Brasil: Hacia la continuidad del lulismo

Le faltó muy poco a Dilma Rousseff para ganar en primera vuelta, pero quedó en las puertas del gobierno al que la está llevando Lula, el más popular de los presidentes que tuvo Brasil, que se retira luego de ocho años que le cambiaron al cara al país y modificaron su lugar en el mundo.

¿Cómo se explica que una mujer casi desconocida, que hace dos años tenía apenas el 8,4% de las intenciones de voto, esté a punto de convertirse en la próxima presidenta de Brasil? Sin duda el papel de Lula, con su 80% de apoyo popular, ha sido clave. Pero Lula consiguió ese fenomenal respaldo por un conjunto de razones -internas y externas- que parece necesario indagar. Bajo su presidencia de ocho años nació un fenómeno llamado “lulismo” que es lo que explica el impulso de Dilma.

Los datos electorales muestran que la candidata del PT consiguió 46,9% seguida del socialdemócrata José Serra con 32,6% y la ecologista Marina Silva (ex ministra de Lula) con 19,3%. El 31 de octubre cuando se celebre la segunda vuelta deberá sumar unos cuatro millones de votos más para convertirse en presidenta.

Son cifras muy similares a las que obtuvo Lula las dos veces que fue elegido presidente. En 2002, Lula recibió el 46,4% frente al 23,1% de Serra y en la segunda vuelta llegó al 61%. Ya en las elecciones de 2006, Lula obtuvo 48,6% frente a 41,6% de Geraldo Alckmin, pero en el balotaje llegó también al 61%. Si no sucede nada extraordinario, es muy probable que Dilma se acerque al 55% de los votos en al segunda vuelta.

Una nueva relación de fuerzas

Los ocho años de Lula cambiaron el mapa político de Brasil, algo que se refleja en los resultados de la elección de gobernadores, senadores y diputados. El PT obtuvo los estados de Sergipe, Bahía, Rio Grande do Sul y Acre, y en la segunda vuelta vencerá en el Distrito Federal (DF, Brasilia) donde su candidato llegó al 48%. Sus nueve partidos aliados conquistaron Rio de Janeiro, Pernambuco, Ceará, Maranhao, Piauí, Mato Grosso, Espiritu Santo y Mato Grosso do Sul.

La oposición socialdemócrata fue mayoría en Sao Paulo, el mayor colegio electoral del país, y Minas Gerais, el tercero, además de Paraná y Tocantins. El partido conservador DEM ganaron sólo en Santa Catarina y Rio Grande do Norte. El 31 de octubre habrá segunda vuelta en ocho estados y el DF.

En el Senado, la alianza de gobierno pasó de 39 a 59 bancas con lo que se asegura la mayoría. De los 54 senadores electos el domingo, 43 pertenecen a la alianza de gobierno, lo que supone un fuerte retroceso de la oposición que había hecho del Senado un bastión frente al gobierno. Por partidos, el centrista PMDB pasa de 17 a 20 senadores, el PT de 8 a 15, mientras la socialdemocracia (PSDB) de Serra pasa de 13 a 11 y el DEM de 9 a 6.

En cuanto a la Cámara de Diputados, el gobierno se asegura el 60% de las bancas. El PT se convirtió por primera vez en el partido mayor, pasando de 83 a 88 bancas. Los dos principales partidos de la oposición, PSDB y DEM pierden 34 lugares y el PR, en el que fue elegido el payaso Tiririca, pasa de 23 a 40 diputados. De los 513 diputados elegidos, las fuerzas que apoyan a Dilma cuentan con alrededor de 310. Si gana la segunda vuelta tendrá una cómoda mayoría en ambas cámaras, algo con lo que no pudo contar Lula.

Los resultados muestran no sólo una creciente fortaleza de los partidos que apoyan al gobierno, sino una fuerte caída de la oposición tradicional. Si miramos los diez últimos años, los cambios sorprenden: los DEM pasaron de 105 diputados en 1999 a 42, el PSDB de 99 a 56. Si se observa el mapa de Brasil, las regiones del norte y nordeste donde el DEM había tenido su principal base de apoyo, de carácter clientelar, se han teñido ahora de rojo al votar masivamente al PT, que creció de 59 diputados a los 88 actuales.

Todo indica que los viejos caudillos del norte fueron desplazados de la política, muy en particular del Senado donde tenían su fuerza principal. En su lugar, aparecen nuevos actores. El payaso Tiririca (Francisco Everardo Oliveria Silva) se presentó con un lema que representa a muchas personas: “¿Qué hace un diputado federal? La verdad no tengo ni idea, pero vote por mi y se lo cuento?”. Fue el diputado más votado del país con 1,3 millones de votos en Sao Paulo. En Rio fueron elegidos los ex futbolistas campeones del mundo en 1994, Romario y Bebeto. Tal vez estos ejemplos revelen cambios culturales que habrá que analizar.

Lula en el corazón de los pobres

En las elecciones de 2006, cuando Lula fue reelegido presidente, nació el lulismo, a caballo de políticas públicas que modificaron la geografía social de Brasil, que ya no es un país de pobres sino de clases medias. Unos 25 millones de brasileños dejaron atrás la pobreza y se incorporaron a las clases medias, o sea al consumo. Estos cambios explican en gran medida el consistente y sólido apoyo de Lula, quien se retira del gobierno con un porcentaje de aprobación cercano al 80 por ciento.

Lula fue electo en 2002 sin el apoyo mayoritario de las capas más pobres, las que tienen ingresos menores a dos salarios mínimos. Desde las elecciones de 1989, cuando Lula fue derrotado en segunda vuelta por Fernando Collor de Melo, los de más abajo le daban la espalda. Aunque el dirigente metalúrgico llevaba la delantera en los demás estratos de ingresos, la diferencia de cinco a cuatro entre las rentas más bajas lo privó del triunfo.

Un minucioso estudio realizado por el cientista político y ex portavoz de la Presidencia en el primer gobierno Lula, André Singer, le permitió concluir que “los más pobres eran más hostiles a las huelgas que los más ricos”, al punto que eran los que más aprobaban la represión de los militares contra los huelguistas.[1] Apoyado en encuestas afirma que esos mismos sectores anhelan la intervención del Estado para reducir la desigualdad, pero “evitando movimientos sociales que puedan desestabilizar el orden”. El rechazo a Lula y al PT se apoyaría en la opción por cambios digitados desde arriba, una suerte de “conservadurismo popular” según Singer.

Luego de cuatro años de gobierno las cosas cambiaron: Lula fue abandonado por una parte de las clases medias pero cosechó apoyos en sectores muy pobres que nunca lo habían votado. El secreto, según Singer, fue el programa Bolsa Familia, que pasó de atender a 3,6 millones de familias durante el gobierno de Fernando Henrique Cardoso, a casi doce millones en 2006. En el norte y el nordeste, las regiones donde mayor presencia tiene el programa de transferencias monetarias llegando en algunos estados a cubrir al 65 por ciento de la población, Lula fue imbatible.

El aumento del salario mínimo, de 24 por ciento en términos reales hasta 2006 y del 54 por ciento en los ocho años de Lula, es la otra gran explicación del cambio de fidelidades políticas. Por último, la notable expansión del crédito a los sectores populares, de la mano de la bancarización de sus ingresos, disparó la capacidad de consumo de bienes, sobre todo electrodomésticos.

La conclusión de Singer es fuerte: el lulismo “expresa un fenómeno de representación de una fracción de clase, que aún siendo mayoritaria, no consigue construir desde abajo sus propias formas de organización”. En efecto, en la primera vuelta de las elecciones de 2006 Lula consigue en los estratos que ingresan hasta dos salarios mínimos hasta el 55 por ciento de intenciones de voto. En la segunda vuelta llega al 64 por ciento, cuando su oponente Geraldo Alckmin apenas consiguió el 25 por ciento.

La nueva clase media

El sociólogo Rudá Ricci en su libro “Lulismo. De la era de los movimientos sociales al ascenso de la nueva clase media brasileña”, enfoca el análisis en los cambios socioeconómicos. Sostiene que la camada de movimientos sociales nacidos en la década de 1980, el sindical, los sin tierra, el PT, las comunidades eclesiales de base, se agotaron al institucionalizarse. “La calle, principal escenario de los nuevos movimientos sociales de los años 80, fue cambiada por las conferencias y reuniones en gabinetes gubernamentales”.

Durante la presidencia de Lula la clase media, o clase C según la medición por ingresos, aquellas familias que perciben entre tres y diez salarios mínimos, pasó del 37 al 50 por ciento de la población. Son 91 millones de brasileños que ahora pueden comprar tevé plasma, pasajes aéreos, coches y muchos otros bienes, incluso vivienda propia. “Lula habla para esta nueva clase media, estos millones de brasileños que rompen con historias familiares de exclusión del consumo de masas”, señala Ricci.

Va más lejos: “El lulismo opera a partir de la integración -por la tutela del Estado- de las masas urbanas y rurales al mercado de consumo de clase media, que históricamente formaron linajes de pobres y marginalizados, formando un árbol genealógico de resentimiento, cinismo y desconfianza en relación a la política y la institucionalidad pública vigente”.

El lulismo cobró forma durante la crisis de 2005 a raíz del mensalao, la compra masiva de diputados por la estructura del PT que provocó la destitución de buena parte de los colaboradores de Lula. Por eso, dice Ricci, el lulismo se forjó en la adversidad y “a partir de una nítida opción por la construcción de consenso entre las fuerzas políticas tradicionales del país”.

Pero esa nueva clase media que concreta los anhelos de ascenso social de los brasileños pobres, es bien diferente de la que conocemos, por ejemplo, en el Río de la Plata. Se referencia en el ideario comunitario y religioso, se socializa en las diversas religiones y es más propicia a una cultura intimista volcada a la familia, al punto que parece portar un “patrón de participación social poco afecto a la conquista de derechos universales y amplios”.

Está integrada, concluye Ricci, “por quien no tiene hábito de lectura y es absolutamente pragmático”. Esta característica, un pragmatismo duro e innegociable, parece explicar tanto la adhesión a Lula como el rechazo a la movilización social, pues conlleva resultados siempre inciertos y seguramente costosos en términos familiares y personales.

Petrobrás: la joya de la corona

Brasil es ya una potencia global. La reciente ampliación de capital de Petrobrás, que la convierte en la segunda petrolera y en la cuarta empresa del mundo por su valor de mercado, es apenas un ejemplo de esa proyección global. La petrolera captó 120.360 millones de reales (unos 70.000 millones de dólares), superando a la Nipón Telegraph and Telephone (NTT) que en 1987 había conseguido 36.000 millones y al Agricultural Bank of Chine que levantó 22.000 millones de dólares en la que había sido la mayor capitalización de este año.[2]

La exitosa operación se concretó en la emisión de 2.402.611.655 acciones ordinarias y 1.867.808.535 acciones preferenciales en cuya compra participaron fondos de inversiones, el Estado brasileño y más de 400 mil inversionistas. Para poder acceder a 5.000 millones de barriles en la plataforma marítima, Petrobrás debió vender el equivalente a 43.000 millones de dólares en acciones al Estado, que con esta operación eleva su participación en la empresa del 40 a casi el 50 por ciento.[3]

Además unos 20.000 millones de dólares fueron comprados por extranjeros, lo que ha hecho que el real se revalúe por la masiva entrada de dólares. Algunos fondos de pensiones controlados por sindicatos, como Previ del Banco do Brasil, y Petros de los trabajadores de Petrobrás, alcanzan a controlar el 4 por ciento del total de acciones.

Con estos fondos frescos, Petrobrás se dispone a encarar su ambicioso plan de inversiones, superando un endeudamiento que había llegado al 34 por ciento de su patrimonio líquido. Hasta 2014 planea invertir 224.000 millones de dólares, algo así como el 12 por ciento del PIB de Brasil. El objetivo es doblar la extracción de petróleo. En estos momentos Petrobrás tiene una capacidad de producción de 2 millones de barriles por día pero pretende extraer en los próximos años otros 2 millones más. Para ello deberá construir 14 plataformas marítimas conectadas a 184 pozos, para lo que deberá invertir sólo en ellas 18.500 millones de dólares.[4]

La “mayor capitalización de la historia del capitalismo”, como afirmó el ministro de Hacienda Guido Mantega, elevó el valor de mercado de Petrobrás a 220.000 millones de dólares, sólo debajo de la estadounidense Exxon valorada en 290.000 millones y por delante de Microsoft y Wal Mart.[5] Sin embargo, se calcula que la brasileña necesitará otros 90.000 millones de dólares para encarar su ambicioso plan que consiste en explotar la camada pre-sal de petróleo (porque está debajo de una capa de sal de hasta dos kilómetros bajo el lecho marítimo) a unos 300 kilómetros de la costa.

En noviembre de 2007 fue descubierto el campo de Tupi, en la cuenca de Santos, con una reserva estimada entre 5.000 y 8.000 millones de barriles de petróleo, uno de los más grandes descubrimientos del mundo desde 2000. En abril de 2008 Petrobrás anunció el descubrimiento del megacampo Carioca, con reservas cercanas a los 33.000 mil millones de barriles. Pero los expertos consideran que las reservas totales pueden oscilar entre 50 y 100.000 millones de barriles, lo que convertiría a Brasil en uno de los mayores productores de petróleo del mundo.

Según la revista económica Exame, la Bolsa de Sao Paulo (Bovespa) se convirtió en la segunda mayor del mundo en valor de mercado luego de la sesión del 23 de setiembre, superando a la Bolsa de Chicago. Según Emir Pinto, presidente de Bovespa, sólo la Bolsa de Hong Kong vale más que la brasileña, la que supera en un 25 por ciento el valor de las bolsas de New York y Londres.

Bovespa pasó de 200.000 millones de dólares anuales de transacciones a dos billones de dólares, pero las autoridades estiman que tiene mucho margen para crecer: hasta 2014 el número de personas físicas capaces de invertir puede pasar de las 600 mil actuales a cinco millones. Un Lula eufórico informó del éxito de Petrobrás: “Pasé toda mi vida diciendo que era socialista, y ahora hago la mayor capitalización que conoció el mundo capitalista”.[6]

La necesidad de abrir un debate

Una buena porción de pensadores brasileños, casi todos ex militantes del PT, han dedicado los últimos años a reflexionar sobre los cambios habidos en “su” partido y los virajes dados por “su” líder, que lo llevaron a convertirse en referente del empresarial Foro de Davos. Uno de ellos, quizá el más combativo, es Francisco de Oliveira, sociólogo, fundador del PT y luego del PSOL. Su análisis parte de constatar una verdadera mutación producida en las fuerzas del cambio, de modo particular en los sindicatos.

Las capas más altas de trabajadores sindicalizados se convirtieron en administradores de fondos de pensiones de las empresas, integrando los consejos de administración en representación de los trabajadores. Una muestra: Previ, fondo de pensiones del Banco do Brasil, cuenta con un patrimonio de 80.000 millones de dólares que invierten prioritariamente en las grandes multinacionales brasileñas. Se trata de “una nueva clase” según De Oliveira, con relaciones fluidas con el sistema financiero, ya que los fondos de pensiones son uno de los sectores de más rápida y consistente acumulación de capital, pero bajo control de los trabajadores.[7]

En un trabajo más reciente, “Hegemonía al revés”,[8] desarrolla un concepto tan novedoso como polémico. Sostiene que hubo una profunda alteración por la cual “no son más los dominados los que consienten su propia explotación”, sino “los dominantes, los capitalistas y el capital, quienes consienten ser políticamente conducidos por los dominados”. La única condición que ponen los poderosos para dejarse gobernar, es que quien está al mando “no cuestione la forma de explotación capitalista”.

Polémico. Son muchos los pensadores que intentan dar cuenta de situaciones que viven países como Brasil, al que De Oliveira suma Sudáfrica luego del apartheid, que podrían extenderse a otros de la región sudamericana, donde el pragmatismo, arriba y abajo, está creando situaciones que desafían la imaginación y hasta el sentido común.

[1] André Singer, ob. cit.

[2] Folha de Sao Paulo, 13 de setiembre de 2010.

[3] Revistas Valor y Exame, 23 de setiembre de 2010.

[4] Folha de Sao Paulo, 23 de setiembre de 2010.

[5] Exame, 24 de setiembre de 2010.

[6] Idem.

[7] Francisco de Oliveira, “O Ornitorrinco”, ob. cit.

[8] Revista Piauí, enero de 2007.

Recursos

André Singer, “Raízes sociales e ideológicas do lulismo”, revista Novos Estudos, No, 85, Cebrap, noviembre de 2009.

Francisco de Oliveira, “O ornitorrinco”, Boitempo, Sao Paulo, 2003.

Francisco de Oliveira, “Hegemonía as avessas”, Revista Piauí, enero de 2007.

Rudá Ricci “Lulismo. De la era de los movimientos sociales al ascenso de la nueva clase media brasileña”, Contraponto, Brasilio, 2010.

Siglas de partidos (diputados electos)

Alianza de gobierno

PT: Partido de los Trabajadores (88).

PMDB: Partido del Movimiento Democrático Brasileño (80).

PR: Partido de la República (38).

PSB: Partido Socialista Brasileño (36).

PDT: Partido Democrático Trabalhista (27).

PC do B: Partido Comunista de Brasil (15).

PRB: Partido Republicano Brasileño (10).

PSC: Partido Social Cristiano (17).

PTC: Partido Trabalhista Cristiano (1).

Oposición

PSDB: Partido de la Socialdemocracia Brasileña (56).

DEM: Demócratas, ex PFL (42).

PPS: Partido Popular, ex Partido Comunista Brasileño (12).

Otros partidos

PP: Partido Progresista (40).

PTB: Partido Trabalhista Brasileño. (21).

PV: Partido Verde (14).

PSOL: Partido Socialismo y Libertad (3).

PMN: Partido de la Movilización Nacional (5).

PT do B: Partido Trabalhista do Brasil (3).

Raúl Zibechi es analista internacional del semanario Brecha de Montevideo, docente e investigador sobre movimientos sociales en la Multiversidad Franciscana de América Latina, y asesor a varios grupos sociales. Escribe cada mes para el Programa de las Américas (www.americas.org/es)

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