Organizaciones indígenas, campesinas rechazan los proyectos del mercado sobre el calentamiento global

La Conferencia Climática de la ONU (COP 16) en Cancún resultó ser anti-climáctica y anti-climática.

No hay un acuerdo importante para detener el calentamiento global esta semana, a pesar de la edición de una cantidad de nuevos estudios que muestran que el fenómeno está avanzando más rápidamente que lo esperado, con consecuencias letales.

Se dieron anuncios de progresos en proyectos para permitir que las industrias y naciones contaminantes continúen con sus negocios como de costumbre, y amplían otra área lucrativa a sus portafolios: el comercio en emisiones de carbono y créditos.

En muchos sentidos es el peor de los casos el planeta. La mayoría de los negociadores parecen coincidir en abandonar o posponer el objetio esencial de ejercer controles obligatorios de las emisiones, al tiempo que promueven mercados para el intercambio global de permisos para contaminar.

En vez de comprometerse a este ataque masivo sobre nuestros futuros de una vez, los representantes de 192 naciones reunidos en este balneario se esfuerzaron en posponer decisiones importantes hasta el año próximo en Sud Africa. Aquí en Cancún, anunciaron avances en incentivos basados en el mercado como la propuesta de la ONU sobre Reducción de Emisiones para Deforestación y Degradación de Bosques (REDD) y los Mecanismos de Desarrollo Limpio (CDM) del Protocolo de Kyoto.

Ambos permiten a los contaminantes países desarrollados usar tierras campesinas e indígenas para emprender proyectos en países en vías de desarrollo para desplazar los efectos de la constante contaminación. En la negociación, no sólo los contaminadores evitan tener que reducir sus emisiones a nevels aceptables, sino que los contratos de manejo de tierras que verifican las reducciones típicamente quitan a las comunidades tradicionales sus derechos sobre el uso de las tierras (redefinidas como sumideros de carbono) que han preservado por milenios.

Una marcha contra las “falsas soluciones”

El 7 de diciembre miles de miembros de organizaciones de base se presentaron para hacer una marcha desde el centro de la ciudad de Cancún hacia el hotel de lujo altamente reguardado, el Moon Palace, donde los delegados se reunían para discutir una respuesta al cambio climático. Cientos de policias se pusieron de guardia detrás de una barrera metálica policial, impidiendo que la marcha se aproximara al centro de poder.

Para los que marchaban – La Vía Campesina Internacional de pequeños granjeros, la Asamblea Nacional de Afectados Ambientalmente, la Red Indígena Ambiental (IEN), Amigos de la Tierra, y otros grupos — la confrontación decisiva en Cancún es sobre impedir un enfoque con base mercantil sobre el calentamiento global. Tristemente, nadie que vino a estas reuniones esperaba algún progreso sobre el problema urgente de control de emisiones.

Las organizaciones de campesinos e indígenas de las Amérias que se manifestaron el martes sostienen que los proyectos del mercado sobre el carbono hacen un uso cínico de la crisis del calentamiento global para lanzar una ofensiva sobre sus territorios. Dallas Goldtooth, un miembro Diné-Dakota del IEN, que portaba un enorme estandarte que decía “No REDD”, dijo que estos planes representan la mayor amenaza de las negociaciones del COP 16. “Es el principal objetivo de los negociadores ahora. Estamos aquí para marchar y crear una estrategia para asegurarnos que eso no ocurra”.

Miembros de las organizaciones sociales mexicanas e internacionales caminaron con sus zapatos desgastados, en hileras disciplinadas por contingentes. Campesinos e indígenas pobres de todas las regiones del país, están acostumbrados a las movilizaciones. Las calles son generalmente el único foro abierto a ellos.

Cancún no es la excepción, ya que las negociaciones sobre el calentamiento global han sido marcadas por un acceso excesivamente restringido y la exclusión de la sociedad civil. Sus estandartes proclaman: “No REDD”, “Nuestros Bosques no son Sólo Sumideros para el Carbono”, “Todos Somos de Maíz – No a los Transgénicos”, “No a las Falsas Soluciones”, “La agricultura Pequeña y Mediana es la Solución”, y “Nosotros Defendemos a la Madre Tierra”.

Además de REDD y otros planes para dar créditos por carbono, las “falsas soluciones” a las que se oponen las organizaciones de base incluyen la geo-ingeniería, las semillas genéticamente modificadas, las plantaciones de árboles de monocultivo y los agrocombustibles.

Al leer los letreros y escuchar a los y las que marchan por ls calles de Cancún, uno se da cuenta de la distancia entre el Moon Palace (Palacio de la Luna) – “lejos del planeta Tierra”, dijo ocurrentemente un crítico—y las comunidades de los que protestan. La filosofía de los marchantes sobre la relación de los seres humanos con el planeta en que vivimos proviene de sus propias experiencias y culturas. Las suyas son manos que trabajan la tierra, sus ojos miden diario las lluvias en la forma en que otros vigilan los altibajos del Dow Jones.

Para ellos, el planeta no es simplemente la fuente de recursos explotables para la producción y el consumo. Ellos vienen de culturas que ven al planeta como a una Madre; para ellos, “Madre Tierra” no es una frase “New Age” – es la raíz de sus culturas basadas en la tierra.

Mickey Mc Coy viene del pueblo de Inez, Kentucky, de 600 habitantes. Un barbado veterano de muchas batallas contra las minerías de carbón, su familia ha vivido en los Montes Apalaches por generaciones. La remoción de las cimas de las montañas ha destruido el medio ambiente y producido una epidemia de cáncer en su pueblo.

McCoy muestra con orgullo su camiseta roja y explica el lema de resistencia en los montes de Kentucky que trae imprenta en la espalda: “Lo que le hacemos a la tierra, se lo hacemos a la gente”. Una mujer quechua, boliviana, vestida con la tradicional montera (sombrero) y colorida pollera (falda), mueve su cabeza con aprobación cuando le traducen la frase.

Sean de Bolivia o de Kentucky, lo que tienen en común y lo que los ha reunido en Cancún es ese lazo con la tierra y un gran sentido de urgencia. El cambio climático es sólo una entre muchas otras amenazas ambientales que enfrentan en sus comunidades – desde la minería, la construcción de represas, la contaminación industrial. Ellos explican que todas estas amenazas se remontan a un sistema que extrae para la ganancia de unos pocos y deja consecuencias desastrosas para muchos.

Soluciones reales desde el principio

La fuerza de la marcha en Cancún no puede medirse sólo en números. Los lazos forjados en el Foro Global Alternativo por la Vida, la Justicia Ambeintal y Social, donde miles de personas de todas partes del mundo acampan durante la semana, constituye la mejor esperanza que tienen los y las ciudadanos para modificar el cambio climático.

Agricultores indígenas que hablan poco español explican el cambio climático con fluidez. Ellos comprenden intuitivamente las conexiones entre emisiones de gases de efecto invernadero y otras amenazas ambientales para sus comunidades, que surgen de la insistencia de las corporaciones en explotar a la tierra en búsqeda de obtener mayores ganancias.

Rafael Alegría, un líder hondureño de La Vía Campesina cuenta a la gente que la primer tarea es rectificar la relación entre la tierra y los seres humanos. El conocimiento y sabiduría de la gente, especialmente de los indígenas, debería ser la base para restaurar la armonía y el equilibrio, dice.

Las personas reunidas en el campamento campesino e indígena está de acuerdo. Ellos han venido a protestar, pero también a demandar que los líderes mundiales escuchen las solucione que ofrecen ellos y ellas, que apoyen la agroecología y las prácticas agrícolas tradiciones que han probado ser efectivas en mantener la sostentabilidad tras siglos.

Olviden el estereotipo de los medios masivos de comunicación de tildar a esta gente de “globalfóbicos” violentos. No están aquí para destruir, lo que quieren es la oportunidad de construir un mundo nuevo, un mundo que deja algo para sus hijos y nietos. Miles de hombres y mujeres están diciendo: “Nosotros tenemos soluciones”.

El slogan de la marcha lo resume: “Los campesinos e indígenas enfríamos el planeta”. Muchos estudios científicos los respaldan. Las prácticas de cultivos en pequeña escala convierten a la agricultura en una actividad que absorbe el carbono, invirtiendo el rol actual de la agricultura industrial como gran contribuyente al calentamiento global. Consumir alimentos locales de cada estación, producir comida en forma orgánica, restaurar material orgánico al suelo–todo contribuye a detener el cambio climático. En este sentido, proteger la forma de vida del campesino/indígena es proteger el planeta, y viceversa.

Maniobras diplomáticas

Un informe del Programa Ambiental de la ONU emitido esta semana muestra al calentamiento global avanzando rápidamente. El informe hacía notar que el número de personas afectadas por sucesos climáticos extremos en Latinoamérica y el Caribe, incluyendo altas temperaturas, incendios forestales, sequías, tormentas e inndaciones, creció desde 5 millones en la década de 1970 a más de 40 millones entre el 2000 y el 2009.

Pero, mientras los campesinos marchaban, los negociadores—como Nerón cuando Roma ardía–tocaban el violín.

El Secretario General de la ONU, Ban Ki Moon reconoció formalmente la urgencia de la situación y los esfuerzos no efectivos de los negociadores. “Estoy hondamente preocupado porque nuestros esfuerzos han sido hasta ahora insuficientes”, dijo el 7 de diciembre. “La Naturaleza no esperará mientras negociamos. La ciencia nos advierte que la ventana de oportunidad para prevenir el cambio incontrolado del clima pronto se cerrará”.

Las exhortaciones de Ban pueden tener poco peso. Los rumores sugieren que hay un ataque planeado sobre toda la estructura de un compromiso multilateral aleatorio. Aunque las presentes conversaciones supuestamente salvaron el proceso para extender y profundizar el Protocolo de Kyoto de 1997, el gobierno de Estados Unidos empujó para que fuera formalizdo el mucho más débil Acuerdo de Copenhaguen—una medida para salvar las apariencias con casi ningún compromiso aleatorio que resultó del fallido COP 15 y que fue apoyado por sólo un puñado de países.

Los cables de Wikileaks demuestran que el gobierno de Estados Unidos ha estado ejerciendo fuertes presiones desde Copenhagen para que compren el acuerdo voluntario en reemplazo del Protocolo de Kyoto, que no ha firmado.

El Presidente de Amigos de la Tierra Internacional, Nnimmo Bassey, advirtió sobre las consecuencias. “Reemplazar el Protocolo de Kyoto por un sistema basado en promesas dejaría all margen 20 años de negociaciones multilaterales y devastaría al clima y a los habitantes del mundo”.

El resultado es injusto e inaceptable. Las investigaciones de UNEP estiman que el Acuerdo podría resultar en un calentamiento de hasta cinco grados – un nivel que tendría drásticos efectos sobre el planeta y sus formas de vida.

Un nuevo paradigma climático

En la marcha del día 7, Pablo Solon, el Embajador Boliviano ante la ONU, abandonó las negociaciones oficiales para salir a hablar y unirse a las organizaciones de base. El dijo a los manifestantes: “La batalla en las calles es tan importante como la batalla en el Moon Palace”. Solon hizo notar que por primera vez en conversaciones de la COP se ha establecido una alianza estratégica entre los que protestan afuera y los delegados de adentro, basada en el proceso sin precedentes de forjar un consenso global en Bolivia durante la Conferencia de los Pueblos sobre Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra, el pasado mes de abril.

Según Solon, la introducción del concepto de “los derechos de la naturaleza” representa un enorme cambio en el debate y confronta directamente las tentativas de comercializar la crisis. Combinado con un reconocimiento completo de los derechos de los pueblos indígenas, esta perspectiva basada en derechos empuja a las naciones a responder a la crisis con profundas reformas, no con arreglos tecnológicos o mercantiles.

El agregó que 300.000 personas mueren anualmente por causas relacionadas con el cambio climático. Bolivia ha propuesto la creación de un Tribunal Internacional de Justicia Climática para indigar responsabilidades legales y morales por los desastres que ocurren en todo el mundo.

Unas 20 jefes de Estado tomaron parte en los últimos días de la conferencia – muchos menos que en Copenhagen. Los Presidentes de países poderosos desarrollados, incluyendo los Estados Unidos, no fueron a Cancún. Su ausencia reflejó y contribuyó a las bajas expectativas para esta reunión.

La conferencia de Cancún ha acumulado una huella de carbono de 25.000 toneladas y un lugar en la historia como la conferencia de relleno sobre el cambio climático – una escala tropical entre las fracasadas conversaciones de Copenhagen y la ronda del año próximo en Durban. Si no fuera por la crítica batalla sobre los mercados de carbono, y la solidaridad que se forjó entre las organizaciones sociales. parecería tener poca justificación su existencia.

Comparado con las opacas conversaciones oficiales, un rayo de esperanza surge de los y las que marcharon en las calles. No son sólo estandartes los que ellos llevan. Ellos llevan el mensaje que el mundo urgentemente necesita: nuevas formas de ver y tratar a la tierra. Se han reunido y conocido en Cancún para insistir en que los intereses económicos de las elites deben dar paso a soluciones sostenibles, en pequeña escala, para enfrentar la crisis del cambio climático.

Estos son mensajes capaces de llevarnos al futuro, formas luminosas de reclamar por nuestro planeta severamente amenazado.

Laura Carlsen es directora del Programa de las Américas del Center for International Policy en www.americas.org.

Traductor: María Luisa Etchart

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