Para mediados de 1997, ejecutivos de Chiquita Brands International se habían puesto nerviosos por la larga lista de sus llamados “pagos sensibles” en Colombia. Durante años Chiquita pagaba en silencio a los grupos rebeldes que dominaban la costa norte del país productora de bananas. Los contadores de la compañía habían creado un sistema de clasificación de códigos de colores para los varios grupos guerrilleros que mantenían en sus libros. Chiquita inclusive había empleado a insurgentes anti-gubernamentales como guardias de seguridad en algunas de sus plantaciones.