En México, es necesario hablar más de justicia y menos de paz

Diapositiva07El Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, a la vez que aportó importantes procesos para México –como la aparición de las víctimas de la guerra como sujetos, su dignificación y la movilización de enormes sectores de la sociedad- tiene algunos pendientes a tres años de su nacimiento, como la necesidad de la desobediencia civil para lograr avances en la aparición de desaparecidos, justicia para los muertos y el cambio del modelo de seguridad militarizada ante un Estado cada vez más delictivo e impune, considera Pietro Ameglio, activista del Movimiento y promotor de la resistencia civil no violenta.

Ameglio denuncia que en México, a pesar de las movilizaciones y diálogos con los poderes logrados por el MPJD, aumentó la intensidad de la violencia y el gobierno se dedicó a simular soluciones. Acepta que al movimiento le faltó saber cómo articularse con los pueblos indios, señala que hay otros actores en el escenario civil y agrega que no le toca al Movimiento por la Paz encabezar nada, “sino sumarse”.

La aparición de siete jóvenes ejecutados en Temixco, Morelos, el 28 de marzo de 2011, detonó el surgimiento del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD) –encabezado entonces por el poeta Javier Sicilia, padre de uno de los asesinados. La figura del intelectual, con sus infaltables sombrero y chaleco caquis, encabezó una marcha a pie desde Cuernavaca, Morelos, hasta la capital de México, bajo el grito “estamos hasta la madre”; lideró tres caravanas multitudinarias (al norte y sur de México, y otra a Estados Unidos) en las que de boca de los familiares de víctimas, se relataron los horrores de la llamada “guerra contra el narco”, emprendida por el entonces presidente Felipe Calderón; y un diálogo con los poderes políticos, entre decenas de acciones más.

El partido en el poder federal cambió (ahora gobierna de nueva cuenta, después de una pausa de 12 años, el Partido Revolucionario Institucional) y el Movimiento sigue su andar. El 28 de marzo realizará cambio de nombres de calles (de conocidos represores a nombres de víctimas de la guerra); inaugurará una exposición en el Museo de la Memoria y la Tolerancia, en la Ciudad de México, e iniciará un ciclo de talleres y conferencias para mayo y junio.

Pietro Ameglio, en entrevista con Desinformémonos, hace un balance de los tres años del movimiento, de sus aportaciones y de sus “talones de Aquiles”.

México en 2011 y en 2014

Pietro Ameglio, destacado activista del Movimiento, señala que desde 2011 se han vivido en México tres gritos de indignación moral masivos, “conectados con el grito de 1994 del Ya Basta, que es realmente el inicio de esta nueva etapa de resistencia civil”.

El primer grito fue el 28 de marzo del 2011, con el “Estamos hasta la madre” de Javier Sicilia, que fue seguido por un número muy grande de víctimas en todo México. Ellas logran “visibilizar el horror de la guerra que estamos viviendo, dignificar a las víctimas en su identidad social e historia particular, y romper la normalización de lo inhumano de este modelo de paz armada”, resume el académico.

ameglio2En el año 2012, el segundo grito –también masivo pero relacionado más con la política, los medios de comunicación y la democracia, distingue Ameglio- lo dio el movimiento #YoSoy132, que “aparte de ser un gran estallido de deseos de democracia, de participación de los jóvenes y de no dar por descontada la manipulación de un proceso electoral, es también una forma de dar la cara”. Ameglio evoca el cuento del Subcomandante Marcos sobre el león que mata mirando. “Ellos enfrentan a la autoridad, logran mirarla a los ojos y decirles, estamos hasta la madre de su manipulación y ya basta de imponer presidentes y formas de hacer política”.

Desde inicios de 2013 se registra un tercer grito, el de las autodefensas michoacanas, ubica el integrante de Serpaj. “El doctor Mireles, en una entrevista que le hace José Gil en la revista Proceso, dice Ya No”, recuerda Ameglio. Esta afirmación del Ya no, considera el académico, viene en parte de que un sector de la sociedad –clase media, pero también pobres- aprendió que en el camino de presionar a la autoridad y esperar a que actúe no se avanza mucho, “y ante el nivel de inhumanidad y agresión violenta dicen ya no e instalan la autodefensa armada. Se dan cuenta de que para vivir humanamente en su territorio no es suficiente pedir a las autoridades que actúen, e instalan un poder paralelo en su territorialidad sin pedir permiso”.

Para Ameglio, las autodefensas entienden desde su territorio que México no se trata de un Estado fallido, sino de un Estado delictivo y profundamente activo en la guerra de bandas por controlar la mercancía ilegal y los territorios y cuerpos. “En cada bando hay parte del Estado en todos sus niveles, empresarios, delincuencia organizada, fuerzas armadas y policiales y sociedad civil, directa o indirectamente involucrada”, explica.

El activista remarca que no se trata de quitar valor a la plataforma de víctimas, pero resalta que el principio de realidad en el país cambió pues no pararon la impunidad ni la simulación, y aumentó el delito (homicidio, desaparición, derecho de piso, secuestros) a niveles impresionantes. “No es que los grupos quieran ejercer formas de violencia, pero no es fácil encontrar otro camino para decir el Ya Basta y luego organizar la reconstrucción del tejido social. De algún modo, pasamos del Hasta la Madre al Ya No”.

El valor del Movimiento por la Paz

Pietro Ameglio valora que el proceso del MPJD es muy importante, pues hizo emerger a nivel nacional la claridad de que estamos en una guerra “con hechos sociales brutales”. Esta guerra, distingue el académico, tiene que ver tanto con el exterminio masivo (en cifras oficiales, 85 mil muertos en 4 años y 27 mil desaparecidos al 2012) como con el “brutal” exterminio selectivo de activistas sociales, defensores del territorio y líderes sociales: a fines del 2013, en Guerrero fueron asesinados cerca de 20 activistas sociales, ejemplifica.

En México, el delito organizado genera más de 600 mil empleos directos, de acuerdo con un informe del doctor José Luis Calva, del Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, y las actividades criminales tocan a todas las clases sociales y son ya un modo de vida, agrega Ameglio.

“El MPJD, sobre todo al inicio –en las caravanas y caminatas- visibilizó todo este proceso de guerra civil, dignificó a las víctimas y demostró que no tenían ninguna relación con el tema de la delincuencia, sino que fueron víctima de la impunidad y del delito organizado al que el Estado se asoció”, explica.

“Se desenmascaró la complicidad del Estado y que el modelo de la paz armada en seguridad pública es una trampa total, que lo que hace es aumentar la violencia y la sensación de inseguridad en la gente, o sea el negocio”. Así, cuestionar el modelo de seguridad pública armada fue otra contribución importante del MPJD, abunda.

Para Ameglio, promotor de la resistencia civil no violenta, otro aporte de las movilizaciones de masas del primer año del Movimiento es que se activó una parte de la reserva moral nacional en la lucha social.

Talones de Aquiles

Pero Ameglio pasa también a la autocrítica en cuanto a las formas de acción. “Se lograron muchas movilizaciones de masas, un diálogo directo con los poderes –que tuvo más de simulación e impunidad que de logros-, pero no se pasó a la etapa que la resistencia civil no violenta exige: la no cooperación y la desobediencia civil”. El activista señala que cuando hay un nivel tan grande de impunidad y complicidad el Estado, si no se activan estas formas, la presión de las movilizaciones de masas y el diálogo no son suficientes, porque se permite que el Estado tenga márgenes de simulación y crear instituciones –como la Ley de Víctimas y Províctima- que en la práctica no operan.

“En la resistencia no violenta por vía civil, la escala de diálogo-foro- negociación-movilización de masas se demostró insuficiente para presionar al Estado”, resume.

Otra autocrítica es que el Movimiento no se logró articular con los pueblos indios y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). “A partir de la caravana del sur (septiembre de 2011), se visibilizaron de una forma muy clara dos tipos de víctimas, igualmente dramáticas: las víctimas individuales (asesinados, desaparecidos, desplazados y extorsionados) y las víctimas colectivas, los pueblos campesinos e indígenas que están en guerra por su territorio, recursos naturales y cultura”.

Ameglio resalta que los pueblos indios y el EZLN fueron muy generosos en su ofrecimiento de articulación con las víctimas, “pero hubo dificultades de entendimiento, sobre todo internas. Hay que asumir como movimiento que hubo dificultades culturales para entender la dinámica de los pueblos indios, y se perdió la gran oportunidad de crear realmente un movimiento nacional de masas organizadas, con toma de conciencia como sujetos sociales, con los pueblos indios, que son los que por lejos tienen en el país las formas de luchas más claras y avanzadas de resistencia civil”.

El Movimiento para México y los nuevos actores

El Movimiento por la Paz tiene hoy una carga pública de fuerza moral, radicada en mucho en el liderazgo de las víctimas y de Javier Sicilia, considera Ameglio, quien estuvo desde el primer momento en las movilizaciones. “Tiene una carga mediática de dignidad, de valor y de enfrentar a la autoridad. Para los familiares de víctimas, esa fuerza moral –que se construyó sobre todo en el primer año, al que yo distinguiría muy bien de los otros dos- los acompaña ante el Estado, y a nivel nacional e internacional”, abunda.

Otro efecto positivo de este movimiento es que se multiplicaron y empoderaron las organizaciones de familiares de víctimas, con inspiración en el MPJD y otras organizaciones, como FUNDEEM, agrega el entrevistado. Reitera que hubo un estancamiento en la reflexión de las formas de lucha, pues “si no pasas a formas de desobediencia civil, las movilizaciones de masas y el diálogo con autoridades no serán suficientes para presionar a la autoridad en la aparición de desaparecidos, justicia para los muertos y cambio del modelo de militarización y de guerra en la seguridad pública”. Sin embargo, precisa, no es debe ser exclusiva del MPJD esta tarea, y tampoco le toca encabezar nada, sino sumarse.

Ante un “Estado delictivo”, Ameglio considera que los sujetos de avanzada, desde 1994, son los pueblos indios y campesinos organizados en el zapatismo, el Congreso Nacional Indígena, y la Policía Comunitaria de Guerrero, entre otros. “Ellos son los que tienen el modelo de hacia dónde caminar en defensa de territorios, de una economía solidaria, autosuficiente, integrada regionalmente, autónoma, de educación y salud en manos del pueblo. Ojalá que logren articularse y articularnos, sobre todo donde tenemos más problemas que es en los sectores urbanos –el Movimiento representa en mucho una lucha urbana y no fue posible integrarla con la rural y campesino- indígena”.

Otro actor importante serán los familiares de víctimas, indica el activista, que pasaron de un gran dolor, encierro y terror a ser actores sociales públicos con gran valor y dignidad: “Son leones luchando como pueden por buscar la verdad y la justicia”.

“Lo que es un escándalo es el tema de los partidos políticos”, exclama. Denuncia que hicieron una simulación de lucha contra la reforma petrolera, diciendo que por realizar tres marchas al Zócalo resistieron a una campaña de transnacionales a nivel mundial. “Yo rescataría con ellos la frase de Argentina: Que se vayan todos”, lanza. Para la sociedad, agrega, lo sucedido debe llevar a la reflexión de que por el camino de la negociación con la clase política “no vamos a avanzar”.

Memoria y justicia, justicia y memoria

Ameglio llama a recordar a las víctimas directas que tiene el MPJD, que “es una tarea que hay que empujar siempre, pidiendo verdad y justicia”. Los enumera de memoria: Pedro Leyva, comunero nahua de Ostula, asesinado el 6 de octubre de 2011 –él iba a participar en el diálogo con Calderón del 14 de octubre-; Trinidad de la Cruz, también de Ostula, secuestrado y posteriormente ejecutado el 6 de diciembre del 2011, dentro de una misión de acompañamiento de derechos humanos del Movimiento; ese mismo día fueron desaparecidos en Petatlán, Guerrero, Eva Alarcón y Marcial Bautista, de la Organización de Campesinos Ecologistas de la Sierra del Sur; en el municipio autónomo purhépecha de Cherán, muy unido al Movimiento desde el inicio, murieron varios comuneros en esta época: “Los últimos fueron Urbano Macías y Guadalupe Jerónimo”, recuerda el activista.

“El 22 de octubre de 2012 fueron arteramente asesinados en Chihuahua dos fundadores del Barzón, Ismael Solorio y Manuela Solís, que estuvieron en la primera caminata del Cuernavaca al DF, cuando inició el movimiento”. Ameglio cierra la lista con quien considera la persona más entrañable para muchos, Nepomuceno Moreno, asesinado el 26 de noviembre del 2011 en pleno centro de Hermosillo, a las 12 del día. “Fue un hombre absolutamente ejemplar para la historia de México, que siempre dio todo e instaba a caminar hacia adelante por la justicia no sólo de su hijo, sino de todos los hijos y familiares”.

“En estos casos no hay verdad ni justicia al día de hoy, y se trata de víctimas directas que estaban profundamente activas dentro del movimiento”, lamenta. “Si no se reivindica a estas víctimas, no se puede hablar de dignidad en el movimiento”.

“En el Movimiento, en la etapa actual, se habla mucho del proceso de memoria, pero antes de eso se necesita hablar de la verdad y la justicia”, refiera Ameglio. Explica que se trata de que todos los mexicanos sepan cómo se constituyó la guerra, cómo desapareció la gente, cómo se construyó la extorsión, el derecho de piso y la desaparición. “Eso deriva en un proceso de memoria, pero si no se empieza a hablar de verdad y a pedir justicia, la memoria –en parte por la manipulación oficial- queda a nivel de símbolos y monumentos, no de acciones de justicia y verdad”.

Esta ha sido una dificultad del movimiento, agrega. “La autoridad ha ejercido una gran simulación y presión, por eso yo diría que en el país lo que hay que hacer es hablar mucho menos de paz y mucho más de justicia. Es una de las lecciones del movimiento ahora”.

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