Sobrevivir ante la injusticia

Te oigo mal, papá. No te pongas así, pronto te voy a ir a ver –fue lo último que César Manuel González Hernández,El Panotla, le dijo a su papá, el viernes 26 de septiembre, tres horas antes de partir a Iguala para no volver jamás.

En esa plática telefónica, el normalista de Huamantla supo que su viejo tenía fiebre tifoidea. Eso le preocupó. El tono de voz de su viejo no era el que acostumbraba escuchar; sin embargo, eso no impidió acompañar a sus compañeros a las actividades de lucha quepelones (alumnos de nuevo ingreso) realizan cada año en la Normal de Ayotzinapa.

Enfermo aún, don Mario se trasladó de Huamantla, Tlaxcala, a la Normal de Ayotzinapa el sábado 27 de septiembre, y desde ese día ha recorrido el país en busca de su hijo. Se reunió en varias ocasiones con el procurador de la República y con el propio presidente de México, sin tener respuesta.

Despedido de su trabajo y con deudas, don Mario se propuso quedarse en la Normal de Ayotzinapa para acompañar a otros 42 padres de familias que sufren el mismo viacrucis: la burocracia y la indolencia del Estado.

En ese andar, pisó universidades, hospitales, cárceles, cuarteles militares para preguntar por su hijo. En su recorrido encontró desprecio del gobierno a su dolor, además de un rosario de represiones que les tocó vivir en carne propia. En esa lucha aprendió lo que nunca antes se imaginó. La violencia del Estado para imponerse ante la demanda de la presentación con vida de los 43 estudiantes normalistas.

No todo fue amargura para don Mario y su Esposa Hilda Hernández en esetrajinar, también encontraron cobijo en la voz del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), del Congreso Nacional Indígena (CNI), de los universitarios, normalistas, amas de casas, médicos, sacerdotes, monjas, maestros e intelectuales que salieron a la calle para acompañar en su dolor a los padres de los desaparecidos.

El 14 de diciembrede 2014, don Mario recibió una llamada a su celular. Un normalista lo alertó de que la policía federal desalojó a sus compañeros cuando preparaban el escenario para el concierto en apoyo a Ayotzinapa, donde se debía presentar la banda Panteón Rococó.

En esa agresión, el papá dePanotla salió con lesiones en la cabeza. Una segunda agresión fue en enero; ahí, dice Mario González, sintió lo que su hijo César González sintió cuando lo persiguieron los policías en Iguala el 26 de septiembre.

El miércoles 29 de octubre, al salir de los Pinos, don Mario César González reclamó la forma en la que se había realizado la reunión con el presidente Peña Nieto. “¿Cómo es posible que nos vayamos sin ninguna respuesta concreta, qué otra vez firmemos lo que ya firmamos, que no le digamos que no hizo nada por nuestros hijos cuando los policías se los llevaron y que todavía nos venga a decir que no sabe dónde están?”, preguntó. Luego soltó: “¡Ya basta de tantas reuniones! ¡Ya nos cansamos de tanto engaño! No podemos permitir que después de un mes nos salgan con lo mismo”.

El tlaxcalteca dice su hijo César Manuel, de 22 años, está vivo, pero el gobierno no ha hecho nada por encontrarlo con vida. Para no morir de tristeza don Mario se refugia por las noches en el patio del corredor del internado para fumar varios cigarros. Sólo evita pasar horas en su cama, pensando en el sufrimiento de su hijo.

Así han transcurrido casi cuatro años desde que El Panotla desapareció y don Mario no ha vuelto escuchar más la voz de su hijo, quien cambió de actitud desde que llegó a la Normal de Ayotzinapa, de donde salió el 26 de septiembre para no volver jamás.

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