Este artículo, publicado al calor de la reciente contienda por la presidencia de los Estados Unidos, cobra una trágica actualidad tras los lamentables hechos del viernes 14 de diciembre, cuando fueron asesinadas 26 personas en Connecticut, tras un ataque con armas de fuego

Es difícil comprender. Después de dos meses y cuatro casos de tiroteos que estuvieron en primer plano – comenzando con las muertes en masa en un cine en Aurora, Colorado – ni Barack Obama o Mitt Romney han dicho una palabra sobre el control de armas.

Existen varias razones por este silencio pero la más importante son tres palabras: La Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés). Los políticos estadunidenses han andado con miedo a la NRA por décadas. El ejemplo más notable fue lo sucedido durante las elecciones de 1994, cuando miembros clave del congreso perdieron sus escaños después de votar por la prohibición de armas de asalto, debido al trabajo realizado por los cuatro millones de miembros de la NRA.

Hay un problema con este primer ejemplo del poder político de la NRA: es un mito. Los miembros del congreso que se dijo perdieron su escaño en 1994 sólo fueron menos de una docena de entre los 34 demócratas titulares que fallaron en ser relegidos. Estas derrotas fueron parte de la llamada “Revolución Gingrich,”  la victoria electoral que llevó a una mayoría republicana a la Cámara de Representantes por  primera vez en 50 años, propiciando que Newt Gringrich fuera nombrado líder de ese cuerpo legislativo. Había muchos factores que se combinaron para causar la derrota de los demócratas en 1994 – el asunto de las armas era sólo uno de ellos. En primer lugar, quien propuso la prohibición de armas de asalto fue el Presidente Bill Clinton – cómodamente relecto cuando contendió para un segundo periodo en 1996.

Pero, sea mito o realidad, el papel de la NRA en las elecciones de 1994 ayudó a cimentar su reputación como grupo de presión al que ningún político debe oponerse si es que quiere mantener su puesto. También se cree que la NRA y el movimiento pro-armas controlan a los votantes en estados clave. Como en el caso de 1994, este ejemplo probablemente es exagerado, pero de cualquier manera ha inoculado el miedo en los corazones de los políticos.

Este es el contexto político en el cual Barack Obama compitió para presidente en el 2008. Aunque la plataforma demócrata de ese año incluyó algunas propuestas sobre control de armas, Obama fue cauteloso en no decir ni una palabra sobre el tema durante la campaña por temor a desatar la furia de la NRA. De cualquier manera la organización se opuso a él, pero los asesores de Obama consideran que la NRA tuvo menos influencia porque el silencio del candidato sobre el asunto de las armas le dio a la organización menos razones para movilizar su base política.

Obama se mantiene al margen del control de armas durante su primer periodo como presidente, mientras Mitt Romney ha tomado la usual postura ultra derechista republicana de oponerse a cualquier restricción sobre posesión de armas.

La falta de voluntad de los políticos para enfrentarse a la NRA ha tenido costos inmensos. Solamente en los Estados Unidos, en 2011, el uso de armas de fuego provocó la muerte de más de 9,000 personas de todas las razas, clases, y lugares de origen.

Esto es asombroso cuando se considera que el total de las muertes ocurridas el mismo año en conflictos militares regulares es de 2,000 personas, considerado como un caso de guerra mayor. En barrios de ciudades como Chicago han sufrido las graves consecuencias, pero ningún lugar ha quedado exento, como evidencia está el tiroteo en el cine del suburbio de Aurora, Colorado.

La ausencia de reglas para el control de armas hace posible las muertes en masa. El que disparó en Colorado obtuvo su rifle semiautomático de una amiga que lo compró a un agente sin licencia en una exhibición de armas. A los agentes sin licencia no se les requiere revisar el historial de la persona antes de la compra para saber si tienen antecedentes criminales o problemas mentales, con el fin de prevenir que tengan acceso a una arma. La mujer que compró el arma para el asesino dijo que estaba muy claro para el agente que el asesino, quien al final iba a ser el dueño, era muy joven para comprar una arma. En una compra todavía más fácil, el asesino adquirió sus municiones por internet, sin ningún cuestionamiento.

El daño de la NRA y sus aliados causado por las ligeras regulaciones sobre armas no se limita a los Estados Unidos. Más del  70% de las armas en México, incluyendo la mayoría de las muertes asociadas al narcotráfico, vienen de los Estados Unidos, o en gran parte porque es tan fácil comprarlas en los Estados Unidos. Las armas producidas en los Estados Unidos se usan para cometer un gran número de crímenes alrededor del mundo. Aun en Japón, donde la tercera parte de las armas se originan en los Estados Unidos.

Tal vez el triste caso de la influencia internacional del NRA ha sido su rol contra la creación de un Tratado Global de Comercio de Armas.

El tratado, discutido en largas reuniones en las Naciones Unidas, en Nueva York, en julio de este año, haría mas difícil para los violadores de derechos humanos, terroristas, y naciones agresoras acceder a cualquier tipo de armamento, incluyendo todo tipo de armas de asalto, las que comúnmente se utilizan no sólo en crímenes sino también en guerras civiles y conflictos internos.

Los Estados Unidos han sido partidarios tibios del Tratado Global de Comercio de Armas durante el tiempo de Obama, trabajando en algunas instancias para debilitar el tratado haciendo cosas tales como pelear por  excluir el control de las municiones bajo este acuerdo. Pero tal parecía que Estados Unidos iba a apoyar la, aunque imperfecta, aún útil versión de un tratado menguado en los días de la reunión en la ONU. De pronto, se retiró el apoyo porque se dijo que el tratado necesitaba más “estudio” y más habilidad. El hecho es que muchos observadores creen que la administración de Obama se retiró porque temía que la NRA le hiciera la vida difícil si asentía a una medida de control de armas global en un año de elecciones presidenciales.

Así es que el cabildeo de la NRA no sólo ha hecho que se cometan más crímenes con armas en los EE.UU., sino que ha ayudado a frustrar los esfuerzos internacionales para controlar los instrumentos de opción en la mayoría de los conflictos actuales.

Para socavar el poder de la NRA se requerirá una gran protesta pública que convenza a los políticos de que existe un precio electoral que se paga por oponerse al control de armas. Y eso requerirá coraje político de parte del próximo presidente de EE.UU. – o, si Mitt Romney es electo, por los líderes clave en el congreso. Parte de este esfuerzo implicará acabar con el mito de la muy poderosa NRA.

William D.Hartung es el director del Centro Internacional  Proyecto de Armas y Seguridad y un colaborador como columnista para el CIP del Programa de las Américas

Traducido por Elena Duran

Para más información:

El Capitolio de Columbia Dice:“Adiósa las Armas” 3 de abril 2012, CIP Américas

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