Observando en Ecatepec – ¿Quién es el encargado aquí?

La palabra suena como si algo estuviera estallando dentro de tu boca, pero en realidad es un barrio pobre en las afueras de la ciudad de México, y mis amigos mexicanos me dicen que ir allí es como ir al infierno. Ahí mismo fue donde decidí ir a observar las elecciones en México.

Fuera de su reputación como un suburbio sucio, depresivo y peligroso, Ecatepec es – con sus 2 millones de habitantes – el municipio más grande del Estado de México y ha representado por mucho tiempo un bastión para el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Las personas me dicen que es un lugar en donde los “mapaches” son comunes – una palabra que en la jerga electoral mexicana se refiere a aquéllos que están encargados, ya sea a través de intentos creativos y algunas veces agresivos, de comprar votos y lealtad política.

Las personas establecidas en la ciudad de México del Distrito Federal pintan una imagen muy negativa de los suburbios que se encuentran dentro del circundante Estado de México. Todos los que escuchan que voy allí me advierten que me cuide y que especialmente tenga cuidado en mi rol como observadora internacional – podría parecer una provocación hacia los militantes de partido que prefieren que no hayan ni intervenciones ni observadores extranjeros. Mucha más razón para hacer observaciones electorales allí, pienso.

Antes que nada, es necesario hacer un comentario sobre el concepto de las observaciones electorales internacionales. Es fácil convertirse en observador electoral en México. No se necesita ningún curso o entrenamiento previo, pero el Instituto Federal Electoral (IFE) hace bastante para preparar a los observadores internacionales para el proceso electoral y les enseña sobre el sistema electoral mexicano. Me dieron una pequeña biblioteca de volantes, panfletos, libros, DVDs y USBs, pero sorprendentemente poca información sobre cómo exactamente se da la emisión del voto – o se debería dar – el día de la elección y mucho menos en lo que se esperaba que hiciera como observadora internacional.

En esto recae mi crítica principal del programa del IFE para la observación internacional. Cuando le pregunté a uno de los oficiales del IFE sobre qué clase de reporte o evaluación debería escribirles una vez pasada la elección, me miró perplejo, y cuando después dije que suponía que los observadores internacionales deberíamos reportar cualquier irregularidad, ilegalidad, intentos evidentes de compra de voto o fraude de los que fuéramos testigos, él sólo se rió y dijo “¡Sí, por supuesto!” como si lo que yo acababa de decir fuera la cosa más ridícula que él había escuchado. Con la gran cantidad de protestas electorales y acusaciones de fraude en las elecciones presidenciales de 2006, yo no pensé que mi pregunta fuera del todo ridícula.

En diferentes sitios de internet, y a través de conversaciones con amigos mexicanos políticamente activos, encontré algunos ejemplos de las creativas y a menudo sutiles formas en las que los partidos políticos tratan de manipular los resultados electorales en las casillas. Éstas incluían esconder las boletas electorales de manera temporal, apagar las luces para causar confusión, enviar a gente borracha o armada para crear conmoción en la casilla, falsificación de las credenciales de elector – y la lista continúa.

Mis expectativas para lo que estaba a punto de observar fueron así matizadas de paranoia y de la idea de que la gente haría cualquier cosa para engañarme mientras estuviera allí.

Cuando llegué a la casilla que había escogido como mi punto primario de observación – una universidad local en donde casi 1,500 votantes estaban registrados para votar – a las 7:55am en un domingo por la mañana me sorprendió ver que el comité a cargo de la casilla estaba apenas empezando a desempacar los materiales electorales y no todos los ciudadanos asignados al comité habían llegado. La votación, programada para empezar a las 8:00, no pudo comenzar hasta que todos los ciudadanos designados como funcionarios de casilla (un presidente, un secretario, y dos escrutadores) hubieran llegado, y la fila de votantes impacientes camino al trabajo ya estaba creciendo. Finalmente una chica que había estado en un comité electoral tres años antes entró como sustituta, pero poco después me sorprendí al ver que también era la novia de un representante de uno de los partidos políticos, lo que podría indicar que no era imparcial y que no era una coincidencia que sustituyera al representante asignado.

Cada partido tiene permitido tener presentes a dos representantes en cada casilla. Pueden observar pero no participar ni intervenir en las actividades electorales. A lo largo del día, estos delegados cargan formas en donde reportan irregularidades e incidentes, y también tienen una copia de la lista de votantes para que cuando la votación termina y los votos son contados, la lista oficial de la casilla que indica cuántos votos han sido emitidos puede ser cotejada con los registros de los representantes de partido.

En contraste con los observadores internacionales, los representantes de partido tienen permitido – y a menudo alentados por su partido – a hacer denuncias, pero me sorprendió ver que ninguno de los representantes de partido en los diferentes puntos que observé hizo alguna denuncia, incluso si personalmente creo que había razón para hacerlo en varios casos.

Primero que nada, el área de comer al aire libre de la universidad – unas pocas mesas esparcidas en el patio de la universidad, definitivamente no era el sitio ideal para votar. Cualquier persona del barrio podía entrar y salir a su gusto, y lo hicieron. Era particularmente preocupante ver que el mismo individuo estaba parado todo el día afuera del portón de la escuela, observando quién entraba y salía, algunas veces intercambiando mensajes con algunos representantes de partido dentro de la casilla. El PRI fue por mucho el partido más fuertemente representado en las casillas en las que observé, y tienen la gran ventaja de tener muchos miembros ansiosos de tomar un turno en la casilla, así es que mientras existen oficialmente sólo dos representantes del PRI dentro de la casilla (o sentados junto a las urnas), siempre había por lo menos un puñado de otros delegados del PRI esperando afuera o a un lado de la casilla, a menudo dándole la bienvenida a los votantes e indicándoles los procedimientos formales para votar, y manteniendo una vigilancia constante sobre todo lo que pasaba dentro de la casilla. Me dio esa sensación extraña de que, en Ecatepec, eran los miembros del PRI quienes realmente estaban a cargo de las elecciones y no el comité local, supuestamente neutral, que el IFE había asignado.

Mientras que la casilla dentro de la universidad cerró alrededor de las 6pm, estuve aún más sorprendida al ver que incluso si el portón de la escuela que daba a la calle estaba cerrado para darle privacidad al comité para contar los votos, no había control alguno sobre los individuos que ya estaban dentro – los mismos individuos que habían estado vigilando la casilla durante todo el día, y que no estaban designados como representantes de partido ni como miembros del comité de casilla. Permanecieron dentro, todavía echándole un ojo a todo. Y a nadie parecía importarle.

Mi preocupación final se relaciona con el transporte de las actas ya computarizadas desde la casilla al consejo distrital del IFE, en donde los oficiales del IFE cuentan todos los registros de cada casilla en Ecatepec. Un vehículo designado del IFE con un oficial designado del IFE transporta los resultados. En nuestro caso, esta persona tuvo que recoger los votos y los registros de seis casillas diferentes. En cada lugar, el presidente de casilla es el encargado del paquete electoral con las actas y viaja dentro del vehículo asignado por el IFE hasta el consejo distrital. Pero en nuestro transporte, a un presidente de casilla le fue permitido que él mismo tomara los votos y el registro dentro de su propio coche para llevarlo al consejo distrital, bajo la condición de que viajaría justo detrás de nosotros todo el camino. Nadie podía controlar que la caja que fue sacada de su coche fuera la misma que la que fue colocada dentro de éste en la casilla, o que la caja no fuera abierta y manipulada durante el transporte.

Una vez más, un sentimiento de impotencia me invadió. Siendo una observadora internacional sin ningún derecho a intervenir en el momento específico, tenía que esperar a que algún presidente de otras de las casillas objetara, pero ninguno lo hizo. Así es que cuando pregunté, “por curiosidad”, porqué el presidente de una de las casillas estaba viajando en su propio coche con sus propios votos, el representante del IFE respondió que era más cómodo de esta manera, y ninguno de los otros presidentes de casilla que viajaban en el vehículo del IFE cuestionaron esa explicación.

Al observar las elecciones en Ecatepec, creo que las historias que me habían platicado me habían llevado a esperar sucios trucos dentro de las casillas e intentos para convencer a otros fuera de éstas. O tal vez esperaba muchas caras nerviosas, silenciosas y conspirando en secreto puesto que estaba allí como observadora internacional. Pero en conjunto, todo pasó sin contratiempos y de manera pacífica. Mi impresión general de los comités de casilla y de los representantes de partido – durante el voto y el conteo, fue que estaban ansiosos porque el día fluyera correctamente y sin contratiempos y por mantener un ambiente colegial sin importar afiliaciones partidistas.

En ese sentido, no tengo nada “irregular” o “ilegal” que reportar. ¿Se podría considerar manipulación electoral cuando los miembros del partido dominante están observando de manera constante desde afuera de las casillas y actuando como si ellos estuvieran a cargo de las elecciones? No vi a nadie “tomando lista”, repartiendo comida o dinero a cambio de votos o incluso amenazando a la gente para votar por uno y otro candidato. Lo que pude observar ese día no fueron intentos específicos de fraude, pero una imagen más general de una sociedad muy politizada en donde un partido parece tener más control que las mismas instituciones federales.

Lisbeth Rasch es licenciada en antropología social por la Universidad de Copenhagen. Basada en la ciudad de México, su enfoque es la inseguridad y la política mexicana. Contribuye en el Programa de las Américas www.americas.org. Fue observadora internacional acredita en las elecciones presidenciales de México 2012.

Traducido por Nara González.

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