La próxima generación de agrocombustibles

Los biocombustibles de primera generación, como el etanol y el biodiesel, debutaron en el escenario mundial como la solución a la trampa de los combustibles fósiles. Pronto comenzó a acumularse la evidencia de que esta supuesta solución bien podría ser un conjunto de nuevos problemas.

Ejecutivos y científicos de corporaciones de agronegocio y biotecnología conocen los problemas causados por agrocombustibles de primera generación, y apuestan a que éstos pueden ser resueltos por una nueva generación de agrocombustibles derivados de celulosa.

La celulosa, el compuesto orgánico más común en la tierra, es un componente estructural clave de las murallas celulares de plantas verdes y muchas formas de algas. Alrededor de 33% de toda la materia vegetal consiste de celulosa. Científicos han dedicado grandes esfuerzos para encontrar maneras prácticas de convertirla en combustible líquido. En la naturaleza sólo los hongos y ciertas bacterias encontradas en los sistemas digestivos de termitas y mamíferos ruminantes (como reses) producen enzimas que pueden digerir celulosa. La capacidad de convertir celulosa en combustible haría posible utilizar cualquier materia vegetal, viva o muerta, a este fin.

¿Qué tal si pudiéramos convertir no solo maíz sino paja de maíz—hojas, tallo y mazorca—en etanol? ¿Qué tal si pudiéramos transformar bagazo de caña de azúcar en combustible para transportación? ¿Podrían álamos y pino, paja de trigo y arroz, y hasta desperdicios municipales, ser convertidos en una fuente sustentable de biocombustibles? De ser así, cultivos energéticos como la caña fibra, switchgrass y miscanto (hierba elefante) podrían convertirse en la reserva "petrolera" estratégica de nuestro país, y Oklahoma podría ser el próximo miembro de la OPEP. En el pasado, científicos usando química tradicional no han podido convertir estos productos vegetales residuales y cultivos energéticos en etanol de una manera costo-efectiva. Ahora, adelantos recientes en la biotecnología industrial están proveyendo nuevas herramientas para resolver este reto histórico."

Fuente: Corporación Verenium

En 2006 inversionistas de capital de riesgo invirtieron US$235 millones en el desarrollo de agrocombustibles de celulosa. Ese mismo año el gobierno chino anunció que gastaría US$5 mil millones en la próxima década para expandir la producción de etanol, con énfasis especial en etanol celulósico. Mientras tanto, el Departamento de Energía de Estados Unidos está invirtiendo US$385 millones en instalaciones de etanol celulósico para el período 2007-2010.

El desarrollo de la nueva generación de combustibles celulósicos será sin duda dominado por la transnacional de biotecnología estadounidense Monsanto, líder mundial en biotecnología agrícola. En 1982 sus científicos crearon las primeras plantas transgénicas. Un cuarto de siglo después, la compañía tiene tres mil científicos en su nómina y aproximadamente 90% de la semilla transgénica del mundo es patentada por Monsanto o contiene alguna tecnología patentada por Monsanto.

Monsanto se convirtió en el mastodonte de las ciencias de la vida que es hoy comprando a sus competidores. Según el libro "Uncertain Peril: Genetic Engineering and the Future of Seeds" de Claire H. Cummings, esta fiebre de compras comenzó en 1996 cuando compró a Agracetus por US$150 millones y Calgene por US$240 millones. Monsanto entonces se embarcó en una racha de compras, adquiriendo a Dekalb, una compañía estadounidense, por US$2,300 millones, Holden Seeds en 1997 por un precio que equivalía 23 veces sus ingresos anuales, compañías semilleras en Brasil e India, el negocio de crianza de trigo de Unilever, y las operaciones semilleras internacionales de Cargill por US$1,400 millones. Cummings explica que Monsanto buscaba más que un crecimiento en su tajada de mercado y producción. "… de lo que se trataba era de poseer las líneas de semillas paternales y obtener control de la genética."

En 2005 Monsanto se convirtió en la mayor compañía de semillas del mundo al añadir a la corporación Seminis a su lista de adquisiciones por nada menos que $1,400 millones. Seminis, el mayor desarrollador, cultivador y mercader de semillas de frutas y vegetales, fue fundada en 1994 por el magnate mexicano Alfonso Romo. La compañía tenía 70 estaciones de investigación, locales de producción de semilla en 32 países y ventas en 120 países. Cuando Monsanto la compró, Seminis tenía 40% del mercado de semillas de vegetales de Estados Unidos. Monsanto ahora posee su vasto catálogo de semillas, que incluye 75% de los tomates vendidos en Estados Unidos, más numerosas variedades de lechuga, repollo, melón y espinaca.

En 2007 la compañía Mendel Biotechnology—de la cual Monsanto es co-propietario—compró la corporación alemana Tinplant Biotechnik, dueña de la colección de variedades de miscanthus más grande del mundo. Esta grama perene nativa de Africa, también conocida como hierba elefante, es considerada ideal para la producción de etanol celulósico debido a su rápido crecimiento y alto rendimiento de biomasa.

Mendel está actualmente desarrollando variedades transgénicas de miscanthus y en junio de 2007 el gigante petrolero British Petroleum, la cuarta corporación más grande del mundo, anunció que financiaría su programa de investigación de cinco años sobre combustibles celulósicos. Como resultado del acuerdo, BP es ahora accionista de Mendel con representación en su junta directiva.

"Trabajando con BP, Mendel aspira a estar a la vanguardia de la oferta de semillas en el futuro mercado energético de semillas de grama", según el comunicado de prensa de la compañía. "Mendel establecerá viveros en el medio oeste y sureste de Estados Unidos y acelerará colaboraciones de crianza con grupos en Alemania y China."

Otras corporaciones petroleras que se han unido a la movida hacia la celulosa incluyen a Chevron, Shell y Conoco-Phillips. Esta última invirtió $100 millones en una empresa conjunta con Tyson Foods para procesar grasa de animal en combustible. La brasileña Petrobrás se ha montado en el tren de los agrocombustibles con un acuerdo de bio-etanol con la japonesa Itochu.

A Monsanto también le interesa el potencial del switchgrass (Panicum virgatum) para combustible, y actualmente colabora con la corporación estadounidense Ceres para investigar sus posibilidades. Switchgrass, especie nativa de la pradera norteamericana, fue mencionada como alternativa a los combustibles fósiles por el presidente Bush en su mensaje de estado de la unión de 2006.

Ceres dice estar "mejorando el switchgrass como cultivo via selección de tipos mejorados pero, más importante, está trayendo sus genes, herramientas y procedimientos exclusivos para incrementar las mejoras más rápidamente y proveerle a la planta de atributos idealmente adecuados para la siembra en grandes extensiones y la producción de rendimientos consistentemente superiores". La compañía dice poseer la más grande colección exclusiva de genes de plantas completamente secuenciados, con patentes sobre más de 75 mil genes.

Una porción sustancial de la investigación sobre etanol celulósico está concentrada en la caña de azúcar. El conglomerado brasileño Votorantim es dueño de CanaVialis, líder mundial en la genética de caña de azúcar, y de la compañía de genómica de caña de azúcar Allelyx. Ambas subsidiarias están desarrollando caña transgénica para etanol. Monsanto anunció en 2006 que está trabajando con Votorantim para comercializar caña de azúcar transgénica para 2009.

Mientras tanto Syngenta, el mayor competidor europeo de Monsanto, obtuvo acceso a cepas no comestibles de caña con contenido celulósico ultra alto desarrolladas por la compañía de biotecnología Celunol. En 2007 Celunol se fusionó con Diversa para formar la corporación Verenium. En febrero 2008 Verenium, cuyas oficinas centrales están en Cambridge, Massachusetts, recibió una partida de fondos del Departamento de Energía de Estados Unidos para desarrollar etanol celulósico.

Las universidades estadounidenses están pescando dinero en la fiebre de etanol celulósico. En 2007 BP dio la suma sin precedentes de US$500 millones al Laboratorio Lawrence Berkeley de la Universidad de Illinois y al recinto de Berkeley de la Universidad de California para desarrollar agrocombustibles (VER RECUADRO). El Global Climate and Energy Project de la Universidad de Stanford está recibiendo US$100 millones de Exxon-Mobil, la segunda corporación más grande del mundo, por un período de diez años, en parte para desarrollar agrocombustibles transgénicos. Otros donantes corporativos son General Electric y Toyota, cada uno dando US$50 millones a Stanford.

Donativo corporativo de US$500 millones prende controversia académica

British Petroleum (BP) firmó en 2007 un acuerdo con el recinto de Berkeley de la Universidad de California y el Laboratorio Lawrence Berkeley de la Universidad de Illinois para fundar el Energy Biosciences Institute (EBI), una entidad "público-privada" que utilizará la biotecnología para desarrollar agrocombustibles.

Y, ¿Qué ganan con esta las dos universidades? US$500 millones, un donativo privado sin precedente en la historia de la academia. Robert A. Malone, jefe de BP, dijo "estamos uniendo fuerzas con el mejor talento del mundo en ciencia e ingeniería para satisfacer la demanda mundial de energía baja en carbono. Como parte de ese esfuerzo trabajaremos para mejorar y expandir la producción de energía limpia y renovable mediante el desarrollo integrado de mejores cultivos, mejores tecnologías de procesamiento, y nuevos biocombustibles."

El trato BP-Berkeley ha provocado la oposición airada de grupos de estudiantes, facultad y ciudadanos. "Esta asociación refleja el alineamiento rápido, descontrolado y sin precedentes de las mayores industrias del mundo en los sectores del agronegocio, biotecnología, petróleo y automotriz", denunciaron Miguel Altieri, profesor de Berkeley, y Eric Holt-Giménez, director de Food First. "Lo que para ellos es una inversión relativamente pequeña, estas industrias se apropiarán del peritaje académico acumulado durante décadas de apoyo público, traduciéndose en miles de millones de dólares en rédito para estos socios globales."

"Los empleados relacionados con BP serían alojados en edificios financiados y equipados por el público", declaró Ted Patzek, profesor de UC Berkeley y ex-científico de la compañía petrolera Shell. "Al público entonces se le impediría entrar a los edificios ocupados por BP. La mayoría de la información fluiría a través de y sería filtrada por personal de BP y sus afiliados de UC Berkeley, quienes tendrían que firmar acuerdos de no divulgación, haciendo imposible distinguir entre sus roles públicos y privados."

Patzek observa con gran preocupación que el lado de Berkeley del EBI será manejado por Chris Somerville, jefe de Mendel Biotechnology. "Mendel Biotech está ‘completamente alineada’ (en sus propias palabras) con Monsanto y Savia Ltd. Monsanto controla la mayoría de las ventas de semillas transgénicas alrededor del mundo. Savia es el comerciante del mundo de cultivos como árboles, flores, vegetales, gramas, etc., y está profundamente involucrado en manipulaciones transgénicas.

La compañía de Somerville ha recibido US$46 millones de Monsanto y Savia para hacer investigación sobre plantas genéticamente modificadas."

"Chris Somerville, jefe de Mendel, aparentemente lo han metido a la carrera en Berkeley a través de un proceso sigiloso y altamente irregular de contratación relámpago para que esté en el lado de la universidad como profesor para cuando se firme el acuerdo", denunció el profesor Ignacio Chapela, crítico de la biotecnología de muchos años atrás. "No es de sorprender que no hay señal de que el Senado Académico siquiera se haya enterado de todo esto … En esta propuesta Berkeley no es más que un socio empresarial con estas corporaciones, y profesores, empresarios y estudiantes, simplemente mano de obra barata, pagando altas sumas por el privilegio de dar su trabajo a la corporación correcta."

Fuente: http://www.berkeley.edu/news/media/releases/2007/02/01_ebi.shtml

"Desperdicios" agrícolas

Ambientalistas advierten que el uso de cualquier materia vegetal, incluyendo madera muerta de árboles derribados en los bosques, y residuos agrícolas y de jardín, implica costos ecológicos considerables.

"Como bien saben los agricultores y agrónomos, los ‘desperdicios de biomasa’ no existen; son la materia orgánica que uno debe devolver después de la cosecha para mantener la fertilidad del suelo", aconseja GRAIN. "De otro modo, uno mina el suelo y contribuye a su destrucción. Y eso es precisamente lo que pasará con el suelo del mundo si tiene que competir con los bio-destiladores."

Si estos supuestos "desperdicios agrícolas no son usados para fertilizar campos, tendrán que ser sustituídos por fertilizantes sintéticos, que son la mayor contribución de la agricultura al calentamiento global. Una vez aplicado a cultivos, el nitrógeno en el fertilizante se combina con oxígeno para formar óxido nitroso, un poderoso gas de invernadero. Según el Informe Stern sobre los aspectos económicos del cambio climático, un documento de 700 páginas comisionado por el gobierno inglés, las emisiones de gases de invernadero relacionadas con la agricultura aumentarán 30% para 2020. La mitad de esto se deberá a un aumento en el uso de fertilizante. Se espera que en el mismo período el Tercer Mundo duplique su uso de fertilizante y gran parte de este aumento será para agrocombustibles.

Un informe conjunto de los Departamentos de Energía y Agricultura de 2005 dice que el uso de madera, hierbas y "desperdicios de plantas" para la producción de etanol celulósico requeriría de 1,300 millones de toneladas de biomasa seca al año. Obtener esta cantidad de biomasa sería posible solamente si se remueve la mayor parte de los residuos agrícolas del país, se siembran 55 millones de hectáreas con cultivos perenes como switchgrass, y se pone toda la tierra agrícola de Estados Unidos bajo agricultura sin arado, sostienen los autores del informe.

La remoción de residuos orgánicos de los campos requerirá un mayor uso de fertilizantes de nitrato, aumentando así emisiones de óxido nitroso, las sobrecargas de nitrato, y sus serios impactos sobre la biodiversidad en la tierra, los cuerpos de agua fresca y los oceanos", según un informe escrito en 2007 por once organizaciones de sociedad civil, incluyendo el Grupo de Reflexión Rural de Argentina, Watch Indonesia, EcoNexus, Corporate Europe Observatory y Amigos de la Tierra Dinamarca.

"La remoción total de materia vegetal también probablemente acelerará las pérdidas de suelos, causando una reducción mayor aún de nutrientes del suelo. Esto podría tener serias implicaciones para la salud humana en lo que se refiere a deficiencias nutricionales en los cultivos alimentarios en el futuro. Esto también probablemente reducirá la retención de agua en los suelos, haciendo la agricultura más vulnerable a sequías."

El informe continúa, "La remoción de árboles muertos y moribundos de bosques manejados ya ocasiones pérdidas de biodiversidad en gran escala y posiblemente a un menor secuestro de carbono en los bosques … Remover aún más ‘residuos de madera’ para agrocombustibles casi de seguro aceleraría la pérdida de biodiversidad y reducir el almacenamiento de carbono en bosques. Cultivar millones de hectáreas con cultivos perenes para bioenergía pondrá una presión intensa sobre la tierra para producción de alimentos y comunidades, y ecosistemas naturales. Muchas plantas que han sido identificadas como las preferidas para agrocombustibles de segunda generación ya causan serio daño ambiental como especies invasivas, como miscanthus, switchgrass o reed canary grass."

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