Había leído las estadísticas antes de unirme a los16 activistas del Observatorio de la Escuela de las Américas (SOAW, por sus siglas en Ingles) a nuestro primer viaje a la frontera México – EUA; antes de seguir a Steve al interior del desierto de Sonora para dejar botellas de agua en las rutas de los migrantes; antes de mirar a Olga llamando a su coyote para asegurarse que hubiera entregado a su hijo a salvo; antes de conversar con Pedro y procurar no fijarme en su pierna faltante – amputada por La Bestia, el tren mortal que los migrantes abordan para atravesar México. Fue antes de estar junta a la madre de José Antonio frente a la pared agujereada donde agentes de la patrulla fronteriza llenaron el cuerpo del joven con balas mientras caminaba en una calle de su propia ciudad, en suelo mexicano.
