Centroamérica: Las elecciones y la izquierda

IMG_0481Con las recientes elecciones en América Latina, vuelve el tema de los procesos electorales para la izquierda. Los resultados de las elecciones presidenciales en El Salvador y Costa Rica fueron sorpresas para las izquierdas de estos países, cada una a su manera.

En Costa Rica, la izquierda fue representado por José María Villalta, del Frente Amplio, un partido relativamente nuevo en la política tradicional de este país. Villalta fue opositor al Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos en el referéndum de 2007, y en su plan de gobierno priorizaba el combate a la pobreza y la desigualdad, y la defensa de los derechos de las mujeres, discapacitados, indígenas y la diversidad sexual, entre otros sectores. En un contexto de escándalos de corrupción entre el élite política –sobre todo en el Partido de Liberación Nacional de la presidente Laura Chinchilla–, Villalta rápidamente empezó a subir en las encuestas, hasta llegar en primer lugar en varias de ellas.  La izquierda confiaba en obtener un lugar en la segunda vuelta programada para el 9 de abril.

El día de las elecciones fue muy distinto.  Johnny Araya del oficialista Partido Liberación Nacional logró el 29.7%, y el candidato del Partido Acción Ciudadana (PAC) Luis Guillermo Solís se impuso con el 30.6%.  El 17% de Villalta lo dejó fuera. En las últimas dos semanas, los medios lanzaron una campaña de miedo contra Villalta, con ecos de la guerra fría, utilizando hasta imágenes de la hoz y el martillo junto a la imagen del candidato, y amenazando con la salida de las trasnacionales bajo un gobierno del Frente Amplio. Las iglesias entraron, acusándolo de promover el aborto, y criticando duramente su apoyo a los derechos de las parejas del mismo sexo.

En este contexto, los indecisos –más de un tercio de los votantes– se volcaron hacia la candidatura de Acción Ciudadana, rechazando la derecha pero también la opción de izquierda. Con la renuncia ahora de Araya en la segunda vuelta, Solís asumirá la presidencia, lo cual representa una incógnita en términos de hasta donde habrá cambio en el país.

En El Salvador, el candidato del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), el ex-guerrillero Salvador Sánchez Cerén, ganó la segunda vuelta de los comicios presidenciales con 50.11 por ciento de votos. El candidato del Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), Norman Quijano, obtuvo el 49.89%, es decir, una diferencia de 0.22 puntos. El ARENA ha metido recursos legales, pero hasta el Departamento del Estado de EEUU ha reconocido el triunfo del FMLN, dándolo como un hecho.

El foco rojo de esta elección ganada por la izquierda es evidentemente el margen tan estrecho de su triunfo, contra un partido que representa lo peor de la violencia estatal y represión del oscuro pasado de guerra sucia en el país. Nunca se veía como  algo fácil, pero esta diferencia es un mensaje de que los últimos  4 años de gobierno no han creado una base masiva de apoyo. Las políticas fueron más bien de centro en los últimos 4 años, sin definir un perfil claro. Además, como en Costa Rica, se lanzó una campaña de miedo fuerte, diciendo que bajo otro gobierno del FMLN el país se convertiría en “otra Venezuela”.

¿Cuáles son las lecciones de estas experiencias?

1. Las campañas de miedo en contra de las candidaturas de la izquierda son cada vez más efectivas. Basta las asociaciones con Hugo Chávez –aun difunto– y los mensajes patriarcales contra los derechos de la mujer para fortalecer un conservadurismo que prefiere el mal conocido a cualquier otra cosa. Los asesores externos de la derecha estadunidense y colombiana, entre otros, saben su negocio. No puede ser que actúen de otra manera y siempre van a tener una gran ventaja en recursos de todo tipo. Desgraciadamente, la mentira funciona, las imágenes que manipulan las inseguridades de la población que el mismo sistema ha creado son eficaces.

Lo que tenemos que preguntarnos es: ¿por qué nuestros pueblos son tan susceptibles a mensajes de miedo que ni siquiera se sustentan en los hechos? ¿Qué tipo de ciudadanía tenemos si es tan limitada la capacidad de cuestionar, la capacidad de pensamiento crítico e independiente, sin importar la ideología detrás? No es una crítica a la ciudadanía, es una llamada de atención. Allí es donde se ve el gran déficit en todos nuestros países en la educación democrática, un déficit que es resultado de los largos años de autoritarismo y de un sistema capitalista que no quiere que la gente piense. Remediar esto sigue siendo nuestra responsabilidad.

2. Algo que se sabe pero con frecuencia no se toma en cuenta adecuadamente, es el enorme poder de los medios de comunicación, controlados y aliados con la clase política y que representan los intereses empresariales. El contrapeso son las redes sociales, un espacio que en estas elecciones vuelve a comprobar el poder de las nuevas tecnologías en abrir foros independientes.

3. La economía tiene mucho que ver. En Costa Rica, y El Salvador, fue claro que la inseguridad económica es un factor clave. Los años que vienen traerán más inseguridad y como nuestros países ya dependen de la inversión extranjera el compromiso a seguir con el mismo modelo económico se convierte en una palanca política, es decir, si un candidato propone modificaciones a favor de la justicia económica empiezan las advertencias de que se va la inversión extranjera, se van los empleos y estas amenazas tienen un impacto fuerte entre empresarios y trabajadores. Es una paradoja, pero cuando el sistema económico entra en crisis, el sistema político se afianza al modelo, manipulando la inseguridad de la gente. Hay que tener mucho cuidado con este factor.

4. El fraude. En estas dos elecciones no hay denuncias importantes de fraude, pero si vemos las elecciones de noviembre en Honduras y vemos atrás las elecciones de 2012 en México, el fraude ha sido un factor importante. Las instituciones electorales son débiles para enfrentar el fraude y las prácticas ilegales, sobre todo en la compra de votos y el impacto de dinero ilícito en las campañas. La batalla para eliminar estas prácticas bajo la ley y en las campañas es difícil y las fuerzas políticas están en contra. Eso quiere decir que los procesos electorales no son y no serán en el futuro inmediato un campo de juego limpio y parejo entre las fuerzas políticas de nuestros países.

Finalmente, se ve que se ha logrado romper la hegemonía de los partidos tradicionales. En Honduras el partido LIBRE, con Xiomara Castro, llegó en segundo lugar, en un contexto con evidencias de compra de votos y represión por parte del partido oficialista. Este es un avance para abrir el debate político y es necesario presentar opciones en los procesos electorales.

Sin embargo, estas experiencias nos enseñan que a la vez y con mucho mayor esfuerzo es necesario construir otras formas de democracia mas allá de la esfera de la representación electoral–formas de democracia desde abajo, en espacios autónomos, donde el pueblo define los términos de su gobierno y su convivencia y donde la igualdad de género y la oportunidad económica son las reglas y no las excepciones. Sin la creación de estos espacios, seguiremos gastando muchos recursos y energías en contiendas desiguales que, con frecuencia, traicionan las esperanzas del pueblo.

 Laura Carlsen es directora del Programa de las Américas www.americas.org.

 Foto: CISPES

 

 

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