Argentina: la tranquila marcha a octubre

Por Diego González

El 50 por ciento de los votos que Cristina Fernández obtuvo en las elecciones primarias del pasado 14 de agosto sorprendió a propios y extraños. Si bien las encuestas auguraban un triunfo del oficialismo, en las últimas semanas los golpes habían sido varios y contundentes. Lo cierto es que la enorme participación popular y la abismal diferencia que sacó la presidenta del pelotón de candidatos que la persigue muy de lejos, parecieran despejar interrogantes de cara a las decisivas elecciones presidenciales del venidero 23 de octubre.

En rigor, estas elecciones resolvieron poco. Se trató tan sólo de unas primarias abiertas, obligatorias y simultáneas en las que se eligieron candidatos a presidente y vicepresidente, candidatos a los diputados nacionales que se renuevan (la mitad) y a los senadores de ocho provincias; además de los gobernadores de cuatro provincias, entre ellas Buenos Aires. Un experimento sin antecedentes en el que cada uno de los frentes políticos debieron resolver de cara a la sociedad sus diferencias internas, presentando un abanico de candidatos.

Sin embargo, nada de esto sucedió. Para el 14 de agosto, en las mesas chicas de cada alianza ya se habían resuelto todas las candidaturas. Así, las primarias carecían de sentido formal, pero no de sentido político. Es que en los hechos se trató de una gran encuesta nacional, un simulacro en el que participó más del 77 por ciento de la población a poco más de un mes de las presidenciales.

Y el triunfo de la fórmula oficialista, después de ocho años de gestión, fue arrasador. No sólo ganó en todas las provincias menos en una, sino que se alzó con la victoria en bastiones hasta hace nada furiosamente opositores. La fórmula de Cristina Kirchner y su actual ministro de Economía, Amado Boudou, no sólo obtuvo más del 50 por ciento[1], sino que confirmó que no tiene contrincante. Es que el pelotón de candidatos que la persigue quedó muy lejos de ella, pero muy cerca de las otras candidaturas opositoras.

“El empate pírrico”

La diferencia entre el segundo y el tercero fue de tan sólo 1,494 votos. Con el 12.17 por ciento, la plata fue para la fórmula de Ricardo Alfonsín (hijo del ex presidente Raúl) por la Unión Cívica Radical que, como en las presidenciales de 2007, ensayó infructuosamente una alianza con sectores disidentes del peronismo. En la vital provincia de Buenos Aires, bastión justicialista y portadora de un tercio de los votantes a nivel nacional, llevó como candidato a gobernador al empresario Francisco De Narváez, un neo-justicialista que en las legislativas de 2009 dio un batacazo y venció al indestructible Néstor Kirchner. Pero “El colorado” de Narváez esta vez no pudo repetir la osadía y, en línea con la tendencia nacional, quedó lejos del gobernador oficialista Daniel Scioli[2].

Con un 12.16, a un suspiro de Alfonsín, el bronce le corresponde a la formula oficial del PJ disidente liderada por Eduardo Duhalde, quien fue vicepresidente de Carlos Menem, luego gobernador de Buenos Aires y finalmente presidente en medio de las turbulencias y el caos que se adueñaron de la argentina a finales de 2001. Su discurso sobre el orden en una sociedad que no está en caos, su alianza anacrónica con los militares y esa convicción generalizada de que su armado se sustenta en lo más rancio del peronismo nacional lo hacen chocar una y otra vez con su bajísimo techo electoral.

Si se siguen deshojando los resultados, cuarto aparece el ex gobernador socialista de la pujante Santa Fe, Hermes Binner. Quizá sea él quien pueda sentirse tibiamente feliz con los resultados. Es el candidato con más horizonte, al que un resultado no-desastroso en octubre puede ubicarlo como un opositor sensato y aglutinante de cara a las legislativas 2013.

Por un lado, no sólo su partido, sino incluso su corriente interna siguen gobernando su provincia con una orientación política si bien opositora, ideológicamente afín a los postulados del gobierno nacional. A su vez, el hecho de ser el candidato menos conocido, le plantea la posibilidad concreta de crecer en la estima de los electores.

Quinto estuvo Alberto Rodríguez Saa, el único que puede jactarse de haberle ganado en su provincia, San Luis, a la fórmula de Fernandez – Boudou, pero que está lejos de poder debatir a nivel nacional. Sexta, ya casi caída del mapa, la otrora influyente Elisa Carrió y séptimo, después de una exitosa campaña twittera, la fórmula del troskista Frente de Izquierda que con el 2.5 por ciento logró superar el 1.5 por ciento del padrón necesario para participar en octubre.

En las presidenciales de 2003, Ricardo López Murphy salió tercero con el 16.3 por ciento de los votos. En 2007, el economista Roberto Lavagna sacó el bronce con el 16.9. En estas primarias, las principales tres fuerzas opositoras arañaron un magro 12 por ciento. Como bien razona el analista Mario Wainfeld[3], en estas elecciones se inventó involuntariamente una nueva categoría política, la del “empate pírrico”. Es que después de estas primarias pareció saldarse el debate sobre quien gobernará los destinos del país a partir de diciembre de 2011, al tiempo que se ratificó la sensación de que no existe fuerza opositora suficientemente establecida como para destronar al oficialismo.

Las razones

Para el domingo 14 el clima venía enrarecido. Luego de una serie de victorias – algunas inesperadas, otras previsibles – en diferentes provincias del país, llegaron las elecciones en la influyente Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El empresario Mauricio Macri, nuevo exponente de la derecha-soft , refrendaba su gestión repleta de baches tanto literales como ideológicos. El alfil de la casa Rosada fue Daniel Filmus, un docto sociólogo, pero sin carisma.

El triunfo del macrismo fue lapidario. El 31 de julio, en segunda vuelta, reeditando el escenario de 2007, Macri obtuvo más del 64 por ciento de los votos. El multimedio Clarín, acérrimo enemigo de la gestión Kirchner, hablaba de un “hundimiento” del gobierno. Sin embargo, a Macri lo sacudía una paradoja. Se ratificaba como gran jefe opositor, pero sin estructura nacional ni candidato presidencial.

La sucesión de golpes se continuó. El 7 de agosto tuvieron lugar las elecciones a gobernador en la provincia de Córdoba a las que el gobierno ni siquiera presentó candidato. En Santa Fe, el 24 de julio, el diputado oficialista Agustín Rossi aspiraba a destronar al socialismo en la provincia, pero salió tercero.

Si bien las grandes ciudades y particularmente estas tres provincias nunca fueron afectas al kirchnerismo, sorprendía semana a semana la contundencia de las derrotas. El espíritu triunfalismo del oficialismo se resquebrajaba. Ahora ni las encuestas, que en este último envión electoral fallaron sistemática y groseramente, servían de consuelo.

Las primarias sirvieron para ordenar las cosas. Con los votos sobre la mesa, se ratificó que Fernández de Kirchner venció en 23 de las 24 provincias y en casi todas las ciudades más pobladas. Incluso en bastiones opositores como la otrora sublevada Gualeguaychú cuando el lock out patronal de 2008, Chascomús, la patria chica del alfonsinismo y la provincia de Mendoza, bastión del vicepresidente Julio Cobos. Pero también triunfó en Santa Fe, Córdoba y la Capital, siempre hostiles al gobierno. Ni que hablar en la provincia de Buenos Aires.

Ante la contundencia, el gobierno reaccionó mesurado y la oposición no pudo más que reconocer la magnitud. De hecho, los equipos de campaña mutaron su estrategia discursiva. Ahora la prioridad gira en torno aunar voluntades – y votos – para los cargos legislativos, abanando el barco de las ejecutivas. Frenar la “hegemonía oficialista” sería su nuevo objetivo.

Lo cierto es que los números demuestran que el consenso en torno a la gestión del kirchnerismo está más fuerte que nunca. Se trata de un movimiento muy hábil no sólo en las artes de sobrevivir, sino, lo que es aún más meritorio, es muy bueno renaciendo. En 2003, la gestión de Néstor Kirchner nació huérfana de poder. Veintidos por ciento de los votos y el padrinazgo de Duhalde, su antecesor, era lo que tenía para legitimar un gobierno en un país sublevado.

Sin embargo, Kirchner supo devolverle vigor a la política, poder a la Casa Rosada y reactivar económicamente al país. En 2007, Cristina Fernández arrasó en las presidenciales, pero se decía que ella no era más que un muñeco digitado en las sombras por su marido. A poco de andar, en 2008 un impuesto a las exportaciones de soja, girasol, maíz y trigo inició la “guerra del campo” que puso en jaque al gobierno en un “clima destituyente”[4]. El golpe sería duro y se expresaría en las legislativas de 2009. En ese contexto, en lugar de retroceder gentilmente, el gobierno optó por avanzar. Y en el medio de un escenario complejo y enrarecido, el 27 de octubre murió de súbito Néstor Kichner, lo que motivó para sorpresa general un enorme y sentido velorio[5].

Las razones del triunfo son varias. Una ley de medios que desanda años de concentración, la estatización de las privadas Administradora de Fondos de Jubilaciones y Pensiones (AFJP), la asignación universal por hijo que implica un subsidio para las capas populares, la ley del matrimonio igualitario, sumadas a una baja del desempleo y a un creciente y continuo crecimiento del PBI y del consumo, explican en parte el caudal de votos obtenido en estas primarias que bañan de realismo al mapa político argentino de cara a las presidenciales del 23 de octubre.

Diego González (diegon2001@hotmail.com) es periodista independiente en Buenos Aires y analista para el Programa de las Américas. Su blog es diegofgonzalez.blogspot.com.



[1] En rigor, la fórmula oficialista obtuvo 50.07 por ciento de los votos en las PASO: http://www.primarias2011.gob.ar/paginas/paginas/dat99/DPR99999.htm

[3] http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-174606-2011-08-16.html

[4] “Clima destituyente” fue un concepto desarrollado por el Espacio Carta Abierta. Se trata de un conjunto de intelectuales argentinos reunidos en aquel marzo de 2008 en defensa del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, a partir del Paro agropecuario patronal. http://www.cartaabierta.org.ar/index.php/index.php?option=com_content&view=article&id=55:carta-abierta-1&catid=35:carta-abierta1&Itemid=55

[5] http://diegofgonzalez.blogspot.com/2010/11/nestor-kirchner-la-muerte-y-el-mito.html

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