Obama en Mesoamérica, busca mejorar imagen y ocultar la guerra

El Presidente Obama aterrizó en México y posteriormente voló a Costa Rica en el marco de un viaje corto pero con objetivos ambiciosos. Se busca redefinir la imagen del papel de los Estados Unidos en la región, omitiendo el discurso sobre la cada vez más controvertida guerra contra las drogas–la cual ocupa el centro de la ayuda y programas estadounidenses hacia la región—y, en cambio, enfatizando temas de comercio e integración.

Lo cierto es que ambas agendas aparentemente contrastantes guardan una relación muy cercana, ya que las políticas comerciales del gobierno de Obama contribuyen directamente a fomentar la violencia y el crímen que las políticas de seguridad buscan aminorar.

Obama y Peña Nieto: Consenso en la agenda TLCAN-Plus

Era sencillo para Obama y el presidente mexicano Enrique Peña Nieto estar de acuerdo en torno a comercio e integración. Aunque Peña Nieto es del históricamente nacionalista Partido Revolucionario Institucional (PRI),  proviene de la corriente tecnócrata y mantiene una relación estrecha con el arquitecto del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el ex Presidente Carlos Salinas. Tal como su predecesor Felipe Calderón, Peña Nieto mantiene un fuerte compromiso con las reformas neoliberales que el gobierno de EE. UU. y los organismos multilaterales han exigido por años a México. En contraste con su predecesor, Peña Nieto tiene posibilidades de finalmente lograrlas en el Congreso, a pesar de la resistencia popular.

Durante su visita a México, Obama y Peña Nieto se comprometieron a profundizar el TLCAN, aunque los dos evitaron cualquier referencia al acuerdo por su nombre. Ambos están conscientes de que a casi veinte años de vigencia, el TLCAN provoca rechazo entre los públicos de las tres naciones participantes.

En cambio, anunciaron la creación de una comisión de alto nivel binacional para incrementar la competitividad de ambas naciones, aumentar la eficiencia y seguridad en la frontera, e intensificar la integración de la industria. Obama aprovechó para plantear el acuerdo transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés), el cual es una readaptación del Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA), que fue rechazado en 2005 en la Cumbre de las Américas en Mar del Plata. En ciertos puntos, elTPPva más allá que el TLCAN en imponer la agenda de las corporaciones transnacionales a los gobiernos.

Obama apoyó abiertamente las reformas introducidas por Peña Nieto. Hizo mención implícita a la reforma educativa que ha ocasionado huelgas de miles de maestros en defensa de sus trabajos y del sistema de educación pública. También habló del  para las compañías petroleras estadounidenses y estrategias del Pentágono – la privatización de la empresa paraestatal petrolera, PEMEX.

Durante la conferencia de prensa conjunta en el palacio nacional de la ciudad de México, Obama apoyó el proceso de reformas. “Quiero hacer un reconocimiento al Presidente Peña Nieto y al pueblo mexicano con motivo de las reformas ambiciosas que se han formulado para hacer a su país más competitivo, sus instituciones más efectivas. Y yo sé que es difícil, pero también es necesario. A final de cuentas, solo los mexicanos pueden decidir la manera en que México hace reformas. Pero permítanme repetir lo que le comenté al Presidente – mientras México se esfuerza por volverse más competitivo, ustedes cuentan con un fuerte socio en los Estado Unidos, porque nuestro éxito es compartido”.

Las compañías petroleras estadounidenses han estado por largo tiempo ansiosas por “compartir el éxito” del petróleo mexicano. Durante décadas, el gobierno mexicano ha dejado crecer los problemas de administración en la paraestatal para crear condiciones propicias para argumentar la necesidad de privatizarla, sacando en altos impuestos recursos requeridos para reinversión y mantenimiento. Peña Nieto rechaza que él esté promocionando una “privatización”, pero cree que puede lograr la aprobación de una legislación que abra sustancialmente las áreas en donde se permite la inversión privada extranjera.

La afirmación de Obama en el sentido de que son los mexicanos los que tienen que tomar las decisiones fue calculada cuidadosamente. Llegó consciente de las acusaciones en contra de su gobierno por intervenir en asuntos nacionales de México. En varios momentos, consideró necesario declarar que su gobierno no impondrá políticas sobre su vecino al sur.

Es que cualquier sugerencia de presión estadounidense en torno a la privatización de PEMEX sería contraproducente – millones de mexicanos se oponen decididamente a la privatización y más si lo perciben como una mandato de afuera. Incluso si Peña Nieto lograra el apoyo del congreso, movilizaciones en contra son muy probables. Sin duda, la menor evidencia de involucramiento de los E.E. U.U. aumentaría la intensidad de las protestas.

Tal susceptibilidad también proviene de críticas por parte de organizaciones civiles mexicanas y estadounidenses que responsabilizan a la administración de Obama por su responsabilidad en alentar la devastadora guerra contra las drogas.

El equipo de Obama – en especial el Pentágono y la DEA, FBI, CIA, ATF y otras agencias que ahora han expandido su presencia en México en el marco de la Iniciativa Mérida– ha estado monitoreando el gobierno de Peña Nieto para ver que hará con respecto al caótico combate a las drogas que heredó. Estas agencias abogan por la continuación de la estrategia como un éxito en el marco de la cooperación binacional, no obstante la consecuencia directa de más de 100,000 muertes.

El gobierno de Peña Nieto dejó caer un anuncio fulminante días antes de la reunión, afirmando que toda la cooperación con los Estados Unidos tendrá que pasar por la Secretaría de Gobernación. Tal medida ciertamente limitará las operaciones de seguridad de EE. UU. en territorio mexicano, luego de que el partido conservador PAN derrumbara las barreras históricas a intervenciones estadounidenses en materia de seguridad e inteligencia en el país.

Esto prohíbe las operaciones (por cierto, poco controladas y coordinadas y nada transparentes) entre las numerosas agencias. Agentes del gobierno de EUA han sancionado que la decisión inhibirá las operaciones estadounidenses en suelo mexicano, lo cual era probablemente lo que Pena Nieto tenía en mente.

El involucramiento directo del gobierno estadounidense en la seguridad de México se ha incrementado a la par con un sustancial aumento del personal en la embajada, lo cual convierte la embajada de EUA en México en una de las más grandes del mundo. El espectro de actividades relacionadas con seguridad también creció exponencialmente. La reciente declaración está ligada con la consolidación del la Secretaría de Gobernación como una mega secretaria, la cual a la fecha ya absorbió a la Secretaría de Seguridad Pública.

El gobierno de Obama ha aceptado la decisión públicamente. El Secretario de Estado John Kerry anunció el 18 de Abril que la ayuda del Departamento de Estado estadounidense a México se había reducido por $124 millones, comparada a 2012. Describió la tendencia como una “trayectoria resbaladiza decayente” – una reducción gradual para dos de los principales destinos de la asistencia, México y Colombia. Sin embargo, fuentes en Washington consideran que incluso fondos ya autorizados podrían ser reorientados, en la víspera del desenvolvimiento de las nuevas relaciones binacionales. Al tiempo, la asistencia para la seguridad hacia los países centroamericanos y del Caribe está a la alza.

Ambos mandatarios proyectaron una imagen de un México próspero y estable, como una sociedad con una clase media creciente, lo cual ignora los incrementos en pobreza y desigualdad, y los graves problemas de violencia y violaciones de derechos humanos. Un reportaje que salió en el Los Angeles Times sobre el discurso que dio Obama a un grupo de jóvenes mexicanos citó a varios estudiantes atraídos por el presidente estadounidense pero sorprendidos por la discrepancia entre la caracterización que presentó de México y su propia realidad. De acuerdo a la publicación, al escuchar las palabras del presidente estadounidense, los estudiantes se preguntaban abiertamente, “¿De qué país está hablando?”

El discurso de Obama no era meramente retorica optimista. Si Obama y Peña Nieto fueran a discutir los problemas más serios del país, tendrán que hacer frente a las críticas de las mismas políticas que se comprometieron a seguir.

“El momento americano”

Dos semanas después del regreso de Obama, Roberta Jacobsen y Ricardo Zúñiga, directores de las oficinas para los asuntos del hemisferio occidental del departamento de estado y la presidencia, respectivamente, esclarecieron el objetivo principal de esta visita.

“El enfoque fue realmente la diversificación de las fuentes de energía, nuevas fuentes de energía en las Américas, la manera en que el mapa de la energía global se está centrando cada vez más en las Américas, tanto en combustibles fósiles y tradicionales, como en renovables, y en nuevos combustibles, sea gas o petróleo de esquisto u otras cosas. Así que había amplia discusión en torno a cómo aprovechar este momento americano, si así lo gustan ver, relacionado con energía en todo el hemisferio”, dijo Jacobsen.

Zúñiga subrayo la dimensión geopolítica de la visita, “… nosotros vemos a la energía como un tema unificador en las Américas, el cual es claramente algo que suele acercar a los países, dado que en las Américas se observan grandes oportunidades y muchos de los desafíos tradicionales. Combinando ambas cosas e interrelacionándolas, y teniendo en mente no solo las Américas sino también el impacto del desarrollo de las Américas en el abastecimiento global de energía y en los mercados globales es esencial”.

Jacobsen apuntó que,

“En las Américas se produce claramente más de la mitad de la importación de petróleo de los Estados Unidos, casi un tercio del gas natural, casi 30 por ciento de la electricidad mundial. Por tal motivo vemos como muy probable que en dos décadas los EE. UU. dependerá casi exclusivamente de fuentes hemisféricas de energía. Yo creo que una razón increíblemente importante para alterar las alianzas estratégicas, es que todas las naciones de la región están percibiendo ese incremento en relevancia relacionado de alguna manera con el mapa global de energía.”

El énfasis en Mesoamérica como una fuente de energía para la sobre demanda estadounidense fue un punto central que los medios y los expertos han ignorado. Lo cual tiene consecuencias mayores.

En teoría, la idea de apoyar el desarrollo de proyectos de energía, en especial de fuentes renovables de energía, parece razonable. Pero lo que eso significa y podría representar es alarmante. En muchas partes de México y las naciones centroamericanas, proyectos de desarrollo de energía y mineros están ocasionando conflictos y violaciones severas a los derechos humanos, en especial de pueblos indígenas y campesinos. La historia demuestra que las políticas exteriores dirigidas a expandir la dependencia en y el consumo de combustibles fósiles lleva a conflictos. Tropas enviadas en nombre de la guerra contra las drogas se emplean cada vez más para imponer este tipo de proyectos y reprimir comunidades locales que luchan contra el desplazamiento originado por proyectos de desarrollo de energía y otros rubros.

Mientras las fuentes de energía se acaban, los costos sociales y ambientales de extracción y distribución incrementan significativamente. Al caracterizar una Mesoamérica sumisa como la fuente de energía de los EE. UU., esas naciones y pueblos asumirán estos costos. La iniciativa “Conectemos las Américas 2022”, en discusión durante la visita de Obama, prevé cientos de millones de dólares en préstamos de los EE. UU. y millones en contratos para compañías estadounidenses. Esto requerirá privatizaciones, y si la historia puede servir como lección, resultará en el desplazamiento de las poblaciones nativas, frecuentemente con violencia.

La guerra contra las drogas es el pretexto para el despliegue masivo de soldados y policía a México y Centroamérica. Cada día aumenta la evidencia – batallas por recursos locales, el estado de sitio de Guatemala – que indica que fuerzas de seguridad están siendo utilizadas para apoyar cambios en el uso del suelo y de recursos,  arrancando recursos de comunidades locales para inversiones en proyectos de desarrollo gigantescos. Con un mayor impulso a lograr acceso a fuentes de energía y otros recursos en la región, el plan de los EE. UU. Del gobierno de Obama de transformar a Mesoamérica en su nueva fuente de energía global intensifica las sospechas.

La guerra contra las drogas tras bambalinas

La poca referencia a la guerra contra las drogas, la Iniciativa Mérida y en menor medida la Iniciativa Regional Centroamericana de Seguridad (CARSI por sus siglas en inglés, anteriormente parte del Plan Mérida) durante la visita presidencial era de esperarse. La política de seguridad de Obama en la región se ha convertido en un tema muy controvertido.

Primero, la estrategia de atacar físicamente a los cárteles de la droga y militarizar los países ha provocado sangrantes conflictos entre los cárteles, resultando en un aumento de la violencia en el país que ha cobrado miles de víctimas anualmente. En segundo lugar, violaciones a los derechos humanos han aumentado de manera alarmante, con las fuerzas armadas y de seguridad involucradas en tortura, violación, homicidio, complicidad y otros crímenes.

Con respecto al papel de Estados Unidos, mayores segmentos del público e incluso líderes políticos prominentes consideran al modelo de interdicción y aplicación de las leyes prohibicionistas promovidas por el gobierno de EE. UU. como una delegación a la nación mexicana del trabajo sucio de un país obsesionado con el consumo y la prohibición de sustancias. El involucramiento de Estados Unidos en la guerra contra las drogas en México es cada vez más visto como un instrumento para políticos, consejeros y agentes estadounidenses para definir y ejecutar sus propias prioridades de seguridad en México.

Durante la visita de Obama, los líderes acordaron públicamente reorientar la estrategia hacia una reducción de la violencia en lugar de eliminar las drogas. Aun queda por verse si tal enfoque se reflejara en la práctica, por ejemplo, una disminución significativa de la actividad y presencia de la DEA en México y un incremento en la ayuda destinada a programas sociales.

América Central fue igualmente complicada para Obama cuando llegó el momento de defender su insistencia en la guerra contra las drogas. Cuando llegó al encuentro con los jefes de estado centroamericanos, enfrentó a presidentes dudosos de la estrategia. El presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina, ha llamado a discutir la legalización de la marihuana, entre otras medidas para cambiar el modelo de enfrentar al narcotráfico. No es el único: la Organización de Estados Americanos publicó un informe que promueve la discusión de la legalización de la marihuana y otras alternativas a la guerra contra las drogas.

Mientras tanto, en los EE. UU. la opinión pública acerca de la droga prohibida más consumida–la marihuana—no justifica el enorme gasto público en arrestos e incautación de la planta. Hay una tendencia general hacia la aceptación social del uso de la marihuana, una tendencia que se ha manifestado en la legalización de su uso con fines médicos en 18 estados, uso regulado en dos estados y encuestas que muestran a una mayoría a favor de terminar la prohibición de la marihuana.

Desesperado por justificar una guerra contra las drogas que ha devastado a naciones productoras, agencias del gobierno estadounidense y centros de investigación aliados afirman que el consumo ha disminuido. La declaración es totalmente falsa. La última encuesta Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas del mismo gobierno muestra un aumento en el uso de drogas ilícitas entre adolecentes.

En el caso de la marihuana, el uso creció de 32% en 2008 a 36% en 2012, con una disminución paralela entre aquellos que consideran que fumar marihuana es riesgoso.

En lugar de abogar por una modernización en la estrategia dadas estas contradicciones, Obama casi no comentó nada públicamente acerca de la guerra contra las drogas en México y América Central. Comunicados de prensa de la reunión del Sistema Integral Centroamericano (SICA) en Costa Rica subrayan programas para la juventud, prevención y el bloqueo de precursores químicos, a la vez que se ignora el narcotráfico.

Amenazas y promesas

Sin duda, es urgente cambiar el enfoque de las relaciones EE. UU. – México para ya no ver a México como una amenaza a la seguridad nacional y entender su papel de socio y aliado. La manera en que se ha caracterizado a México como una amenaza – como una fuente de contagio de violencia, un estado fallido, lugar de migrantes terroristas, etc. – ha distorsionado la realidad y erosionado la relación binacional. En su viaje Obama declaró que la relación binacional “debe ser definida no por las amenazas que enfrentamos, sino por la prosperidad y oportunidad que podemos lograr juntos”.

Pero aun no está claro que el cambio en enfoque sea genuino. La ayuda a México y Centroamérica continúa siendo fuertemente dirigido a la guerra contra las drogas, incluyendo asistencia militar y policíaca en equipo bélico y programas de entrenamiento, y contratos para “mejora institucional” en el poder judicial y las instituciones penales para apoyar los objetivos de EE. UU. Mientras la asistencia militar/policiaca del Departamento de Estado a México pudiera disminuir, la del Departamento de Defensa se está incrementando, y la asistencia en seguridad a Centroamérica está programada para crecer en 20% sobre los ya de por sí altos niveles de 2012, tal como se expresa en el primer “dialogo de seguridad SICA-EUA”, llevado a cabo en Washington días previos a la visita de Obama.

Un cambio sustancial requeriría una reorientación dramática de la asistencia estadounidense en seguridad hacia objetivos sociales y de desarrollo. Requeriría un compromiso serio para atender los problemas nacionales y llevar a cabo en Estados Unidos programas efectivos contra el tráfico de armas y el lavado de dinero, atacar a la corrupción y reducir el mercado de sustancias ilícitas por medio de la regulación, prevención y tratamiento. Significaría modernizar las políticas económicas que han llevado a la crisis del desempleo de los jóvenes y falta de educación en la región, para asegurar un futuro para la juventud en lugar de gastar los dólares de los contribuyentes estadounidenses en una “juventud en riesgo” cuyo status fue parcialmente ocasionado por nuestras políticas. Significaría modificar las políticas comercial y laboral para garantizar que los empleados puedan satisfacer las necesidades de sus familias.

En realidad nada cambió durante la visita de tres días de Obama a la región. El esfuerzo para lanzar una nueva relación fundada en intereses compartidos dejó más dudas que optimismo. El énfasis en lazos económicos no convence debido a la ausencia del reconocimiento de la relación entre esas políticas y la crisis de seguridad que vive la región, y el hecho de que la ayuda sigue centrada en la militarización. Restar importancia a la seguridad mientras es ciertamente el aspecto central de la relación, genera preguntas acerca de lo que se encuentre detrás del escenario puesto para las fotografías.

Laura Carlsen es escritora y directora del CIP Programa de las Américas www.americas.org, basado en la Ciudad de México, donde se publicó originalmente este texto en inglés. Es también integrante del Consejo Editorial de Desinformémonos.

Traducción: Victor D. Cruz Aceves

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