Laureadas del Premio Nobel de la Paz apoyan luchas de mujeres centroamericanas

El autobús se detiene en un polvoriento terreno baldío al lado del camino. Una lona roja ha sido encordada sobre unas pocas filas de sillas plegables. Aunque todavía hace frío matinal, el sol pronto brillará feroz sobre el pueblo guatemalteco de Casillas. Pequeños grupos de lugareños esperan nerviosos mientras llegan treinta mujeres, entre ellas, cuatro ganadoras del Premio Nobel de la Paz.

Es un día inusual, incluso para un lugar que escaló a la fama al enfrentarse a la mina de plata más grande del mundo. Amalia Lemus, organizadora indígena xinca del Consejo Diocesano para la Defensa de la Naturaleza (CODIDENA) le dice a la multitud reunida en la cancha de básquetbol local: “Es un privilegio que las mujeres Nobel estén aquí con nosotros”. Volviéndose hacia la mesa ante la cual las celebridades se han sentado bajo una gran pancarta con sus nombres y rostros, agrega: “Nunca hemos tenido una visita de esta magnitud”.

Esa es la idea. Las ganadoras del Premio Nobel de la Paz fundaron la Iniciativa de Mujeres Nobel para destacar el trabajo de los movimientos locales liderados por mujeres en lugares como Guatemala, donde los conflictos ocultos matan a más personas que las guerras formales. A fines de octubre, las Premios Nobel viajaron por Honduras y Guatemala con un grupo de mujeres activistas y periodistas para observar la vital pero peligrosa intersección de mujeres, tierra y paz. Durante ocho días, escuchamos las historias de mujeres como Amalia que han dedicado sus vidas a detener el acaparamiento de tierras y la destrucción causada por compañías mineras, plantas hidroeléctricas, monocultivos y otros mega proyectos.


“La tierra seguirá siendo el problema más grave en Guatemala y el resto de América Central en los próximos años, y causa el mayor conflicto en toda América Latina” – Rigoberta Menchú.


“La tierra seguirá siendo el problema más grave en Guatemala y el resto de América Central en los próximos años, y causa el mayor conflicto en toda América Latina”, explicó la laureada Rigoberta Menchú. Ella recibió el premio de la paz en 1992 en medio de la guerra en Guatemala. La mayor diferencia entre la violencia del pasado y la violencia de hoy, dice, veinte años después de los acuerdos de paz, es que la resistencia actual no es violenta.

Sin embargo, la ofensiva contra tierras y territorio indígenas sí lo es. Las mujeres hondureñas y guatemaltecas describen asesinatos, encarcelamientos, amenazas y palizas de empresas y de las fuerzas estatales con las que trabajan. Enfrentadas a una nueva ola de intensa presión de las corporaciones trasnacionales, se han unido, y en muchos casos han liderado la defensa de sus comunidades de algunos de los intereses económicos más poderosos del mundo. Después de ser declarado “Abierto para negocios” luego del golpe de estado de 2009, Honduras es ahora el lugar más peligroso del mundo para activistas ambientales, con más de 120 defensores y defensoras de tierras asesinados desde 2010. El desplazamiento y la disrupción de la comunidad y los sistemas judiciales comprometidos en estas dos naciones, han dado algunas de las tasas de homicidio más altas, y especialmente las tasas de feminicidio, en el mundo. El otorgamiento de concesiones mineras privadas (307 en el último recuento en Guatemala y aproximadamente el 35% del territorio nacional hondureño) siembra conflictos entre las empresas y las comunidades locales para las generaciones venideras.


“Sus sacrificios, su lucha no es solo para las personas aquí en Santa Rosa, no solo para las personas en Guatemala, no solo para América Latina, es para todos los seres humanos.” -Tawakkol Karman.


No se trata solo de quién es la tierra, sino de dos formas de vida enfrentadas. Las mujeres Nobel señalan que lo que podría parecer local es realmente universal. “Sus sacrificios, su lucha no es solo para las personas aquí en Santa Rosa, no solo para las personas en Guatemala, no solo para América Latina, es para todos los seres humanos. La gente de todo el mundo sufre de estas compañías corruptas que destruyen nuestra tierra y causan el cambio climático. Están robando tu futuro y el futuro para todos los seres humanos”, declaró Karman.

En estos dos países plagados de violencia e injusticia, reconocer la urgencia es solo la mitad del propósito; las Nobel también han venido a honrar el premio. “Aquí no solo apoyamos a las mujeres que han sufrido, a las mujeres que han sido violadas en algunos casos. Estamos aquí para apoyar a las mujeres líderes, las mujeres que organizan sus comunidades, que organizan los suministros de alimentos, que se organizan para liberar a los presos políticos, las mujeres que hablan incansablemente “, afirma Menchú. En cada parada, afirman el papel de la mujer en una batalla épica que se desarrolla alrededor del mundo en escenarios ocultos como éste, que definirá nuestro futuro colectivo en formas aún más profundas que las maquinaciones de los hombres blancos ricos en el poder.

Estas cuatro mujeres saben lo que implica el liderazgo de las mujeres y los riesgos que conlleva. Cada una es una consumada organizadora de base que obtuvo reconocimiento internacional no al trabajar en las altas esferas de la diplomacia internacional, sino en las calles y plazas de sus países de origen. Tawakkol Karman, periodista, dirigió marchas para defender la libertad de expresión y la democracia, y se convirtió en la cara pública del levantamiento yemení. La iraní Shirin Ebadi es abogada y defensora de los derechos de las mujeres y los niños, con un buen ojo para las estrategias que combinan la defensa y los desafíos legales con campañas públicas específicas. Jody Williams construyó un movimiento internacional para prohibir las minas terrestres, y ganó, y luego continuó un compromiso de por vida con la organización no violenta de base. Rigoberta Menchú, maya k’iche’, ha promovido los derechos indígenas, feministas y ambientales durante cuatro décadas. Ninguna ha alterado su compromiso desde que caminaba por la alfombra roja. Nadie ha preferido el circuito de cocteles de derechos humanos sobre el trabajo duro que las mujeres hondureñas y guatemaltecas hacen todos los días.

Así que no hay que romper el hielo cuando son saludadas por la gente xinca en Casillas. Los residentes alrededor de la mina han establecido turnos rotativos en una acción de resistencia pacífica que bloquea el único camino de acceso a los vehículos de la compañía minera, mientras deja abierto el paso a todos los demás. Consultas populares celebradas en ocho ciudades aledañas revelaron que más del 95 por ciento de la población se opone a la mina Escobal, propiedad de la firma canadiense Tahoe Resources. Los xinca tienen el derecho internacionalmente reconocido a una consulta vinculante, pero la mina continúa operando debido al apoyo de los tribunales y el gobierno guatemaltecos.


“Lleven nuestras voces con ustedes. Nuestra gente necesita ayuda. Si el tribunal dice no al cierre de la mina, podría haber sangre y no queremos que eso suceda”. -Patricia Gregorio


Miembros de la oposición han recibido disparos, han sido espiados, violados, encarcelados, golpeados y asesinados desde que comenzaron las protestas en 2010. Topacio Reynoso tenía solo 16 años, era música y activista anti minería, cuando fue asesinada en 2013. En un auditorio local, su madre Irma Pacheco describió con lágrimas el día en que mataron a su hija y la persecución que siguió. “Si terminan con nosotros, vendrán más”, concluyó desafiante, mientras su niño se agarraba a su pierna. Patricia Gregorio, de Nueva Santa Rosa, entregó una solicitud directa: “Lleven nuestras voces con ustedes. Nuestra gente necesita ayuda. Si el tribunal dice no al cierre de la mina, podría haber sangre y no queremos que eso suceda”.

Cuando termina la reunión, llegan las noticias de que el departamento de propaganda de la compañía minera ha emitido un anuncio en televisión. Comienza con la bienvenida a las mujeres Nobel, con fotos boyantes de las cuatro laureadas en varios escenarios del Nobel. Una voz masculina sonora les agradece por venir a Santa Rosa para “mediar” en el conflicto causado por “un pequeño grupo de miembros de la comunidad que están bloqueando el camino público”. La delegación está indignada por la manipulación y prepara una respuesta, pero el incidente prueba que la imagen del Nobel es lo suficientemente poderosa como para que las corporaciones piensen que deben cooptarla.

El Camino de Berta Cáceres

Apenas unos días antes de reunirnos con las mujeres de Guatemala, visitamos otro rincón remoto del mundo donde un crimen terrible dirigió la atención internacional hacia el precio de la defensa de la tierra por las mujeres. “La Esperanza” es la ciudad donde la defensora de tierras Berta Cáceres fue asesinada el 2 de marzo de 2016, y “Utopía” es donde la organización que ella fundó continúa su trabajo. A la luz de su asesinato a manos de sicarios vinculados a la empresa y al gobierno hondureño, los nombres pueden parecer sarcásticos, pero reflejan una visión que las balas no pudieron matar.

Bajo un sol abrasador, la delegación descendió al valle del río que Berta buscó salvar de la planeada hidroeléctrica Agua Zarca y llevó a cabo una ceremonia en su memoria. Al día siguiente nos encontramos con COPINH, conducido ahora por Bertha Zúñiga Cáceres, la hija de Berta. Bertha Zúñiga explicó el lema tomado desde la muerte de su madre —Berta vive, COPINH sigue: “Siempre hemos entendido el asesinato de Berta Cáceres como un intento de romper nuestra organización y el movimiento de la gente lenca, que es mucho más amplio, y no solo se enfrenta al proyecto hidroeléctrico, sino a muchos proyectos en nuestro territorio. Decimos que ella no está muerta, y que fracasaron en su objetivo porque las comunidades siguen luchando y llevando a cabo el programa político en el que ella trabajaba y que ella vio como una oportunidad para liberar estas tierras que han sido oprimidas por tanto tiempo”.

Días más tarde, un grupo independiente de expertos internacionales publicó un informe sobre el asesinato, exponiendo un complot premeditado de la empresa de energía DESA y las fuerzas de seguridad del gobierno y el posterior encubrimiento por parte del sistema de justicia hondureño. El informe recibió atención mundial y presionó al gobierno de Juan Orlando Hernández para que entregue la información retenida y castigue a los asesinos.


“Estas personas recibieron órdenes de asesinarla y es muy importante que averigüemos quién estuvo detrás de este asesinato”. -Shirin Ebadi


Las mujeres Nobel y la co-organizadora de la gira, Just Associates, han apoyado el caso desde el principio y se han comprometido a construir el llamado internacional a la justicia. En una conferencia de prensa en Tegucigalpa, Shirin Ebadi se unió a organizaciones hondureñas para exigir que la investigación vaya más allá del arresto de aquellos que apretaron el gatillo. “Estas personas recibieron órdenes de asesinarla y es muy importante que averigüemos quién estuvo detrás de este asesinato”, comentó Ebadi, un ex juez.

Las defensoras hondureñas nos dijeron que el asesinato es solo una de las formas en que el gobierno y la élite económica silencian a las mujeres defensoras de tierras. La militarización del territorio bajo el pretexto de la guerra contra las drogas crea una fuerza intimidatoria permanente y, cada vez más, el gobierno ha estado criminalizando activistas. Informaron que siete mil mujeres han sido acusadas de delitos por participar en movimientos rurales.

Es mucho lo que está en juego. El gobierno ha otorgado 700 concesiones mineras, muchas de ellas en tierras indígenas y campesinas. Betty Vázquez, del Movimiento Ambiental de Santa Bárbara, señaló: “Los políticos y los funcionarios son ahora hombres de negocios. Líderes, miembros del Congreso, presidentes, alcaldes y ministros son socios en estos proyectos extractivos, lo que nos pone en desventaja en la defensa de nuestros territorios”. Agregó que ser mujer representa un doble riesgo. “En Honduras, el extractivismo mata, y también el machismo”.

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Cuando era niña, si decías que querías ganar el Premio Nobel de la Paz cuando crecieras, era una forma medio en broma de referirte a alguna cumbre remota del éxito humano. Nunca pensamos de hecho dedicar la vida a construir la paz mundial, principalmente porque no teníamos idea de lo que realmente hacen los ganadores del Premio Nobel de la Paz.

Para estas cuatro mujeres, el premio ya no es el pináculo, y el trabajo es de todos modos lo que siempre ha sido. Una forma de proteger y fortalecer las voces de las mujeres en defensa de los derechos, las tierras y la paz, es pasarles el micrófono Nobel. Un séquito de la prensa nacional sigue a las galardonadas, a menudo los mismos medios que rutinariamente ignoran o difaman a los movimientos de mujeres durante el año. Con la atención puesta en las laureadas, se ven obligados a transmitir las voces de los de abajo. Los mensajes subversivos emergen. Atraviesan las líneas corporativas cuidadosamente diseñadas para atacar a la oposición, ocultar el daño a la tierra y a las comunidades, promoviendo la promesa desgastada de que el progreso consiste en saquear los recursos naturales lo más rápido posible.

En cada parada, sin importar el problema o el auditorio, el mensaje principal es: no están solas. Jody Williams habló directamente a mujeres activistas de todas partes: “A menudo pensamos que resistir es puro sacrificio, que nadie sabe que estamos luchando. Pero todo el mundo entiende que hay una batalla en curso, no solo en Guatemala, sino en América Latina, contra la explotación de recursos en esta parte del mundo. Quiero que sepan que en otras comunidades del mundo hay personas como ustedes que tampoco quieren vivir bajo gobiernos corruptos ni en sistemas que buscan matar a nuestra Madre Tierra. Juntas podemos lograrlo.”

Para las mujeres activistas, verse a sí mismas a través de los ojos de las constructoras de paz internacionalmente famosas las convierte en heroínas de sus propias historias. Ese es el principio básico que opera aquí: llegada la hora, estas pequeñas historias y estas protagonistas locales son los verdaderos tabiques de la paz mundial.

Fotos: Mel Mencos

Este artículo se publicó originalmente en inglés en The Nation.

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