Relaciones EE.UU.–Cuba, en el camino correcto

Cuban_Flag_1El martes pasado en la noche, estaba yo en la Habana, dando una plática sobre la necesidad de re-establecer relaciones entre los Estados Unidos, quitar a Cuba de la lista de estados terroristas, disminuir las restricciones para viajar, y liberar al resto de los Cinco Cubanos, entre otros cambios, Para mi sorpresa, virtualmente todo lo que yo había pedido, la administración se encaminó a implementar al amanecer del día siguiente.

Cuando los Estados Unidos rompieron relaciones con Cuba en 1961, ayudé a cerrar la embajada de los EE.UU. en La Habana. Muchas personas creyeron que esta fase en las relaciones Cuba-EE.UU. no duraría, que al romper los lazos llevaría a la caída de Fidel Castro. Pero solo resultó ser contraproducente, dañando la posición de los Estados Unidos en el mundo y no haciendo nada para mejorar las vidas de la gente de Cuba.

Desde que dejé el Servicio Exterior en 1982, he llamado al dialogo y por un cambio en la política, algo un poco más constructivo que realmente pudiera funcionar, y no las mismas tácticas que han fallado año tras año por medio siglo.

Fue una grata sorpresa cuando ambos gobiernos finalmente hicieron lo que deberían de haber hecho, era exactamente lo correcto, y me sentí tranquilo después de ver tantos esfuerzos fallidos.

Cuando se dió el anuncio de la reanudación de las relaciones la mañana del miércoles, había alegría y júbilo entre el pueblo cubano que salió a las calles, había algarabía y aplausos—esto fue lo que ellos también estaban esperando.

Este cambio llega en un momento crítico. La administración de Obama tenía que llegar a esta decisión o arriesgar el deterioro de las relaciones con el resto del hemisferio. Había dudas en Latinoamérica sobre nuestras relaciones con Cuba y lo que decía sobre nuestras políticas en el hemisferio. Ahora esas dudas se han disipado y podemos continuar hacia adelante y concentrarnos a mejorar las relaciones con todos.

El Centro para la Política Internacional-Programa Cuba, establecido en 1992, ha abogado por el dialogo y negociaciones, porque es imposible resolver desacuerdos si no se discuten. Hemos ganado pequeñas victorias y encontrado nuevas maneras de trabajar con los cubanos, haciéndolo al margen de nuestros gobiernos. Pero siempre han habido sucesos que han frustrado nuestras esperanzas y ambiciones.

Algunos se preguntarán que me ha motivado a seguir trabajando en restaurar las relaciones por más de medio siglo. Es porque siento un amor verdadero por la gente cubana, siendo de lo más noble, sensible gente que he conocido.

Y aunque que la parte más importante del acuerdo del miércoles pasado es el simbolismo de romper con el pasado, yo pienso que no se va a tomar mucho tiempo para ver los primeros resultados positivos.

Hemos logrado grandes pasos hacia adelante, pero el trabajo no está terminado. Estamos en el camino correcto, pero ahora existen nuevas y alentadoras cosas que hacer. Habrá obstáculos pero no son inalcanzables. Esto será un éxito, pero todos debemos trabajar juntos para estar seguros que la política camina hacia adelante como debe ser.

Los próximos años serán de mucho trabajo. Debemos discutir nuestros problemas y resolver nuestros desacuerdos, quizás no todos, pero caminando poco a poco con una actitud completamete nueva, podremos progresar.

No puedo negar que el Centro y yo tuvimos algo que ver con este histórico acuerdo, pero nada podía haberse logrado sin el esfuerzo unido constante de los grupos aquí en Washington, en otras partes de los Estados Unidos y en Cuba, Muchas personas han estado trabajando para llegar aquí.

Felicitamos a ambos gobiernos y a todos aquellos que abogaron incansablemente para esta nueva política. Finalmente estamos en el camino correcto después de tantos años. Que gran victoria para el mundo.

Wayne S. Smith fue Jefe de la Sección de Intereses de los E.U. en Cuba de 1979-1982. Es investigador emérito del Centro para la Política Internacional en Washington, D.C. y ha sido Profesor Asociado de Estudios Latinoamericanos en la Universidad Johns Hopkins desde 1983.

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