La búsqueda de personas desaparecidas se vuelve internacional

“Los ojos no mienten” repite Ruth, una mujer salvadoreña que busca a su hijo en la ciudad de Tijuana. Mientras sostiene la ficha de búsqueda de su hijo Rafael, dos hombres en situación de calle la observan con atención, buscando en su memoria algún recuerdo de su rostro. “Puede ser que haya cambiado en estos años, pero los ojos no mienten”, dice la madre.

Ana Ruth Delandaverde busca a su hijo Ernesto Rafael Valencia desde el 9 de octubre del 2012. El día que desapareció, Rafael se comunicó con ella desde Piedras Negras, Coahuila mientras viajaba para encontrar el sueño americano desde El Salvador. Ruth se ha movilizado en redes sociales y ha encontrado indicios de que puede ser en Tijuana donde se encuentra su hijo actualmente, pero hasta ahora le fue posible viajar para recorrer las calles en su búsqueda. “Doy gracias a dios porque yo por mi propia cuenta no podría venir a buscar a mi hijo acá, solo ahora que se dio la Primera Brigada Internacional de Búsqueda lo he podido venir a ver”, comenta. Pegando carteles en los que se observa su rostro y datos personales, junto a decenas de madres y familiares de personas desaparecidas, Ruth recorrió las calles de los dos estados fronterizos más al oeste del territorio mexicano, los estados de Sonora y Baja California.

La Primera Brigada Internacional de Búsqueda se llevó a cabo del 16 de febrero al 4 de marzo del 2022en la frontera noroeste de México. Surgió como un esfuerzo colectivo de familiares de México, Perú, Colombia, El Salvador y Honduras para buscar a las personas desaparecidas que se encuentran en dicho territorio.  Durante sus búsquedas, los colectivos de la zona han sido testigos de la urgencia y necesidad actual para resolver también el problema de desaparición de personas migrantes en México, por lo tanto decidieron gestionar esta Brigada Internacional e invitar a familiares de otros países a unir fuerzas.

Al ser México un país de tránsito migratorio por el que cruzan miles de personas y que durante su camino pierden comunicación con sus seres queridos, muchos se ven obligados a vivir en situación de calle. Las condiciones a las que se enfrentan los migrantes centroamericanos, haitianos, sudamericanos y africanos en México son verdaderamente adversas. Los estados colindantes con la línea fronteriza se han convertido en espacios habitados por aquellos que intentan cruzar o han sido deportados. Esto ha llevado a muchas familias a buscar a sus hijos preguntando en las calles, buscando pistas de su paradero e información que les lleve a encontrarlos.

“Ya estando acá me he dado cuenta de que sí son muchísimas las personas que son de otros países que se quedaron aquí y ahora andan en la calle. A mí como madre me duele el corazón. Sé que cada uno de ellos tiene una madre y que esa madre en cualquier país del mundo ha de estar llorando la pérdida de su hijo. En cualquier estado pueden estar los hijos de todas nosotras y si aquí no los anduviera persiguiendo la policía podrían regresar a sus hogares”, comenta Ruth, saliendo del bordo de Tijuana, lugar que funciona de punto de encuentro para personas en situación de calle.

Entre las cosas que se pudieron observar fueron el miedo que estas personas le tienen a la policía y la autoridad. Durante las pláticas con ellos, las madres han conocido las condiciones en que viven. Mencionan el momento en que en Mexicali la nueva gobernadora de Baja California, Marina del Pilar Ávila Olmeda, ordenó realizar “una limpieza social” del centro de la ciudad, lo cual significó que se vieron obligados a salir del espacio y huir de la violencia estatal.

El día 28 de febrero, cuando la brigada se encontraba en la capital del estado, la gobernadora hizo presencia en el albergue en el que se hospedaban las familias. En cuanto la vieron, las madres expusieron su dolor y sus vivencias, pero sobre todas las cosas expresaron inconformidad y sus demandas. Exigieron que se les permitiera ingresar a los centros penitenciarios para ver de frente a los internos y no solo sus fotografías. Se habló de casos en los que la fiscalía ha perdido pruebas y de las cuotas que se les cobra a las familias por sacar los cuerpos de sus hijos de las fosas comunes. En Baja California hay registro de 1 431 personas desaparecidas, sin embargo las familias le expresaron a la gobernadora que esta cifra está maquillada, tomando en cuenta que en repetidas ocasiones la fiscalía no levanta las denuncias por desaparición sino que solo genera actas circunstanciadas. Es decir, que no se están generando carpetas de investigación para todas aquellas personas que acuden a denunciar una desaparición.

“En Colombia no me apoyan a mí porque me dicen que la niña mía desapareció aquí en México y que es aquí donde les toca responder. Yo por eso me metí a la Brigada y con los colectivos porque las autoridades no han estado haciendo nada últimamente, no han mandado archivos de nada. Yo tengo que seguir buscando a mi hija, yo no puedo dejarla al olvido”, nos comparte Luz Dary Calderón Zuluaga de Medellín, Colombia quien busca a su hija Alía Vanessa Uruaga Calderón, a la cual desaparecieron el 30 de noviembre del 2013 en Morelia, Michoacán.“Muchas personas acá en México han adoptado a mi niña, siempre que salen a las búsquedas salen con ella también. Yo no he dejado de buscarla desde que la desaparecieron. La primera vez vine sola, no tenía conocimiento de nada ni conocía a nadie”, comenta Luz Dary, añadiendo que la Brigada le ha permitido conocer a más personas que viven una situación similar a la de ella. “Nosotras nos sentimos como una familia del mismo dolor, todas nosotras. Y para mí ha sido una familia muy especial”. Como Luz Dary, ninguna de las personas extranjeras que participaron en la Brigada han recibido apoyo por parte de los gobiernos de sus países y al desconocer cómo operan las instituciones en este país sus derechos son fácilmente vulnerados.

México no es un territorio fácil de cruzar. Entre los múltiples problemas a los que se enfrentan las personas en tránsito se les añade la violencia que crece todos los días. Con base en el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas en México existe denuncia de 98,611 personas desaparecidas en el país.

“Mi esposa sufrió tanto porque iba sola a ver a nuestro gobierno y nunca le hicieron caso. Luego llegó a un colectivo que la ha acompañado paso a paso para buscar lo que más se quiere en la vida” comenta Jesús Garrido, mientras sube el cerro con una pala sobre el hombro. “También nosotros como padres tenemos sensibilidad y corazón”. Jesús busca a su hijo con el mismo nombre, que fue desaparecido el 12 de diciembre de 2013 en Reynosa Tamaulipas.

Mientras sigue rastreando el cerro, Jesús nos cuenta su historia. Nacido en Michoacán se mudó a temprana edad al Estado de México. Toda su vida ha trabajado como cocinero y panadero, actualmente tiene una panadería en Coahuila. Hace ya nueve años su hijo Jesús Garrido Salas fue “levantado” por un grupo y desde entonces su familia lo busca. Comenta que “No se vale que trunquen los sueños de nuestros hijos, de nuestros padres, de nuestras hermanas, de nuestras esposas. Tenemos miedo de llegar a una procuraduría a decir: tengo un problema, no aparece mi hijo. Y que me digan que lo sienten mucho pero ahorita no tienen tiempo, así se lo dijeron a mi esposa. Y venimos a búsquedas, andamos de lugar en lugar”.

Cargados de herramientas un grupo de familiares se adentró en el desierto fronterizo, en los montes y las cañadas en búsqueda de fosas clandestinas -excavadas por los grupos criminales de la zona- u osamentas de aquellos que han perecido en su intento de cruce. Los familiares expresan que los caminos, los cerros y los desiertos son como libros: espacios en los que se puede leer, escuchan lo que el terreno les tiene que decir. Una rama rota puede ser indicio del paso de una persona, una pisada puede quedar como huella del paso cansado de un grupo entero. El campo, los montes, las veredas y los huesos les hablan y las personas que buscan han tenido que aprender a escucharlos en búsqueda de respuestas. Aunque los rastreadores no tengan indicios de que su familiar desapareció ahí, buscan a todas las personas desaparecidas. “Hoy una madre descansa”, comentan cuando tienen un hallazgo, “Cuando muere uno de nuestros seres queridos a la tumba le va uno a rezar ¿y a los desaparecidos?”, expone Jesús sentado sobre una roca mientras frente a él se observan los restos de una persona, “Cada vez que encontramos un cuerpo, por mi mente pasa y siento que es mi hijo”.

Por su parte, Lupita Sánchez, cuenta que al encontrar a su hijo sintió cierta tranquilidad, “pero el dolor y la necesidad de estar con él eso jamás se le quita a uno”. Expresa que desearía que todas sus compañeras encuentren a sus hijos como ella lo pudo hacer. “Yo quiero que todos sientan lo que yo sentí cuando encontré a mi hijo”. Su deseo es que los familiares con personas desaparecidas continúen uniéndose: “A todos los colectivos les quiero decir que nos unamos todos. Estamos unidos por el mismo dolor al tener una persona desaparecida y hay que unir fuerzas”. Con palabras de agradecimiento a todas las personas involucradas, el 4 de marzo cerró la Primera Brigada Internacional con una cena de despedida. Al unísono gritaron las participantes “Brigada Internacional de Búsqueda ¡Presente ahora y siempre!”.

Fotografías: Javier Perea

 

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