Si la revista Time tuviera un vislumbre de percepción, nombraría al Nini como Persona del Año para 2010. Y qué, se preguntará el lector, es exactamente un Nini? Adoptado en México durante la crisis económica, este modismo popular define a la persona joven que ni trabaja, ni estudia.

En México en días recientes, el Nini estuvo al frente en los titulares de la prensa. En torno a la Conferencia Mundial de la Juventud, celebrada a fines del mes pasado en la ciudad central mexicana de León, Guanajuato, se desarrolló una mordaz controversia sobre el número de Ninis que hay en el país, así como la respuesta gubernamental a ellos.

En reacción a diversos informes de que en el país viven más de ocho millones de Ninis, medio millón de los cuales, por lo menos, se estima que han engrosado las filas de la delincuencia organizada, funcionarios de las Secretarías de Gobernación y de Educación Pública proclamaron que las cifras han sido exageradas y que como máximo habría solamente unos 280,000 jóvenes ociosos en esta nación.

Alonso Lujambio, Secretario de Educación, atizó el debate al declarar que las estimaciones de millones de Ninis devalúan a las mujeres jóvenes que permanecen en el hogar para criar a sus familias y realizar las tareas domésticas. ¿No fue una mujer que trabaja para él quien lo dijo primero? Un torrente de ridículo brotó tanto de la internet como de personajes prominentes: José Narro, rector de la prestigiada Universidad Nacional Autónoma de México, se unió a la refriega verbal. Refutando el bajo estimado de los funcionarios de la administración de Felipe Calderón, Narro insistió en que en efecto hay en el país millones de Ninis, y que incumbe al gobierno hacer algo para solucionar el problema.

Aureliano Peña Lomelí, rector de la Universidad Autónoma de Chapingo, la principal institución de enseñanza agrícola en México, fue citado en el sentido de que la crisis es aún peor para la juventud rural mexicana. Según Peña, menos de uno entre diez jóvenes de comunidades rurales cursa educación superior.

El del Nini no es un fenómeno exclusivamente mexicano. De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo, en todo el Globo 81 millones de jóvenes estaban desempleados a finales de 2009. Suficientes para poblar un país del tamaño de Irán, las legiones de jóvenes sin empleo representan un récord histórico, la mayor cantidad de que se sepa hasta ahora, en términos de la OIT.

El desempleo masivo global de los jóvenes es el telón de fondo contra el que la ONU señaló el inicio del Año Internacional de la Juventud en agosto de este año. Un informe preparado para la OIT advirtió de “una generación perdida”, compuesta de jóvenes que “han salido del mercado laboral, habiendo perdido toda esperanza de ser capaces de trabajar a cambio de una vida digna.”

Si algún lugar pudiera considerarse el epicentro del fenómeno Nini, tal vez sería Ciudad Juárez, desgarrada por la violencia en la frontera entre México y Estados Unidos. Con escasas oportunidades de ganar salarios suficientes para sobrevivir en las galeras de las plantas maquiladoras para la exportación, de propiedad extranjera, y excluidos económicamente del nivel de la educación superior, los jóvenes son fácilmente reclutados como vigías, mulas para el contrabando, narco menudistas y sicarios, por los cárteles de la droga en rivalidad constante.

Los jóvenes de Ciudad Juárez ocupan el primer lugar en la lista de los más de 6,000 víctimas de asesinato que van desde 2008. De los 1,623 asesinatos reportados en la ciudad fronteriza entre 2008 y 2010, 1,073 fueron de personas de menos de 26 años de edad de acuerdo con el servicio noticioso Reforma. Separadamente, el periodista mexicano Raymundo Riva Palacio informó que 54 por ciento de las víctimas de la guerra contra el narco en todo el país durante 2008 y 2009 tenían de 21 best online casino a 35 años.

Simbolizada por la masacre de 15 jóvenes en una fiesta en el vecindario juarenze de Villas de Salvarcar en enero pasado, este tipo de matanza ha introducido otro nuevo término en el vocabulario popular: juvenicidio.

Las necesidades de la juventud languidecen en el último renglón de la lista de prioridades de la política pública. Mientras el gobierno federal promete 300 millones de dólares para reconstruir Ciudad Juárez, destina 6 mil millones de dólares a mejorar las fuerzas de seguridad.

Para demasiados jóvenes la criminalidad es “la única opción”, dice Julián Contreras Àlvarez, joven activista del Frente Plural de Ciudadanos de Ciudad Juárez. “Vivimos en un país en donde no hay futuro para nosotros como jóvenes, y eso nos está golpeando y radicalizando”, declara Contreras en entrevista a principios de este año. Su grupo ha protestado contra la militarización, la violencia y las violaciones de derechos humanos cometidas por el gobierno. Durante décadas, el Nini mexicano fue un fantasma, oculto en gran medida por la entrada de jóvenes trabajadores inmigrantes al mercado de trabajo estadunidense. Ahora, sin embargo, la quiebra económica en El Norte, aparejada con la intensa campaña por la seguridad en la frontera han ido empujando las contradicciones del elevado desempleo, oportunidades educativas limitadas y la encarnizada guerra del narco hasta el punto de la ebullición: la crisis polifacética ha hecho erupción precisamente en el momento en que México experimenta un –así llamado- “bono demográfico” de población en el segmento de 15 a 29 años de edad.

Desde hace mucho tiempo los Ninis forman parte del paisaje social de Estados Unidos, aunque los medios de comunicación, el gobierno y casi toda la sociedad los ignoren en gran medida. ¿Quién recuerda los miles de jóvenes de las ciudades perdidas durante las “guerras del crack” de los 1980s y comienzos de los 1990s? ¿Quién piensa en los jóvenes de color que siguen encontrando la muerte violenta en lugares como Oakland y Chicago?

Rutinariamente millones de Ninis estadunidenses son canalizados al complejo de la industria carcelaria o de las fuerzas armadas. Hoy parece haber más Ninis que nunca.

En julio pasado, el mes pico del empleo de la temporada de verano, la Oficina Estadunidense de Estadística Laboral reportó que únicamente 48.9 por ciento de los jóvenes entre 16 y 24 años se habían integrado a la fuerza de trabajo –el récord más bajo desde el inicio de la recolección de estas estadísticas en 1948. Anteriormente el Centro para el Progreso Estadunidense (Center for American Progress) con sede en Washington, D.C. había informado que la cantidad de jóvenes de entre 20 y 24 años que asistían a escuelas o facultades en Estados Unidos cayó en un 10 por ciento de 2008 a principios de 2010. Como siempre, el desempleo golpea más duramente a la juventud de color… sea inmigrante o no.

“Esta es una emergencia”, afirmó el reverendo Jesse Jackson en su programa de radio semanal. El 28 de agosto, la Rainbow Push Coalition (Coalición de Impulso Arco Iris) de Jackson se unió a United Auto Workers (Trabajadores Unidos de la Industria Automovilística) para encabezar una manifestación de varios miles de personas demandando empleos, justicia y paz en Detroit, Michigan, ciudad que ha sufrido la hemorragia de miles de empleos industriales bien pagados a México y otros “paraísos” de salarios bajos. Como Ciudad Juárez, Detroit es un lugar plagado por el desatado desempleo juvenil, y atestado de decenas de miles de hogares abandonadas y sueños destruidos.

El modelo Detroit-Ciudad Juárez se está extendiendo. En tanto que los presupuestos récord para la industria militar estadunidense enriquecen a los sátrapas imperiales, estados como California y Arizona rechazan solicitantes a universidades; de costa a costa los salones de clase están repletos de estudiantes y el apoyo gubernamental a la educación tanto básica como superior está agudamente mermado.

Se ha dicho que puede juzgarse a una sociedad por la manera en que trata a sus jóvenes y a sus ancianos. En Estados Unidos y otros países supuestamente desarrollados, las propuestas actualmente en boga para prorrogar la edad de retiro presagian la negación de todavía más posibilidades de empleo a los jóvenes, mientras prometen sufrimientos prolongados y recortes drásticos a prestaciones para los adultos mayores.

Algunos jóvenes contraatacan, tal vez incluso en un preludio de revuelta estilo 1968 –considerando los números de jóvenes frustrados en todo el mundo–, con resultados, hasta ahora, muy disparejos. La juventud se colocó en el primer plano de las protestas recientes en Grecia contra un régimen de austeridad. Inspirando el amplio respaldo popular contra los recortes presupuestales, este año los estudiantes universitarios de Puerto Rico ocuparon su campus durante semanas y arrancaron concesiones a los administradores. También las caras jóvenes se destacaron en el Foro Social de Estados Unidos, celebrado en Detroit este verano bajo el lema “Otro Mundo es Posible, Otro Estados Unidos es Necesario”.

En la California multicultural y en otros estados, los estudiantes se están uniendo con el personal docente y los trabajadores para realizar el 7 de octubre una manifestación en favor de la educación pública. De manera significativa, la protesta coincide con el aniversario del inicio de la guerra de Afganistán.

En la Conferencia Mundial de la Juventud, a la que asistieron más de 27,000 personas de alrededor de 100 países, el miembro del gabinete calderonista Félix Guerra imploró a los jóvenes no convertirse en “víctimas de las circunstancias” y no culpar a sus padres, a sus gobiernos y a su mundo por su situación. Al instar a los jóvenes a volverse “empresarios”, Guerra invocó como solución a “Las Cuatro Emes”: “mercado, mercado, mercado, mercado.”

Para activistas como Julián Contreras, el capitalismo del laissez-faire, que ha azotado al globo durante más de treinta años, es exactamente el problema: “Se necesitan cambios profundos y drásticos: un cambio de política económica y una distribución más equitativa de la riqueza y no solamente ‘las monedas que sobren de cambio’”, argumentó Contreras. “Lo que los mexicanos necesitamos son oportunidades reales de desarrollo y educación.” El activismo colectivo, agregó, es la clave para “un mejor futuro, un mejor planeta.”

Kent Paterson es un periodista independiente que cubre el suroeste de Estados Unidos así como México y América Latina. Es analista para el Programa de las Américas en www.americas.org/es.

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