Estados Unidos, la pesadilla americana de los jóvenes que huyen de las pandillas

“Yo vivía en El Salvador con mi hermana. Las cosas se empezaron a poner feas, peligrosas… vivíamos en una zona asediada por pandillas y mi hermana mayor, que desde hace años dejó el país por la misma violencia decidió que era mejor sacarme de ahí y viajar a Estados Unidos antes que algo malo me pasara…”

Este es el pan de cada día que viven muchos jóvenes en El Salvador. Este joven al que llamaremos Francisco, para proteger su identidad, es solo uno de los cientos que cruzaron las fronteras para escapar de la violencia que les asecha en Centro América.

Para salvar sus vidas, ellos emprenden el camino hacia Estados Unidos. Los que logran llegar y reunirse con sus familiares se encuentran con otra realidad, diferente a la que se imaginaban y tienen que aprender a vivir en su nuevo hogar con el rechazo, la falta de empatía, más violencia y el sentimiento de no ser aceptados.

“Cuando llegamos aquí (Estados Unidos) las cosas no fueron fáciles… yo no hablaba inglés, en la escuela me discriminaban porque no hablaba inglés. Cuando intentaba hablar con otros niños salvadoreños ellos siempre me decían “I don´t speak Spanish” y eso hacía que ni me dieran ganas de ir a la escuela”, dijo Carlos, uno de los jóvenes que habló con El Programa de las Américas y que llegó a Estados Unidos hace tres años.

El “Sueño Americano” de muchos adolescentes que llegan a Estados Unidos poco a poco se convierte en una pesadilla. Muchos sufren exclusiones, persecución de pandillas, marginalización y criminalización, porque ahora el gobierno del presidente Trump los presenta como inmigrantes criminales.

“Llegué a Estados Unidos hace dos años y medio. Todo fue muy difícil para mí. Mi mamá se había casado con otro hombre y había tenido dos hijos. Yo me encontré con dos hermanos que no conocía y aquí también me vine a encontrar con pandilleros que cuando se dieron cuenta de que venía de El Salvador me empezaron a acosar”, dice Martín, otro de los jóvenes acogidos por el programa Menores No Acompañados.

El Salvador, su país de origen, no cuenta con políticas de prevención de violencia para protegerles cuando son acosados por las pandillas, Estados Unidos no tiene políticas para recibirles e incorporarlos a la nueva vida y sus familias no estaban preparadas para convivir con ellos después de estar separados por tantos años.

“La comunidad latina en Estados Unidos no tenía ningún plan para la llegada de estos jóvenes. Estos jóvenes vienen con traumas de su país. Vienen a encontrarse con una familia que no conocen, llegan a comunidades donde también hay pandillas y se encuentran con que la familia no vive como ellos creían y estos traumas no tratados que traen de su país y los nuevos traumas causados por el choque cultural que encuentran vuelven más grande el problema”, explica al Programa de las Américas, Alex Sánchez, director de Homies Unidos, organización que trabaja con jóvenes en riesgo que dejaron sus países en Centro América por la violencia.

Entre 2016 y 2017, de acuerdo a los datos oficiales de la Dirección General de Migración de El Salvador, 5,768 menores de 18 años fueron repatriados desde México y Estados Unidos. Y según las últimas cifras que presentó la administración del presidente Barack Obama el país norteamericano recibió a más de 50 mil centroamericanos menores de edad que huían de la violencia.

“Todo ha sido bien duro. Cuando empecé a ir a la escuela me sentía bien frustrado porque no hablaba inglés. Me sentía como alguien que no existía o como alguien que no tiene nada que hacer en ese lugar… el inglés me sigue costando mucho y a veces no me sentía aceptado por no hablar el idioma… todo ha sido duro, pero muchos estamos aprendiendo porque queremos tener una vida mejor”, dice Mario.

 

Perseguidos aquí y allá

Hasta febrero de este año todos los menores de 18 años que llegaban a las fronteras de Estados Unidos solos, podían pedir asilo en ese país debido a la situación de violencia que viven los países del Triángulo del Norte (Guatemala, El Salvador y Honduras).

Sin embargo, un mes después que el presidente Trump llegara a la Casa Blanca, todos estos menores que están en procesos de asilo y que continúan llegando a las fronteras estadounidenses están en un limbo legal.

Trump los ha privado de cualquier posibilidad de quedarse en Estados Unidos, firmando una medida ejecutiva que les niega cualquier petición de asilo relacionada a la crisis migratoria causada por la violencia en Centro América.

Según el presidente, una de las razones por las que firmó este programa de protección a menores, se basa en una serie de asesinatos y delitos que han cometido miembros de la pandilla MS 13, formada por jóvenes centroamericanos, en su mayoría salvadoreños, en varias ciudades de Estados Unidos.

“Trump ha encontrado su boogie man en estos jóvenes para seguir su política en ciudades que están con los inmigrantes. El presidente está atacando estas comunidades bajo la excusa que estos jóvenes son pandilleros y que vienen a hacer daño a este país”, dijo el director de Homies Unidos.

El presiente Trump ha expresado en los medios de comunicación su deseo de deportar a estos jóvenes, su fiscal general dijo recientemente en una entrevista para Fox News que están buscando que se denomine a la pandilla MS 13 como organización terrorista y con esto algunos activistas aseguran que la persecución contra migrantes indocumentados incrementará.

Mientras tanto en El Salvador, la policía y el gobierno salvadoreño, atribuyen los asesinatos, las muertes violentas y la violencia a las pandillas; pero además confirman que existen grupos formados por policías y militares que están matando a jóvenes “que tienen vínculos con pandillas”.

 

Las deportaciones afectarían a todos

La única salida que considera el gobierno de Trump ante el problema de la migración y de las personas que se mantienen en Estados Unidos sin documentos, es la deportación. Sin embargo, esta medicina puede ser más peligrosa que la enfermedad.

“De haber una deportación masiva de jóvenes en El Salvador – lo cual se puede dar como un escenario posible. Los jóvenes deportados podrían enfrentarse a un mayor riesgo dado el contexto por el que dejaron el país. Dependerá de si el riesgo que motivó su partida a los EEUU era patente o si tiene un grupo familiar que le acoja, o si tiene o no oportunidades para dedicarse a la vida productiva, de lo contrario, podría encontrar refugio en una pandilla”, explica, Saúl Baños, director de la Fundación de Estudios para la Aplicación del Derecho, FESPAD, de El Salvador.

Baños explica además que si Estados Unidos realiza deportaciones de jóvenes, sean o no sean miembros de pandillas, esto representaría otro agravante para la situación de violencia que vive El Salvador, que podría impactar también en el hacinamiento del sistema carcelario que ya se encuentra sobre poblado.

“Mi primo me quiso matar en El Salvador porque no quise meterme a la mara y meterse con las maras es meterse con el diablo para mí… es firmar una sentencia de muerte y yo aún tengo esperanzas de tener una vida mejor”, dice uno de los jóvenes migrantes.

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