China reorganiza el mapa económico latinoamericano

W020150521659680414599Los cambios en el escenario regional caminan a una velocidad sorprendente. En la apertura del primer Foro China CELAC, el 8 de enero en Beijing, el presidente Xi Jinping anunció la intención de China de duplicar el comercio bilateral con la región hasta 500.000 millones de dólares en 2025, y aseguró que en la próxima década va a invertir 250.000 millones de dólares en la región, no sólo para la extracción de materias primas, como hasta ahora, sino destinado a inversiones en infraestructura, proyectos de tecnología e investigación y desarrollo.

En su reciente viaje a Brasil, el primer ministro Li Keqiang firmó con la presidenta Dilma Rousseff un amplio paquete de inversiones por 53.000 millones de dólares (equivalente a la suma de los PIB de Bolivia y Paraguay). Li prosiguió luego a Colombia, Perú y Chile, los tres países que integran la Alianza del Pacífico y tienen una relación estrecha con Estados Unidos, donde desplegó iniciativas comerciales que tienden a modificar la pauta actual, centrada en la exportación de commodities.

Un día antes de que comenzara la gira de Li, el viceministro de Comercio, Tong Daichi, aseguró que China “está comprometida a diversificar el comercio con los países latinoamericanos y a importar productos de mayor valor agregado” (El País, 18 de mayo de 2015). Para los países de la región, escasamente industrializados, o en proceso de desindustrialización como Brasil, la oferta china es una tentación.

Los cuatros países que el primer ministro visitó presentan un esquema de comercio exterior con China muy similar. Brasil exportó 40 mil millones de dólares al país asiático en 2014, tres cuartas partes fueron hierro y soya, y el resto petróleo, celulosa y azúcar. El 95% de las exportaciones de Colombia hacia el dragón fueron minerales, petróleo y café. Cobre, hierro y plomo sumaron el 63% de las exportaciones de Perú hacia China y el 70% de las exportaciones chilenas fueron cobre (El País, 19 de mayo de 2015).

Por eso la promesa de diversificación y la de invertir en infraestructura resulta tan atractiva para una región que, hasta ahora, no había logrado trascender la rígida división internacional del trabajo que la coloca, con excepciones parciales como Brasil y Argentina, como exportadora de materias primas. Los productos primarios representaron en 2013 un 73% de las exportaciones de la región a China, según la Cepal.

Un viraje de largo aliento

En Brasil, Dilma Rousseff y Li firmaron 35 acuerdos en materia de comercio, inversiones en los sectores financieros, automotriz, telecomunicaciones, energía, acero, industria alimentaria, minería, gas y petróleo. Se reanudan las exportaciones de carne de Brasil a China y se acordó iniciar los estudios para la construcción del ferrocarril transoceánico que unirá el océano Atlántico y el Pacífico, además de la venta de 22 aviones brasileños Embraer para la compañía Tianjin Airlines.

La construcción del ferrocarril es el proyecto más ambicioso, al unir Porto do Açu (estado de Rio de Janeiro) con un puerto peruano, pasando por Minas Gerais y Mato Grosso hasta Porto Velho, para luego atravesar la cordillera andina. Unos cinco mil kilómetros y un presupuesto que puede alcanzar los 12 mil millones de dólares. Es la más importante pero no la única obra de infraestructura con financiación china.

Además se firmó un memorando para la compra de 24 barcos para transportar mineral de hierro de Brasil a China, se financian proyectos de Petrobras por 7 mil millones de dólares, se acordó el desarrollo conjunto de satélites, la instalación de un complejo siderúrgico en Maranhao (estado del Nordeste), se llegó a un acuerdo entre Eletrobras y China Three Gorges Corporation para la megausina hidroeléctrica de Tapajós, entre otros proyectos de infraestructura.

El primer ministro chino adelantó la creación de un fondo bilateral de “cooperación productiva” de 20 mil millones de dólares, que apoyará emprendimientos en sectores como siderurgia, cemento y vidrio (Valor, 19 de mayo de 2015). Se trata de inversiones que van bastante más allá de las obras de infraestructura, prioridad para ambos países en el terreno comercial. Li Keqiang fue claro al señalar que su país no sólo pretende seguir importando materias primas, sino “instalar fábricas y líneas de producción, garantizando más empleo a los ciudadanos locales” (Valor, 20 de mayo de 2015).

En ese sentido, mencionó el interés chino en invertir en una planta de fabricación y mantenimiento de vagones de metro, y la automovilística Chery anunció la inversión de 700 millones de dólares en una planta en Jacareí (Sao Paulo) luego de haber inaugurado hace nueve meses otra fábrica a la que destinó 500 millones.

Pero el proyecto estrella, sin duda, es la ferrovía al Pacífico. Por ese camino se exportará la soya y el mineral de hierro brasileños, pero también productos industriales que cruzarán la cordillera en los dos sentidos, abaratando los costos ya que se acortarán los días de transporte. “Nos gustaría cooperar para reducir los costos de la infraestructura en Brasil”, dijo Li (Valor, 20 de mayo de 2015).

Reorganizar el comercio

Desde el lanzamiento de la IIRSA (Iniciativa para la Infraestructura de la Región Sudamericana) en 2000, se trata de la mayor ofensiva para rediseñar la infraestructura comercial en la región. Pero ahora es China quien toma la delantera.

La infraestructura regional enfrenta innumerables problemas, pero el principal, sobre todo para Brasil, es la salida al Pacífico que supone atravesar la cordillera de los Andes. Los dos mayores proyectos, la ferrovía Atlántico-Pacífico y el Canal de Nicaragua, tienen a China como protagonista. Se trata de proyectos que benefician a los grandes productores y empresas multinacionales, pero detrás de ese dato es evidente que “los chinos están reorganizando el comercio y la infraestructura de la región” (Carta Maior, 19 de mayo de 2015).

Según el economista Theotonio dos Santos, la política china consiste en “usar el excedente económico colosal que tienen para crear una economía mundial que atienda no sólo las necesidades chinas, sino que también sirva para un desarrollo planetario, para que salgamos de esa posición subordinada que tenemos dentro de la economía mundial. Eso en interés de China y en interés nuestro” (Carta Maior, 19 de mayo de 2015).

Este es uno de los grandes atractivos de la posición china. Como señala el profesor de la Universidad de Boston, Kevin Gallagher, autor de estudios sobre la relación China-América Latina, “si se consigue construir un tren de alta velocidad que funcione y facilite el comercio con América Latina, de modo inclusivo y sin perjudicar el medio ambiente, China tendrá todo para convertirse en la nueva ´amante´ de América Latina” (BBC Brasil, 19 de mayo de 2015).

Observados desde Asia, los acuerdos tienen un color parcialmente distinto. El órgano oficial Diario de Pueblo enfatizó la creación del fondo para “la capacidad productiva y la fabricación de equipamiento” que, a diferencia de los medios brasileños, cifra en 30 mil millones de dólares. El primer ministro Li destacó que “con el fin de satisfacer las necesidades de China y de los países latinoamericanos”, China defiende “la construcción conjunta de tres corredores para logística, energía eléctrica e información, de manera que se logre la interconexión del continente sudamericano” (Xinghua, 19 de mayo de 2015).

Aseguró que las empresas chinas están dispuestas a asociarse con las sudamericanas para la construcción de los tres corredores, “a través del fortalecimiento de la cooperación en la construcción ferroviaria, la transmisión de energía eléctrica de alta tensión y las redes inteligentes de suministro de electricidad, así como la tecnología de internet y de las telecomunicaciones móviles de próxima generación”, explicó Li.

Los medios chinos se empeñaron en destacar este aspecto que, curiosamente, estuvo casi ausente en la cobertura de los medios brasileños. Para ellos no se trata sólo de inyectar dinero, que poseen en cantidad, sino de crear un ambiente favorable a la nación asiática. Para ello necesitan mostrar que son diferentes a los imperialismos occidentales, que se han servido durante siglos de la desigual división internacional del trabajo.

China, la integración regional y la industrialización

Es probable que una parte sustancial de los anuncios hechos en la gira del primer ministro nunca se hagan realidad. Sin embargo, algo muy importante está cambiando. El cambio del ciclo económico en China, menos focalizado en las exportaciones y más volcado hacia el mercado interno y hacia productos de alta calidad, tendrá impactos en todo el mundo, de la misma importancia que la tuvo la masiva importación de commodities a partir de la década de 1990.

América del Sur tiene graves problemas de infraestructura y de interconexión física entre los doce países que la integran. En ese sentido, Oliver Stuenkel, profesor de Relaciones Internacionales en la Fundación Getúlio Vargas de Sao Paulo, estima que “el dinero chino es la única chance de integrar físicamente América Latina (El País, 19 de mayo de 2015). La afirmación puede parecer exagerada, pero si se revisan los proyectos de integración de las últimas décadas que no se concretaron por falta de fondos (empezando por el Gasoducto del Sur), su afirmación cobra sentido.

Más aún, algunos analistas sostienen que China está interesada en fomentar la industrialización de la región. Elias Khalil Jabbour, investigador del patrón asiático de desarrollo y profesor en la Universidad Estatal do Rio de Janeiro, sostiene que China al invertir en América Latina tiene como objetivo “enfrentar a su enemigo estratégico, que son los Estados Unidos”. Jabbour resalta que China actúa de forma diferente de otros actores globales, como el FMI o el Banco Mundial, que “se entrometen en la política interna de los países que reciben sus préstamos” (Opera Mundi, 20 de mayo de 2015).

En su opinión, bajo el liderazgo de Brasil debería suceder “una transferencia del proceso productivo de China hacia a región, o sea, una transferencia de unidades productivas hacia América Latina”.

Por su parte, Rafael Goncalves Lima, licenciado en relaciones internacionales por la Universidad de Campinas y máster en relaciones internacionales por la Universidad de Jilin (China), sostiene que las propuestas del primer ministro Li “encajan con la gran estrategia de China”, que considera a América Latina como “un área vital para los intereses a largo plazo de China, ya sea por su atractivo mercado interno o por su riqueza en energía, minerales, alimentos y otros recursos esenciales para el éxito del desarrollo chino” (Diario del Pueblo, 22 de mayo de 2015).

Pero no todo es economía. La búsqueda de la multipolaridad es una de las banderas diplomáticas de China que, en los hechos, converge con la estrategia de varios países latinoamericanos. En ese sentido, Xulio Ríos, director del Observatorio de la Política China, estima que “la conjugación de la demanda de infraestructuras de la región con las posibilidades de financiación china y su apuesta por la internacionalización de sus empresas, ofrece el marco idóneo para operar un cambio en el patrón de su relación facilitando que América Latina opere un avance sustancial en su progreso” (Rebelion, 22 de mayo de 2015).

Se trata de relaciones por fuera de la lógica del mercado, lo que pone las relaciones China-América Latina en un lugar bien distinto al que siguió Occidente durante cinco siglos. Si China emplea en sus relaciones internacionales un patrón distinto al neoliberal, “puede encontrar en América Latina un aliado clave para instar una nueva gobernanza global”, sostiene Ríos. Eso pasa por superar asimetrías, respetar el medio ambiente, los derechos de los pueblos sobre sus territorios y poner la política, y no la economía, en el timón de mando de las relaciones entre los países.

Acumulación sin desposesión

El economista estadounidense Giovanni Arrighi, en su monumental trabajo Adam Smith en Pekín, sostiene que el crecimiento chino se produce sobre bases bien diferentes al occidental. A diferencia del proceso de “acumulación por desposesión” que caracteriza al capitalismo occidental, según David Harvey, que pasa por la expropiación de campesinos y trabajadores, en la historia de China se registra un crecimiento que moviliza los recursos humanos por encima de los otros, a la vez que “protegía en vez de destruir la independencia económica y el bienestar de los productores agrícolas”[1].

A este tipo de crecimiento que no expropia a los productores, Arrighi lo denomina “acumulación sin desposesión”, que estima puede ser un referente para los pueblos del Tercer Mundo, y aún para aquellos desarrollados golpeados por la crisis y un sistema financiero voraz. Por un lado, China parece comprender mejor las necesidades de los países del Sur. Durante la gira de Li, en Colombia propuso dos proyectos de infraestructura que fueron muy bien recibidos por el presidente Juan Manuel Santos.

El primero, dijo Santos, permitirá desarrollar la Orinoquia, al oriente del país donde se prevé construir una carretera que bordeará el río Meta hacia Venezuela, y hacer navegable ese río lo que facilitaría el desarrollo agropecuario. El segundo es el puerto de Buenaventura, el más importante del Pacífico colombiano. Con apoyo de China, se planea darle “una nueva vida” a esa ciudad. “Que Buenaventura se convierta en un polo de desarrollo es algo muy importante para nosotros” (El País, 22 de mayo de 2015).

Si China tiene éxito en promover la “acumulación sin desposesión”, asegura Arrighi, es probable que “esté en condiciones de contribuir decisivamente al surgimiento de una comunidad de civilizaciones auténticamente respetuosa hacia las diferencias culturales”[2]. Puede ser una gran oportunidad para la región latinoamericana de superar cinco siglos de colonialismo, subordinación y dependencia.

Notas:

[1] Adam Smith en Pekín, Akal, Barcelona, 2007, p. 379.

[2] Idem., p. 403.

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