Familias separadas, sufrimiento y muerte– resultados de la militarización de la frontera

  • La militarización del lado de EE.UU. de la frontera con México ha cobrado 5,000 vidas desde finales de la década de los noventa. El gobierno estadounidense gastó el año pasado más de $18 mil millones en vehículos aéreos no tripulados (drones tipo “predator”), equipo aéreo de bombardeo, helicópteros Blackhawk, sistemas sofisticados de vigilancia, 22,000 agentes de migración armados y 651 millas de muro metálico en la frontera. Esto ha ocasionado que los migrantes – con frecuencia obligados a salir debido a las graves repercusiones de la política económica de los EE. UU – aprovechen el único pasaje hacia el norte: el mortal desierto de Sonora
  • El desierto ha sido la causa de muerte por la mayoría de los 5,000 migrantes perecidos al cruzar hacia los EE. UU. La deshidratación, disentería, golpe de calor, hipotermia y fatiga total son con frecuencia letales.

El proyecto de reforma migratoria que el Senado aprobó esta semana solo exacerba esta situación mortal, al aprobar miles de millones de dólares para incrementar exponencialmente la militarización de la frontera antes que abrir el paso hacia la obtención de la ciudadanía

Había leído las estadísticas antes de unirme a los16 activistas del Observatorio de la Escuela de las Américas (SOAW, por sus siglas en Ingles) a nuestro primer viaje a la frontera México – EUA; antes de seguir a Steve al interior del desierto de Sonora para dejar botellas de agua en las rutas de los migrantes; antes de mirar a Olga llamando a su coyote para asegurarse que hubiera entregado a su hijo a salvo; antes de conversar con Pedro y procurar no fijarme en su pierna faltante – amputada por La Bestia, el tren mortal que los migrantes abordan para atravesar México. Fue antes de estar junta a  la madre de José Antonio frente a la pared agujereada donde agentes de la patrulla fronteriza llenaron el cuerpo del joven con balas mientras caminaba en una calle de su propia ciudad, en suelo mexicano.

Después de todas estas experiencias, me di cuenta de la urgencia de trabajar con el SOA Watch para rechazar la militarización de nuestra frontera y sus consecuencias letales. Las historias de María, José y otras presentadas a continuación representan un llamado convincente para tomar medidas al respecto. Hay muchas cosas que podemos hacer para hacer una diferencia-sea emplear un minuto para enviar un correo electrónico a tu congresista para decir no a una mayor militarización de la frontera, contactar a los y las migrantes de tu propia comunidad o unirte a nosotros en el centro de detención migratoria Stewart en un evento durante las actividades de noviembre.

Lo que no podemos hacer es permitir que esto continúe.

Historia de María

Las compañeras de cuarto de María en el refugio de Nogales la cargaron cuidadosamente hasta la habitación donde nuestra delegación se había reunido para hablar con migrantes recientemente deportados a México. Luego de cinco días atravesando el desierto de Sonora en Arizona, sus frágiles e hinchadas piernas se habían rendido y no podía caminar más. Junto a ella se sentaba Sofía, capaz de caminar – con dificultad – pero con grandes moretones negros y purpuras en sus brazos resultado de seis días de terapia intravenosa. Fue extraída del desierto por vía aérea, inconsciente, a bordo de un helicóptero.

Ambas mujeres sonreían tímidamente, y sus sonrisas contrastaban notablemente con sus cuerpos maltratados y los horrores por los que recientemente habían pasado. O quizás me equivoco – quizás sus sonrisas revelaban la conciencia del gran milagro de continuar con vida.

El desierto había despojado de fuerza a las piernas de María, pero no de su espíritu. María nos relató que una vez que la hinchazón disminuyera y sus rodillas pudieran volver a soportar su cuerpo de 45 Kilos, volvería a intentar cruzar el desierto una vez más.

Estaba asombrada ya que días antes yo había caminado un pequeño tramo de ese mismo desierto. Habíamos salido a dejar agua en una ruta de migrantes con un guía experto, Steve, voluntario de No Mas Muerte (“No More Death”). Este grupo, junto con los Samaritanos, realiza caminatas diarias en el desierto para dejar agua para los migrantes. El hecho de que recogimos mas envases vacios que los que dejamos era evidencia de que se estaba cumpliendo el propósito: salvar vidas.

A pesar de haber bebido agua como un camello y estar consciente de que una camioneta con aire acondicionado me esperaba, estaba completamente agotada luego de tan solo tres horas en el desierto, uno de los más brutales del mundo. En el desierto se encuentran dispersados pequeños sepulcros que señalan la ubicación de donde se han recogido cuerpos fallecidos: 5,000 de ellos en los últimos 15 años, una cifra desconocida cuyos nombres el desierto mantendrá en incognito. Recordando mi propia travesía, le pregunté a María por qué estaba dispuesta a correr este riesgo una vez más. Su respuesta fue una que entendí inmediatamente: sus hijos están en el otro lado.

La tecnología militar de punta no es suficiente para detener a madres como María, aún cuando la industria militar lucha por obtener los 6.8 billones de dólares extra que el Senado quiere destinar a una mayor militarización de la frontera. Ellas están dispuestas a arriesgar todo con tal de reunirse con sus niños, para poner comida sobre sus mesas. Lo que esta militarización está logrando es arrojar a los migrantes a la ruta más mortal. Aun cuando la inmigración en general ha disminuido en los últimos años, las muertes en la frontera permanecen constantes.

Hace cien años, si el nombre de María hubiera sido Laura Ingalls, su historia de travesía por tierras peligrosas para formar una nueva vida o reunirse con su familia hubiera sido una más de los mitos de origen que establecieron el tejido social de nuestra nación. Los niños en las primarias tendrían que leer ese relato. La diferencia es que Laura se estaba adentrando en tierras que nunca pertenecieron a sus ancestros, mientras que María se dirigía a una tierra que en el pasado había formado parte de su originario México.

Pero en lugar de ser una heroína, María es una criminal. Hoy, mientras en Washington se discute la descriminalización de algunos inmigrantes (después de todo, nuestra sociedad se desmoronaría sin trabajadores inmigrantes), silenciosamente, nuestros impuestos se destinan a criminalizar y encarcelar a decenas de miles de inmigrantes en nuestras propias comunidades

Impuestos estadounidenses en la eficiencia de la injusticia

Fuimos testigos de la esquizofrenia que causa esta política pública en el juzgado federal de Tucson donde 60 inmigrantes – encadenados de manos y pies, pareciendo exhaustos después de días en el desierto – desfilaban en grupos de cinco frente a un juez, y eran sentenciados a un mes en promedio de prisión. Su crimen fue el ingreso sin inspección. El proceso en conjunto, llamado Operación “Streamline”, duró tan solo dos horas y tuvo un costo para los contribuyentes de un millón de dólares. Esa cantidad cubre únicamente una sesión en un juzgado federal en un día. Lo mismo se lleva a cabo en seis juzgados de otras ciudades fronterizas cada día de la semana. La nueva propuesta del Senado busca triplicar esto.

Justo después del supuesto juicio, guardias llevan a los y las inmigrantes a la cárcel, en su mayoría privadas. Mientras escuelas en los EE. UU. están cerrando, prisiones privadas, tal como aquellas administradas por la Corporación de Correccionales de América (CCA por sus siglas en Ingles) están siendo inauguradas y creciendo en número a tasas impresionantes. Esto se debe en gran parte a la nueva tendencia de encarcelar a inmigrantes en masa por el crimen de haber entrado al país sin documentos migratorios. El 60% de las operaciones de la corte federal de Tucson se destinan a casos de deportación, impidiendo que se ocupen de crímenes serios.

El Presidente Obama está a punto de deportar más inmigrantes durante sus 6 años – más de 2 millones – que la suma de todos los inmigrantes deportados en 100 años entre 1892 y 1997. Más de 2000,000 familias han sido separadas por tales deportaciones tan solo en los últimos dos años. Para aquellos que fueron procesados por la mencionada Operación, primero fue cárcel, después centro de detención y después deportación.

María fue “afortunada” de haber sido enviada directamente a la detención de Inmigración y Aduanas (ICE por sus siglas en Ingles). Después de caminar por cinco miserables días bajo el calor abrasador del día y el brutal frio de la noche, el coyote que la recogería nunca apareció y en cambio terminó en una camioneta de la patrulla fronteriza. Sus manos y pies hinchados fueron encadenados y fue llevada al centro de detención. Debido a que es muy delgada, sus muñecas no paraban de salirse de las esposas. Ella comentó que continuamente tenía que meterlas a las esposas para evitar regaños o castigos por supuestamente intentar escapar de la patrulla fronteriza.

Desgraciadamente, la patrulla fronteriza en ocasiones va más allá de regaños. En octubre de 2012 José Antonio Elena Rodríguez de 16 años fue asesinado brutalmente por un agente de la patrulla fronteriza de los EE. UU., acribillado por 13 balas en la cabeza y la espalda. El se encontraba en el lado mexicano de la frontera cuando se le disparó, supuestamente por arrojar piedras a la reja divisoria. Cuando nos reunimos con el Padre Roy Bourgeois de SOA Watch para entregar a la familia de José una foto de una cruz que llevaba el nombre de José y que Roy portó durante el fin de semana de protesta frente la Escuela de las Américas el año pasado, vimos que era imposible que cualquier piedra lanzada hubiera pasado el muro, ya que este es de 10 metros de altura, situado encima de una colina de otros 10 metros.

Para ser justos, varios migrantes afirmaron que la patrulla fronteriza los había rescatado de una muerte segura. Tania nos dijo que fue buscada durante toda la noche luego de que su esposo contactara a la patrulla fronteriza después de que ella se desmayara en el desierto. Una vez encontrada, fue transportada por vía aérea a un hospital en Phoenix. Lo que está claro es que la culpa del incremento en muertes en el desierto no recae en la patrulla fronteriza, sino en la política pública que la instruye.

¿Por qué llegan migrantes? Preguntamos a la gente de la Iniciativa Fronteriza “Kino”, quienes sirven cientos de comidas al día a migrantes recién deportados a México y trabajan en un albergue para mujeres deportadas. El director de programas educativos de Kino, West Costgrove, nos contestó que en sus 17 años trabajando en ciudades fronterizas ha escuchado múltiples versiones que convergen en una breve explicación: “estamos aquí porque ustedes estuvieron allá.” La Hermana Engracia lo confirmó cuando nos dijo que el incremento más grande de migrantes ha sido desde el golpe de Estado en Honduras llevado a cabo por graduados de la Escuela de las Américas en Estados Unidos y seguido por un régimen apoyado por ayuda externa estadounidense.

En México, nuestra mayor contribución a la migración es sin duda el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). El acuerdo de libre comercio prometió impulsar la economía de México, pero acabó con el sustento de millones de campesinos que nunca tuvieron ninguna posibilidad de competir con los gigantescos agro negocios estadounidenses, altamente subsidiados. No sorprende que el muro divisorio comenzara a construirse en 1994, año en que el TLCAN fue aprobado. Maquiladoras de los EE. UU. se mudaron a México, pagando salarios tan bajos que una comunidad de ex trabajadores de las maquiladoras que visitamos ganaban más pepenando basura en el basurero de Nogales, México, que trabajando en la fábrica.

Un grupo de trabajadores de la clausurada fabrica de tinta para impresoras “Legacy” se reunió con nosotros en una tienda de campaña que ellos habían instalado fuera de la fábrica abandonada, exigiendo el equipo y otros bienes como forma de pago por los salarios e indemnizaciones no entregados por el propietario, quien cerró la fábrica y huyó a EUA llevando consigo sus otros tantos negocios.

La Escuela de las Américas también ha contribuido a los peligros que los migrantes enfrentan, mediante el entrenamiento de fuerzas especiales mexicanas elites conocidas como GAFES. Algunos de esos soldados desertaron para convertirse en líderes de los Zetas-los asesinos originalmente contratados por un cartel de drogas mexicano. Posteriormente los Zetas formaron su propio cártel. Los migrantes que atraviesan el desierto tienen que pagar a los cárteles para ingresar y salir de los pueblos fronterizos, y contratar a coyotes afiliados a ellos para guiarlos a través del desierto. El precio mínimo por estos servicios: $4,000 dólares por migrante, sin mencionar las frecuentes violaciones sexuales, tortura y en ocasiones muerte a manos de los coyotes. Los migrantes obtienen un descuento de $500 si aceptan llevar consigo un paquete de 50 libras de marihuana. La seguridad fronteriza estadounidense ha sido una gran fortuna para los contrabandistas de humanos.

El medio ambiente también está experimentando daños irreversibles a causa de políticas de militarización de la frontera, afectando tierras salvajes prístinas, bosques nacionales, y refugios de fauna salvaje como tecolotes (también conocidos como glacidium o mochuelo) y borregos del desierto, y contribuyendo a severas inundaciones. Extrañamente, el activista del Sierra Club Dan Mills recibió cargos por arrojar basura mientras distribuía envases con agua en rutas de migrantes, a pesar de que él– junto con otros voluntarios de No Más Muertes–también recogía basura del desierto. Dan se rehusó a pagar la multa, y fue posteriormente condenado en una corte federal. Varios meses antes, Dan había descubierto los restos de Josseline Hernández de 14 años, quien fue abandonada para perecer en el desierto mientras se aventuraba para reunirse con su madre en California.

Mientras el Congreso pone a discusión la reforma migratoria integral, es claro para la mayoría de la población en la región fronteriza que tal propuesta no es integral. El proyecto de ley no ataca las raíces de la  migración. Tampoco asegura el respeto a los derechos humanos de migrantes y familias. Antes que alguien pueda siquiera ser elegible para el complicado proceso hacia un estatus legal, se destinarán $6.8 billones de dólares extra para incrementar la militarización fronteriza, asegurando con eso que haya más muertes en el desierto.

En la frontera de mi propio país-los EUA-escuché las historias más horrendas sobre violaciones de derechos humanos que jamás había oído durante mis años viajando a través del continente Americano en defensa de los derechos humanos. Sin embargo, también fui testigo de algunas de las expresiones más conmovedoras de solidaridad, tal como el simple acto de llevar agua en una ruta de migrantes del desierto.

No todos nosotros vivimos en el desierto. Pero todos vivimos en comunidades que dependen de migrantes. Tal como Isabel García de la Coalición de Derechos Humanos de Tucson nos dijo, “la frontera esta en todos lados”. Mientras los migrantes mueren en el desierto, cada vez más grupos locales emergen para ayudar a salvar vidas y cambiar políticas públicas mortales. Este es un momento crítico para escribir al Congreso, unir fuerzas para proteger los derechos de migrantes y la justica, y elevar la voz para y con los miembros inmigrantes de nuestras comunidades.

Nosotros podemos ser el agua en el desierto.

Lisa Sullivan es directora del proyecto Latinoamericano del School of Americas Watch y escribe para el Programa de las Américas www.americas.org/es

Texto y Fotos: Lisa Sullivan

Editor: Laura Carlsen

Traductor: Víctor Cruz

Para Más Información:

SOA Watch

 

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