Desde que se vio forzado a abandonar el poder, tras la derrota electoral de 1990, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) atravesó varias crisis políticas que llevaron a que buena parte de los fundadores y líderes más carismáticos abandonaran el partido. A las deserciones se sumaron los cuestionamientos éticos que sufre su principal dirigente, Daniel Ortega, lo que se traduce en la división en lo que podríamos denominar
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Ayotzinapa: el desencanto de la palabra presidencial
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