcha “grupos de reflexión”. En esos grupos, según afirma una participante, “uno aprende a quitarse el miedo. Y el miedo es una enfermedad”. En relación con la dependencia de los médicos y especialistas, consideran que “la verticalidad es enfermante” y que “salud es encontrarnos”.13 El relato de un psicólogo social que participa en el movimiento y coordinó la primera reunión que se realizó en un barrio muy pobre que forma parte del MTD de Solano, habla por sí solo:

Después de las presentaciones iniciamos la reunión con una pregunta abierta: ¿alguien quiere decir algo? Fue como abrir una canilla. Casi sin demora una señora comenzó, acongojadamente, a relatar que siendo chica había sufrido abusos sexuales por parte de su padre. El relato era entrecortado, sollozaba en medio de las frases, alcanzó a componer un cuadro frecuente en los hogares pobres de provincianos arrojados a las orillas de la gran ciudad. Hacinamiento, promiscuidad, varones y mujeres durmiendo en el mismo cuarto, y las consecuentes violaciones como parte de la vida familiar. Cuando finaliza su doloroso relato se hace un silencio poderoso, un silencio hecho de setenta y pico de bocas calladas, un silencio de no saber qué hacer entre todos con tanto antiguo dolor que venía a estallar ahora, cuarenta o cincuenta años más tarde, en este ámbito, buscando quién sabe qué respuesta o resonancia o comprensión o perdón o simplemente escucha. El grupo, esta asamblea, se siente convocada a contener de alguna manera este gesto de la compañera, y no acierta cómo. Por fin atino a señalar algo: que la compañera nos hace partícipes de su dolor y que hay que ver qué podemos hacer con eso. Apenas un simple señalamiento pero que tiene la condición de habilitar otras voces. Hay palabras de consuelo, de comprensión, abrazos, gestos de solidaridad, en muchos casos de parte de quienes se reconocen en esos y otros sufrimientos.14

Un tercer aspecto relacionado con el cambio social se relaciona con el tránsito de trabajadores dependientes a trabajadores autónomos. Debe decirse que no todos los movimientos piqueteros lo consideran así. Algunos, como los que están vinculados a sindicatos y partidos de izquierda, creen que encarar emprendimientos productivos es algo cercano al asistencialismo porque no resuelve los problemas de fondo. Sin embargo, cada vez son más los grupos que habiendo comenzado con comedores y merenderos en los que procesan los alimentos donados por el Estado, comienzan a producir no sólo alimentos sino una amplia gama de productos.

Libertad para los piqueteros, agosto de 2001
Foto:MTD Aníbal Verón

La UTD de General Mosconi, un pueblo de 15 mil habitantes que vivía de la petrolera estatal privatizada por Menem y fue una de las cunas del movimiento piquetero, ha dado un salto espectacular: tiene 31 huertas, una granja integral, reciclaje de botellas, viveros, talleres metalúrgico y de carpintería donde hacen sillas y camas, una colonia agrícola de 150 hectáreas, criadero de cerdos y otros animales; construyeron un comedor comunitario para indígenas de la zona y salas de primeros auxilios. Hay 2.000 personas vinculadas a los proyectos de la UTD, asentados en relaciones comunitarias y horizontales, sobre una población activa de 8.00015 .

Un avance notable es el que ha dado el MTR, uno de los grupos de mediano tamaño. Roberto Martino señala que tienen a su cargo 117 comedores y 60 merenderos que administran 73.000 kilos de alimentos secos que “arrancamos al gobierno” y 5.000 kilos de harina “que arrancamos a los productores. Los alimentos frescos los producimos en nuestras propias huertas”. El MTR, de matriz guevarista, promueve una economía social solidaria y para eso puso en marcha sus talleres de costura y calzado, sus panificadoras, farmacias, cooperativas de viviendas y criaderos de conejos16 .

A las panaderías, que existen en casi todos los movimientos, se suman las huertas, pero también crían conejos, gallinas y cerdos. En unos cuantos grupos hay talleres de carpintería y metalúrgicos, y casi todos tienen albañiles que construyen las instalaciones de los movimientos y muchos talleres textiles. En general, nunca llegan a autoabastecerse de alimentos, pero van ganando autonomía material además de autoestima. En unos pocos barrios, comienzan a cultivar hierbas medicinales para depender menos de las medicinas.

Sin embargo, hay otros dos aspectos que muestran la profundidad de los cambios. Muchos ex obreros aseguran que no volverían a trabajar en una fábrica bajo la disciplina de un capataz. Sobre todo las piqueteras tienen claro que no trabajarían en las cientos de textiles clandestinas en las que por salarios muy bajos trabajan 13 horas de pie. “Yo quiero trabajar, pero acá en el galpón (del movimiento) trabajo”, dice Viviana del MTD de Lugano.17

Por otro lado, la división del trabajo es casi inexistente. De forma natural, en los emprendimientos productivos piqueteros (pero también en las fábricas recuperadas y en los trabajos de las asambleas barriales) se busca hacer realidad la frase “entre todos, todo”, que remite a compartir saberes, evitar las jerarquías y una rígida división del trabajo. La pequeña textil que funciona en el MTD de La Matanza, en la que trabajan las mujeres del movimiento, dio pasos poco convencionales: “Se socializaron los saberes aprendidos y se pusieron las máquinas del taller a disposición de los vecinos que deseaban practicar con ellas”18 . En particular, los movimientos autónomos rehuyen la figura del capataz, aunque tienen coordinadores por áreas de trabajo. Ciertamente, el trabajo es poco productivo si se lo mide con los parámetros de la productividad empresarial. Pero avanzan en una lógica distinta, que profundiza las diferencias a menudo de forma no explícita: no importa tanto cuánto producen sino cómo lo hacen.

El “cómo” es una de las claves del cambio social que están protagonizando mujeres, niños y varones desde los márgenes de la ciudad y de la sociedad. Alberto Spagnolo, el referente del MTD de Solano, hizo la siguiente reflexión sobre los diversos estilos de organización, que dejó pensando al auditorio: “La verticalización y la institucionalización de los movimientos son las nuevas formas que adopta la contrainsurgencia”. Porque son las formas de neutralizar el potencial de cambio social que anida en ellos.

 

Referencias

Colectivo Situaciones-MTD Solano (2002) La hipótesis 891. Más allá de los piquetes, De mano en mano, Buenos Aires.

Dillon, Marta (2004) “Rebelión en el piquete”, Página 12, 2 de julio.

Di Marco, Graciela y Palomino, Héctor (2004) Construyendo sociedad y política, Jorge Baudino Ediciones, Buenos Aires.

Enero, Autónomo (2003) “El movimiento en conjunto es quien cura”, Taller de Salud, en www.lavaca.org

Ferrara, Francisco (2004) ¿La clínica en el galpón? (Buenos Aires: mimeo).

Flores, Toty (2002) De la culpa a la autogestión, Editoria MTD La Matanza, Buenos Aires.

Korol, Claudia (2003) “Tiempo de guerras y emancipaciones en las tierras del petróleo”, en www.rebelion.org

Oviedo, Luis (2001) Una historia del movimiento piquetero, Rumbos, Buenos Aires.

Proyectos 19/20 (2005) “Conciencia de género en las organizaciones piqueteras”, Buenos Aires, año 3, No. 13, marzo-abril.

Svampa, Maristella y Pereyra, Sebastián (2003) Entre la ruta y el barrio. La experiencia de las organizaciones piqueteras, Biblos, Buenos Aires.

Zibechi, Raúl (2003) Genealogía de la revuelta. Argentina: una sociedad en movimiento, Letra Libre, Buenos Aires.

 

Principales organizaciones piqueteras

1)Vinculadas con sindicatos
Federación de Tierra y Vivienda (FTV): www.cta.org.ar/institucional/ftv

2)Vinculadas con partidos políticos
Corriente Clasista y Combativa (CCC): www.cccargentina.org.ar
Barrios de Pie: www.barriosdepie.org.ar
Polo Obrero (PO): www.po.org.ar
Movimiento Sin Trabajo-Teresa Vive (MST): www.mst.org.ar
Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados (MIJD)*
Movimiento Territorial de Liberación (MTL)*
Federación de Trabajadores Combativos (FTC)*

3) Autónomos
Movimiento Teresa Rodríguez (MTR): www.elteresa.org.ar
Frente Darío Santillán*
MTD Solano: www.solano.mtd.org.ar
MTD Aníbal Verón*
Unión de Trabajadores Desocupados de Gral. Mosconi (UTD)*
MTD La Matanza*

*Sobre las organizaciones que no tienen página web puede conseguirse información en: www.anred.org; www.lafogata.org; www.lavaca.org o en www.argentina.indymedia.org

 

Notas:

1 Sigla de Yacimientos Petrolíferos Fiscales.

2 Flores, Toty (2002) De la culpa a la autogestión, Editorial MTD La Matanza, Buenos Aires. P. 24

3 Por puebladas se entienden en Argentina grandes movilizaciones que a menudo asumen perfiles insurreccionales.

4 Datos del Instituto Nueva Mayoría.

5 El significado de todas las siglas aparece al final.

6 Svampa, Maristella y Pereyra, Sebastián (2003) Entre la ruta y el barrio. La experiencia de las organizaciones piqueteras, Biblos, Buenos Aires. p.39

7 Ibid., Flores, pp. 17-18

8 Son manifestaciones frente a la casa de un genocida para denunciarlo ante el vecindario. Los sindicatos comenzaron a hacer escraches frente a las viviendas de sus patrones o de los ejecutivos y en ocasiones los grupos de mujeres los hacen donde vive o trabaja un violador o agresor.

9 “Lo novedoso en el conflicto de los telefónicos”, en www.lavaca.org

10 Clarin, 8 de junio de 2005, en www.clarin.com

11 Proyectos 19/20, 2005.

12 Ibid.

13 “El movimiento en conjunto es quien cura”, Taller de Salud, Enero Autónomo en www.lavaca.org 2003

14 Ferrara, Francisco (2004) ¿La clínica en el galpón? Buenos Aires: mimeo.

15 Korol, Claudia “Tiempo de guerras y emancipaciones en las tierras del petróleo”, 2003, en www.rebelion.org

16 Coloquio Internacional “De la exclusión al vínculo”. “Desafíos actuales de los movimientos sociales”, en www.lavaca.org

17 Dillon, Marta “Rebelión en el piquete”, Página 12, 2 de julio, 2004.

18 Di Marco, Graciela y Palomino, Héctor (2004) Construyendo sociedad y política, Jorge Baudino Ediciones, Buenos Aires. p. 67

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