De procesos electorales, mujeres invisibles y una lista de preguntas

“En esta romería, el varón siempre manda 

los maridos son toros

el varón siempre manda, y las romeras flores

para aquel que las gana”

Yerma. Federico García Lorca.

 

Cuando era niña, uno de mis programas favoritos de la tele animada (por momentos en esos tiempos) era “Los 4 fantásticos”, los disfrutaba mucho. Sin embargo, nunca me cuadró y sigue sin hacerlo, “Sue, la mujer invisible”, no solo porque me parecía un poder casi inútil, sino que no creía en absoluto que este atributo fuera una cualidad, en un mundo donde me mandaban a callarme, sentarme bien, no moverme, escabullirme de las conversaciones de adultos, no preguntar…en suma, ser invisible. Por eso mis favoritas eran la mujer Maravilla, la Biónica y la mujer Araña (eclipsada después por Spiderman).

En base a lo anterior, quiero referirme a que se ha hablado mucho en los medios y otros espacios de la participación de la juventud. Y eso está bien, no es mi intención negarlo. Sin embargo, bajo ese velo de “juventud” se hace invisibles otra vez a las mujeres, que no olvidemos, fueron junto a la población joven la mayoría de votantes y buena parte de las que están resistiendo en las casas y en las calles, como el Golpe de Estado de 2009.

Son las mujeres las que están entregando flores a los policías, son ellas las que se movilizan, son las que abrazan a las fuerzas represoras, son las que cocinan para esta masa de gente que se mueve, son las que limpian y finalmente, somos las que atendemos víctimas, cosemos heridas y enterramos a nuestros muertos.

Por eso no estoy de acuerdo que esta insurrección popular se la atribuya a uno o varios sectores, porque en todas las luchas, las que estamos al frente y las que luego no aparecemos en la palabra escrita somos las mujeres, por muchas fotos que demuestren que estuvimos allí. Es esa mirada la que hace que nos perdamos de la historia y por eso también, luego “reconstruyen” nuestros personajes a conveniencia del canon masculino, como pudimos ver en la película Morazán, a una Josefa Lastiri timorata y sometida, cuando los pocos textos biográficos que existen sobre ella nos dicen todo lo contrario.

Cuando hice esa acotación hace unos meses, un historiador me preguntó ¿Y es que las mujeres participaron en las revoluciones de Centroamérica? Para no contestar airada como siempre lo hago, le pasé la bola a mis compañeras mesoamericanas, quienes obviamente, lo mandaron a estudiar esa historia “escondida” e invisible para quien no quiere mirar. Son las mujeres, las feministas, parte de la sociedad civil, quienes protestaron recientemente por Honduras en un evento de la Comisión Interamericana en Washington, son ellas, todas las que están en las calles y en las casas sosteniendo la vida, las que forman parte importante de este rechazo contra el fraude.

Daysi Flores hace poco posteó: ¡Por fin se dio la revolución, muchos hombres agarraron cacerolas y no se les cayó nada! Y pues sí, eso debería ser, más mujeres en puestos de poder, más hombres compartiendo el trabajo doméstico.

Y ese el corazón de artículo de hoy, hombres compitiendo, hombres negociando, hombres haciendo política. Muchas mujeres acompañándolos, atentas a sus necesidades, pero escasísimas compartiendo o negociando esas cuotas de poder. Celia Amorós, intelectual española llama esta lucha y luego negociación entre hombres, “pactos entre caballeros”. Ella explica que por mucho que se peleen o que tengan posturas diferentes, por mucho que incluso hayan querido matarse en contiendas (algunas veces lo hacen) al final, se sientan y se reparten el poder, como si de un pastel se tratará.

En base a ello quiero dejar algunas preguntas sobre el proceso actual: ¿Qué hace el Tribunal Supremo Electoral alargando un proceso que podría acabar de inmediato? ¿Por qué se está llevando el conteo de las actas sin la presencia de la Alianza, ni del Partido Nacional? ¿Por qué se encuentra Nasralla presentando su programa de X-O (aunque sea pre-grabado), Mel Zelaya por otro lado y Juan Orlando Hernández casi desaparecido?

Nos hace preguntar ¿Qué es lo que está pasando en realidad? Yo que no era mal pensada, pero que he aprendido a serlo poco a poco, me hago estas preguntas. ¿Por qué está entrando la policía a los barrios donde antes ni se asomaban, a tener una guerra abierta con las maras de las comunidades? ¿No será parte esto de una estrategia de limpieza social? Y no olvidemos las reformas sobre terrorismo que aprobaron este año en el Código Penal.

Lo que se definirá a continuación será una cuestión de negociaciones entre el poder. El poder tradicional, caudillista, vertical entre hombres. El pueblo, nosotras y nosotros, lamentablemente, nunca hemos tenido, ni aspirado creo, a ese tipo de poder, mucho menos las mujeres, los pueblos indígenas o garífunas, las personas discapacitadas, los y las pobres–la marginalidad del mundo. Siempre hemos estado por los bordes, alcanzando cuotas de poder quizás, pero no más que eso.

Aunque caiga mal voy a decir que van a ser otros los que decidan por nosotros, a pesar de las marchas multitudinarias, de la alegría de encontrarse en las calles, pero también las represiones, los ataques a bala viva, los asesinatos.

¿Se merece este pueblo tan dolido esto? Por supuesto que no. Pero son los que estuvieron o están en el poder negociando en estos momentos, los que deben decidir eso, con su presencia y su fuerza. Los líderes y sus partidos.

Ahora si bien, los del Partido Nacional consumaron el fraude, ¿cómo será gobernar un país donde se es tan odiado? Por la fuerza será, como ha sido hasta ahora, solo que esperemos entonces que esta sea con mucho más ímpetu hacia sus opositores/as. O tal vez llegue a un acuerdo y sea más “tolerante” (lo creo muy poco).

En caso de ganar Salvador Nasralla y la Alianza ¿lograrán realmente cohesionarse Zelaya y Nasralla? ¿Podrán encontrarse estos dos egos y conciliar por el bien común? Porque es bien sabido que cada uno hace poco caso a los consejos de los demás.

Adicionalmente: ¿Qué significa este parón de los Cobras? No sé ustedes, pero yo no me creo, a pesar de la alegría que esto pueda generar, tanta generosidad e ingenuidad de parte de un cuerpo armado que por muchos años fue uno de los más temidos por la gente.

Sabemos o intuimos a ciencia cierta, basados en los primeros datos, que la voluntad del pueblo fue dar como ganador a Salvador Nasralla y a la Alianza, pero que esas “cuantas horas” que se cayó el sistema informático fueron, son y serán altamente sospechosas. Ya lo dice todo el mundo–las matemáticas y los porcentajes no cuadran y que además no solo dan como ganador a Juan Orlando, si no que cambiaron bruscamente los resultados a nivel municipal: donde iba ganando el Partido Liberal o Libre por muchos votos, ahora gana cómodamente el Partido Nacional.

¿Para que toda esta farsa y esta exposición al pueblo? ¿Por qué justificar su “crisis” con represión y asesinatos? ¿Por qué no se impusieron de una vez con la fuerza patriarcal y violenta que sabemos que tienen? ¿Por qué todo este show?

Seguramente para que como hacen siempre, decir que se imponen para “detener el caos” y “asegurar la seguridad del pueblo”. No les creo ni un pelito, nadie les cree. La cosa es, desde este lado, ¿qué vamos a hacer además de las movilizaciones y expresiones momentáneas de resistencia?, que son de momento, como lo diría Zygmunt Bauman en su famoso libro “Modernidad líquida?

Creo que es momento de parar y no dejarnos llevar por donde ellos quieran. Se ha demostrado es que si una cosa tiene el poder occidental, patriarcal y vertical, es pensamiento estratégico. Cuando el Partido Nacional dijo en las elecciones de 2013, “Estamos listos para gobernar otros 50 años”, lo dijo en serio. ¿Nosotros, nosotras estamos listos para avanzar hacia otra estrategia que no sea reactiva durante 50 años o más? ¿Podremos realmente articular una estrategia potente, creativa, discursiva, anti-patriarcal, anti-racista de largo plazo? ¿Podremos acaso crear otro modelo y sostenerlo?

Sería bueno retroceder, mirar lo que hemos hecho y mirar hacia delante tomando lecciones aprendidas. Lamentablemente y me incluyo, poco de eso se hace aquí, donde cada quien llega pensando que antes de su participación no existía nada, que somos los únicos y los mejores, todo producto de un país con poca o nula memoria histórica, a pesar de los hermosos esfuerzos de Chefy Q Dobinguer, Jorge Amaya, Helen Umana, Héctor Leyva, por nombrar algunos.

Nosotras, me queda claro, debemos escribir nuestra historia y no solo una común, testimonios dispersos aquí y allá, sino una historia con mirada feminista, estratégica, reflexiva, profunda y clara.

Debemos contarnos, desde nosotras mismas, desde el cuerpo y la palabra, desde la imagen, y el “acuerpamiento” como menciona Lorena Cabnal, que no es más que el cuidado y la conexión política espiritual que tenemos.

Esos son algunos elementos de nuestra fuerza. Y sobre todo, vernos, que nos vean y nos reconozcan, como académicas, como escritoras, como analistas políticas (en un espacio lleno de hombres que dicen cualquier cosa, con todo respeto).

Porque la invisibilidad, compañeras, en muchos casos, es un atributo para las mujeres, inservible.

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