Buscando personas desaparecidas, construyendo una nueva sociedad

El lema de la VI Brigada Nacional de Búsqueda, el proyecto central de la Red de Enlaces Nacionales, es “Buscando nos encontramos”. Tiene sentido en muchos niveles. Las brigadas han encontrado restos humanos y pistas de personas desaparecidas para encontrarlas y regresarlas a sus familias, y eso en un contexto donde el estado y gran parte de la sociedad ha olvidado su existencia. Se han encontrado entre sí, formando “una familia” de miles de familias afectadas directamente por la desaparición, unidas por el dolor y la perseverancia, abrazadas por el esfuerzo colectivo.

En el acto de organizarse para buscar, encuentran la fuerza que les impulsa a romper la impotencia y la desesperación, y reconstruir comunidades rotas, voluntades desechas y esperanzas apagadas. A nivel social, encuentran la voz y la fuerza para enfrentar la violencia más allá de sus manifestaciones, dirigiéndose a sus causas.

El encuentro es multifacético, diverso e incluyente. Trabajan en el movimiento –además de familiares de las víctimas de una violencia que toca a personas de todas las clases, razas, géneros y estados– personas solidarias, entre ellos, estudiantes, profesionistas, la academia y la ciencia, periodistas, feministas, organizaciones de derechos humanos de México y de otros países. Es un movimiento que, por enfocar su misión en este aspecto concreto que implica la defensa del valor de la vida humana, acaba abriendo su base entre todos los sectores, regiones y diversidades.

La Sexta Brigada Nacional de Búsqueda de personas Desaparecidas llevó a cabo su trabajo en el estado de Morelos entre 9 y 23 de octubre. En 2021, México fue duramente golpeado por la pandemia y la tercera ola que inició a principios de junio llenó los hospitales y generó más contagios, aunque menos muertes. La brigada fue programada para inciar el 16 de agosto, después de meses de planeación. Fue suspendida por seguridad.

Mientras esperaban las condiciones para salir a buscar, la violencia y las desapariciones no se suspendieron —seguían entre 20 y 60 al día según los (sub)registros oficiales. Las familias decían que estaban entre dos pandemias —la COVID-19 y la pandemia de las desapariciones. Cuando el riesgo bajó en el estado, por fin salieron —con pico y pala y mascarilla. Todas las actividades de la Brigada contaban con protocolos especiales para la crisis sanitaria y modificaron sus métodos de trabajo, porque en un mundo de múltiples crises, el trabajo contra la inseguridad tiene que ser lo más seguro posible.

Desde sus inicios en el 2016, la Brigada ha crecido de siete colectivos a 164 colectivos de 27 estados de la república que participaron en la búsqueda en Morelos. En la VI Brigada encontraron once puntos de inhumación clandestina, varios hallazgos de restos óseos, y vigilaron el procesamiento de fosas irregulares del estado en los lugares emblemáticos de Tetelcingo y Jojutla, donde, gracias a las familias, las autoridades empezaron trabajos de exhumación de docenas de cuerpos enterrados en fosas comunes, en algunos casos sin el más mínimo esfuerzo por identificarlos antes. La mayor parte fue encontrada en Yecapixtla, una mina abandonada y convertida, según los familiares que encontraron, ropa, huesos y otros indicios, en “un campo de exterminio.” Ahí trajeron una excavadora que rascó unas anchas calas en la superficie mientras las familias, la gran mayoría mujeres, revisaban la tierra en busca de señales de sus hijos e hijas.

Tras los años, la Brigada Nacional de Búsqueda ha desarrollado un modelo que llaman “búsqueda integral”, que este año fue conformado por seis ejes: búsqueda en campo, trabajo en escuelas, trabajo con iglesias y comunidades de fe, búsqueda en vida, identificación forense, y sensibilización de autoridades, generando espacios “de escucha, lucha y memoria.” El cofundador, Juan Carlos Trujillo lo describió como un esfuerzo por reconstruir el tejido social dañado y “un proceso de humanización y reflexión en las comunidades… para soñar un país diferente.”

En el trabajo con las iglesias, encuentran aliados y crean espacios de acompañamiento, para “romper el silencio” y escuchar las voces de las mujeres que comparten sus testimonios, generando empatías y solidaridades, como dice Noé Amezcua, del eje de Iglesias.

En escuelas, trabajan con la juventud haciendo entender que la desaparición es un crimen de lesa humanidad que lastima a toda la sociedad, y para construir comunidades fuertes entre las nuevas generaciones para prevenir este crimen, como informa Andrés Hirsch del eje de Escuelas. Trabajan mucho con expresiones culturales.

El eje de identificación forense monitorea el manejo y el proceso de identificación de los restos humanos para destrabar lo que ha sido un cuello de botella en el retorno de las personas a casa. En búsqueda en vida visitan a las cárceles y otros lugares para ver si allá se encuentran personas que no han podido comunicarse con sus familias.

El modelo, la forma de trabajar y las búsquedas nacionales y locales, surgen de un movimiento autónomo. Dicen: “es un modelo de búsqueda y un ejercicio de autonomía por parte de colectivos de familiares para realizar tareas de búsqueda ciudadana de personas desaparecidas”. Hoy en día, el movimiento de familiares es uno de los movimiento autónomos más fuertes —tanto en términos numéricos como política y socialmente— en México. Colabora con las autoridades cuando es posible y necesario, denuncia cuando es pertinente, exige que los distintos niveles de gobierno hagan su trabajo de proteger y garantizar los derechos básicos, pero no deja de salir a buscar y organizarse con sus propios esfuerzos.

También es autogestionado. A través de apoyos estatales marcados por la ley pero mayoritariamento por donativos solidarios, algunas organizaciones fraternas, aportaciones de las familias, el crowdfunding (financiación colectiva por internet), y donativos en especie, las brigadas han podido movilizar a cientos de personas. En el camino, fortalecen y consolidan los colectivos locales y a la red nacional. Aun más importante, fortalece a las familias, las madres, que viven el dolor profundo de la pérdida de un hijo, una hija, sin saber su paradero ni su destino.

En Morelos, los colectivos son relativamente nuevos, pero la desaparicion en el estado es un hecho desde hace más de una década. Existía una demanda acumulada, una necesidad, como dice María Herrera, madre de cuatro hijos desparecidos y cofundadora del movimeinto, de llevar a cabo la búsqueda en el estado. Sabían que sus tierras escondían tragedias.

La VI Brigada Nacional de Búsqueda fue un paso adelante en la construcción de poder popular, además de los hallazgos y avances que tuvo en encontrar a seres queridos y consolidar los colectivos locales y la organización nacional. Durante las dos semanas de trabajo en el estado de Morelos, visibilizaron la crisis de la violencia que sigue en el país, sin los tapujos oficialistas que pretenden minimizar los hechos. Quizás las nuevas estrategias funcionen al largo plazo, pero la realidad ahora es que las comunidades donde trabaja la Brigada enfrenten el terror y el dolor, en un país en que no solo se han acumulado 92 mil personas desaparecidas, sino que siguen desapareciendo todos los días. Cualquier estrategia tiene que partir de esta realidad.

Fueron políticas publicas las que causaron esta pesadilla, sin embargo, claramente es el pueblo organizado el único capaz de pararla. El fenómeno de la desaparición forzada masiva emergió con la “guerra contra las drogas” de Felipe Calderón, desatando dinámicas complejas de violencias que se profundizaron con el despliegue de las fuerzas armadas supuestamente para controlarlas. Los enfrentamientos, las venganzas, las rivalidades, la protección para unos y ataques frontales a otros han creado una crisis tan arraigada que ningún cambio puede producir una mejoría inmediata.

Para las familias, la solución está en acercarse a las comunidades y buscar y encontrar juntas; tejer alianzas; no enfrentar a los poderes violentos con violencia, sino con la construcción de paz, una paz que privilegie a las vidas humanas por encima de la institucionalidad del Estado.

Laura Carlsen es Directora del Programa de las Américas, AMERICAS:ORG y columnista de Desinformémonos. Esta columna fue publicado originalmente en desinformémonos el 3 de noviembre aquí

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